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Los cinco siglos de historia del Palacio de Viana no se entienden sin sus protagonistas: los patios. Concretamente, son 12 espacios heredados de la tradición romana y árabe que combinan el patrimonio arquitectónico con sus jardines avivados de flores, colores y naturaleza, que en el arranque de la primavera se muestran en todo su esplendor. Este palacio cordobés, ubicado en pleno barrio de Santa Marina, ofrece un inspirador recorrido que guía los cinco sentidos hacia lo más profundo de la tradición cordobesa. Pasen y vean.
Conectado con el exterior a través de la fachada principal del edificio desde finales del siglo XVI, este patio trapezoidal es considerado la antesala a lo que el palacio atesora en su interior, de ahí el propio nombre. Su arquitectura renacentista se fusiona con la vegetación que viste al patio alrededor de la palmera datilera central, rodeada de galerías porticadas soportadas por 16 columnas toscanas, restos de botijos y capiteles, ventanales azulados y coloridos añadidos florales con celestinas, rosales de pitiminí, clivias, orejas de vaca o damas de noche dependiendo de la época del año. Al ser este espacio antiguamente la entrada a una casa señorial, del Patio de Recibo llaman la atención las caballerizas, que estaban destinadas a acoger los carruajes y caballos de palacio. Se conservan a la perfección los pesebres, una carroza nupcial tipo berlina, un palanquín, una silla de montar y varios ropajes señoriales de en torno al siglo XVIII.
En la esquina sur de Viana se ubica este patio que no se integró en el palacio hasta el siglo XVIII por estar destinado, tras la época medieval, al uso popular como espacio para alquilar viviendas. De hecho, este recinto tiene la particularidad de ser el patio de vecinos documentado más antiguo de Córdoba. Por tanto, el Patio de los Gatos era un espacio de uso compartido que ventilaba y dotaba a las viviendas de luz, por lo que su carácter comunitario hace especial a este recinto adornado de naturaleza y colorido por su profusión de macetas, su ciprés y la belleza de su arquitectura. El patio presenta una forma irregular donde destacan ventanas color azul Viana y su flora compuesta, en función de la época del año, por bignonias, gitanillas, geranios, claveles, pericones o uñas de gato.
La tradición musulmana del jardín-huerto árabe queda representada en este patio en forma de trapecio cuyo jardín recrea un oasis con el protagonismo del agua y las plantas. Su configuración es el de un patio cerrado al exterior con un ambiente intimista apacible para pasear por su tierra gracias al aroma que desprenden sus flores y a la melodía que nace por el fluir del agua de su fuente central. Sus muros, tapados por la vegetación, y sus ventanales azulados invaden de colorido este iluminado escenario señorial. Entre nenúfares, heliotropos, calas, glicinias, orejas de vaca y celestinas, la planta con el papel fundamental de adornar este patio es el naranjo, que, en este caso, viste al espacio con naranjos centenarios que recuerdan al espíritu del jardín hispano-musulmán.
Este espacio es popular en Córdoba porque el patio mira hacia el exterior a través de sus tres ventanales que cierran sus vanos con rejas de forja y que dan nombre a la calle a la que se asoman, Rejas de Don Gome. De arquitectura manierista, su abundante vegetación apropian al espacio de un color verde abundante que se mantiene a lo largo del año. Bajo sus mantos vegetales de los cítricos en sus muros y alrededor del sonido del fluir del agua de la fuente central, se encuentra una amplia flora compuesta de geranios, gitanillas, cinerarias híbridas, centaureas o calas, dependiendo de la época del año. Entre sus ventanales azules, sus macetas y su suelo empedrado, este patio con forma de trapecio es uno de los iconos del Palacio de Viana.
De estructura rectangular, este acogedor patio gira en torno a la estatua de la ninfa situada en la fuente del centro, de cuyo nombre se sirve el patio y que en la mitología griega eran ninfas del agua dulce, sobre la que esta escultura en Viana parece flotar. Alrededor le acompañan un círculo de cipreses húmedos recortados en forma de corona para proteger a la ninfa y que visten de verde el entorno de corte cálido e intimista y de arquitectura vegetal topiaria. Entre sus flores estivales se encuentran el mandarino, la violeta, el pensamiento, la buganvilla, el cala, el senecio petasine y el jazmín, además de las plantas trepadoras que embellecen sus paredes soleadas. De hecho, su diseño está pensado para que su estilo noeclásico sea apreciable desde el interior, pues es considerado la antesala histórica y estilística hacia el jardín decimonónico de inspiración francesa al que se accede desde la esquina y que permite recorrer sus más de 1.200 metros cuadrados de jardín natural considerado el pulmón verde de Santa Marina.
Tras cruzar su pequeña puerta se abre un patio de grandes dimensiones donde dos estanques alargados toman el protagonismo por el fluir de su agua y las tiernas macetas que lo rodean. A la izquierda, 11 columnas ligadas con arcos adornan el patio, mientras que a la derecha lo hace el muro repleto de naranjos acompañado por dos columnas. Al fondo, se halla una casa sujetada por cuatro columnas embellecidas con flores. Entre el sonido del agua, la profunda luz del sol que se estrella contra el suelo empedrado del patio y la iglesia de San Agustín que se visualiza al fondo, este entorno embellecido con una amplia variedad de vegetación recuerda el recibimiento señorial sin perder su aspecto de patio tradicional cordobés pese a que fue construido en los años 80.
La sencillez y belleza de este patio se encuentra en que fue utilizado durante años como patio de servicio y, por supuesto, en que parte con una alberca azulada como protagonista del espacio al que le rodean pequeñas macetas, plantas meticulosas e invernaderos. En esta alberca se airea y oxigena el agua antes de ser utilizada para el riego de las plantas del palacio, por lo que este patio mantiene un espíritu de trabajo en cuyos invernaderos se crían las plantas de temporada. En este patio de forma trapezoidal situado al norte del palacio se hallan, además de las trepadoras de sus muros, flores como el mandarino, la centaurea, la flor del sol, el clavel, la uña de gato, el coral y la verbena, dependiendo de la temporada.
Desde el caudal subterráneo del arroyo el Colodro toma su agua el pozo de este patio, que es el atractivo del lugar y principal protagonista de este entorno señorial. El propio pozo es la fuente de Viana, ya que abastece a todas las fuentes y plantas del palacio y al decorado sencillo y pequeño le acompañan los cangilones procedentes de una vieja noria ya no existente. Entre helechos, calas, orejas de vaca, una bignonia, un jazmín trepador y macetas se alternan durante el año con banderitas españolas, geranios y demás plantas, mientras que las centaureas tienen un importante papel decorativo porque rodean el brocal hexagonal del pozo. Además de la ornamentación vegetal, en el patio se encuentran diversos objetos arqueológicos y decorativos que tienen como fin ennoblecer este colorido e íntimo rincón del palacio.
Se trata de otro de los patios de servicio del palacio, pues en él se encuentra la habitación donde se guardan las herramientas de los jardineros. Pequeño y rectangular, su aspecto señorial se lo aportan varios objetos arqueológicos y elementos como fuentes, hornacinas, pequeñas columnas, un dintel de iglesia y los azulejos que conforman el suelo. Cabe destacar su principal atractivo botánico, el esplendoroso muro cubierto con celestina o jazmín azul, que se mantiene como protagonista del espacio con sus ventanales de rejas pese a las macetas de geranios, las esparragueras, las cintas, las hierbas del elefante y las centaureas preciosas que se distribuyen en este noble patio.
En este espacio, el silencio se mezcla con la sobriedad del ambiente y, alrededor de ocho naranjos, se encuentra la fuente como primer elemento visual destacable. Este patio aguarda varios secretos entre sus cuatro muros: uno se viste de naturaleza por sus trepadoras, otro se adorna de restos arqueológicos clásicos y pinturas dentro de una pequeña sala señorial y el resto lo componen ocho columnas y nueve arcos que atesoran la capilla palaciega. Pese a sus pequeñas dimensiones, es de una gran belleza.
Su aspecto cerrado de interior provoca una sensación de intimidad y tranquilidad. Sus cuatro paredes blancas de gran altura muestran desnudas sus ventanas y puertas del color azul característico de este palacio. Su estilo sobrio barroco cordobés se combina con la fuente central y su decorado de azulejos, que puede pasar desapercibida en el entorno entre sus cuatro árboles de distinta procedencia y sus flores de temporada como el mandarino, la violeta, la clivia, la cala, la gitanilla, la dama de noche, o el geranio entre otras plantas que en este lugar no tienen protagonismo. El nombre de este espacio se debe a que entre sus paredes se halla el valioso archivo histórico de Viana, que consta de más de 400.000 documentos, los más antiguos de los cuales datan del siglo XII.
Este patio es el actual acceso a Viana, por donde antiguamente entraban los caballos y carrujes hacia las caballerizas. Destaca por sus muros enladrillados y su colorido ofrecido, además de por el azul de sus balcones, por las flores y sus inmensas paredes blancas recubiertas de atrapaderas de grandes dimensiones, que en primavera se muestran en todo su esplendor. Lo decoran capiteles y columnas y un enchinado a dos colores sobre el pavimento. La olivia, el mantón de rosa de pitiminí, la cala, la buganvilla, la centaurea, el geranio y la gitanilla son varias de las especies que enriquecen este patio, inicio y final de todo un señorial palacio.
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