40 años de lucha contra el VIH/Sida

40 años de lucha contra el VIH/Sida: La necesidad de mejorar la educación sexual tras cambiar el perfil del seropositivo

Un test de VIH en la sede de Iemakaie.

Un test de VIH en la sede de Iemakaie. / Juan Ayala

La sangre, el semen, el líquido preseminal y las secreciones vaginales y rectales son las principales vías de transmisión del VIH; “es decir, el miedo social al contagio debe limitarse a la transmisión sexual o compartir jeringuilla, que ya no se hace prácticamente”, apunta Antonio Rivero, el jefe de sección de Enfermedades Infecciosas del Hospital Reina Sofía. Algo que, sin duda, favorece a combatir esos estigmas sociales que desgraciadamente aún rodean a los seropositivos, hayan o no alcanzado el estadio de sida, para que puedan desarrollar una vida social totalmente normalizada.

Queda en un segundo plano, como vía de transmisión, la leche materna de una persona con el virus, lo que refuerza esa última postura ante el entorno, como ejemplifica el doctor con “la relación más íntima, que es la que tienen las madres con sus hijos recién nacidos o en el momento del embarazo”. “El riesgo, si la madre hace el tratamiento de forma eficaz es prácticamente del 0% de infección”, dice el facultativo antes de ceñirse a la necesidad de implementar la educación sexual, principal vía de infección, ante el cambio de perfil del seropositivo que ha dejado la lucha contra el sida iniciada en el lejano 1981 y que ha segado la vida de más de 40 millones en el mundo, unas 60.000 en España, de las que 533 eran de Córdoba.

Porque si en los 80 “estaba ligado al consumo de drogas y eran personas que tenían un bajo nivel social y cultural, que con mucha frecuencia utilizaban el sexo como medio de financiación de la drogadicción”, en la actualidad las personas con VIH “tienen un estrato social medio-alto por lo común, con una buena educación cultural, con un porcentaje muy alto de universitarios y profesionales liberales”. Así, los contagios por drogadicción van ligados habitualmente al sexo, al llamado chemsex para aumentar el tiempo de relación sexual o el número de relaciones en un espacio corto. Pero este giro ha tenido dos consecuencias que pasan por ser los motivos para la estigmatización y la aceptación del tratamiento.

Y una más principal que coloca como primer grupo de infección a los hombres que tienen sexo con hombres, lo que obliga a mejorar la educación para la salud sexual, ya no solo para evitar la transmisión, sino también para frenar el peligroso aumento de enfermedades de transmisión sexual (ITS), como la sífilis, micoplasmas, hepatitis C..., con un repunte severo consecuencia directa de la pandemia.

Hemos perdido el miedo y el respeto”, resalta Sara Solier, educadora de Iemakaie, nacida en 1999 para tratar sobre todo a personas con VIH sobre todo por droga y que ha vivido la transformación del perfil del paciente, y cuya opinión se sitúa en consonancia con del doctor Rivero: “La educación sexual es necesaria porque el retroceso de ITS que apareció por el miedo al VIH, en los 80, ahora con la mejora de la calidad de vida se ha perdido, cuando sigue siendo tan importante como siempre, o incluso más que nunca”.

Solier incide en que “todo parte de la educación y hay que dar esa educación sexual, aunque haya cierto rechazo, más por desconocimiento que por otra cosa”. “Nos falta mucha educación en general, y abrir la mente, que la tenemos cada vez más cerrada”, continúa la socióloga, sabedora de que “una vez que abres la mente, todo se normaliza”, en clara referencia al “rechazo” y esa estigmatización social que persiste sobre las personas que tienen el virus de la inmunodefiencia adquirida. Pero no solo eso, sino también para hacer frente a la vida desde un sexo seguro, algo básico.

“Estamos haciendo alrededor de 300 pruebas de ITS al año y salen tres o cuatro casos de VIH”, admite la profesional de Iemakaie, apuntando que “hay mucha más ITS de lo que parece”, algo que “nos tiene que preocupar a todos porque significa que hemos bajado la guardia”. “No hay que tener miedo a las relaciones sexuales, pero sí tener cabeza y que una noche de placer no te condicione el resto de la vida”, sentencia antes de acabar haciendo un inciso sobre la pornografía, “otro de los problemas” a los que se enfrenta la sociedad, sobre todo los jóvenes, en el camino hacia una educación sexual adecuada.

Sara Solier subraya que “la pornografía es muy machista y se ha vuelto una cosa desagradable; no es el sexo normal, sino un sexo llevado al extremo”. Es por eso, insiste la educadora, que “cuando la educación sexual de los jóvenes se reduce a ver pornografía, lo normal cuando una niña tiene sexo es que le peguen azotes en el culo, y eso no es lo normal; no podemos reducir todo a que todo está en internet y ahí se puede buscar todo”, concluye, en alusión a esa notable carencia de información, necesaria para controlar tanto el VIH, ahora que el cambio de perfil es evidente, como otras enfermedades de transmisión sexual, en un auge tan claro como preocupante en la actualidad.

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