El beso de la mujer araña | Crítica

Atrapados por la tela

Una escena de 'El beso de la mujer araña' en el Teatro Góngora.

Una escena de 'El beso de la mujer araña' en el Teatro Góngora. / IMAE Gran Teatro

Aforo completo en el Teatro Góngora para recibir con expectación la adaptación teatral de la novela de Manuel Puig El beso de la mujer araña, bajo la versión de Diego Sabanés, dirigida por Carlota Ferrer e interpretada por Eusebio Poncela e Igor Yebra.

El golpe de estado de Argentina en 1976, la toma de poder del general Videla y los crímenes de lesa humanidad realizados por la junta militar son el trasfondo donde ocurre la acción. En una celda comparten el tiempo Valentín y Molina, los dos encarcelados por motivos muy distintos: Valentín por defender la revolución y Molina por corrupción de menores.

Muy a pesar de pertenecer a mundos diferentes, a través de la narración que realiza Molina de películas antiguas (en el montaje teatral ha sido La mujer pantera de 1942 la elegida de las seis que tiene la novela) junto con los cuidados que ofrece al maltrecho Valentín hacen que el acercamiento entre ambos sea cada vez mayor.

Esta cercanía hace que sus ideas contrarias sobre la sociedad y la sexualidad se vayan disolviendo hasta el punto de no existir límite entre ellos. Esta disolución les lleva al fatídico desenlace donde los compañeros transformados en amantes mueren uno lejos del otro, pero por una la misma noble causa.

Una vez más la escena se debe convertir en lugar para representar un texto elaborado para la lectura sosegada y el reto de condensar la historia en los límites que obliga el teatro son el mayor riesgo. Para hacerlo posible la producción no ha escatimado en esfuerzos técnicos y artísticos: espacio escénico cuidado al detalle, potenciado por el uso de efectos sonoros, combinado con un exquisito diseño de luz y videoproyección.

Un buen marco para que el dúo formado por Eusebio Poncela e Igor Yebra puedan lucir sus mejores cualidades. Igor Yebra está brillante en sus intervenciones coreográficas con una plasticidad que colma de matices expresivos e intenta mantener la réplica a su compañero en los diálogos.

Eusebio Poncela nos regala verdad en cada una de sus palabras, con ese peso que solo los grandes intérpretes saben ofrecer gracias al talento y los años de experiencia acumulada. Sin duda alguna, esto es lo mejor del espectáculo.

El problema es su ensamblaje. La merma de dinamismo, el planteamiento pausado, excesivamente ceremonioso, de algunos pasajes y la recreación por el mero gusto estético hace que los recursos empleados no intensifiquen el conflicto, preguntándose el público si la obra de 100 minutos podría ser contada en menos tiempo. Pese a lo citado, el público abrazó con un cálido y extenso aplauso a la pareja de artistas al terminar la función.

El beso de la mujer araña nos invita a mirarnos como personas incapaces de ser completamente impermeables. Sabemos que hasta la roca más dura puede quebrarse por el efecto del agua sobre ella y nadie puede escapar en esta vida de la necesidad de afecto. Esto hace posible la humanidad. No la perdamos.

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