Cuando Córdoba tuvo una Plaza de la República: la placa del callejero que sobrevivió a la guerra y al franquismo escondida
Historia
El escultor cordobés Enrique Moreno 'El Fenómeno' realizó este relieve que se puede ver hasta el 7 de diciembre en el Centro Rafael Botí
Córdoba también tuvo su plaza de la República. Reformada y ampliada por el arquitecto Félix Hernández, era la más céntrica e importante de la ciudad, igual que hoy lo sigue siendo. En aquel entonces, se llamaba plaza de Cánovas, hoy en día la conocemos como las Tendillas.
Con la proclamación de la II República, el 14 de abril de 1931, los responsables políticos de la época encargaron a un escultor cordobés, Enrique Moreno, conocido como El Fenómeno, una pieza con la nomenclatura de "Plaza de la República" y que sintetizara el espíritu de libertad que traía consigo esta nueva etapa política.
El Fenómeno creó algo más que eso. Para ello, utilizó una placa de piedra caliza micrítica -una piedra que se usa desde época romana en Córdoba y cuyas canteras están en la sierra- con un grosor de 16 centímetros. En ella realizó un relieve en el que aparece una mujer, con la cabeza de perfil, con un sombrero frigio como alegoría de la República española y con una balanza en una mano.
Bajo ella, aparece el escudo de Córdoba de forma esquemática, con la noria de la Albolafia, el Puente Romano y la torre de la Calahorra. Más abajo, en letra capital romana aparecía el nombre: Plaza de la República.
Una pieza rodeada de misterio
Tal y como recoge la prensa de la época, la pieza se colocó el 26 de mayo de 1931 en la esquina del Instituto Provincial, el actual Instituto Góngora, en un acto multitudinario en el que la Banda Municipal de Música interpretó el Himno de Riego, tras lo que el alcalde, Eloy Vaquero Cantillo -que era natural de Montalbán, igual que El Fenómeno-, pronunció un discurso que finalizó con un "¡Viva la República!" vitoreado por la multitud.
Pocos años duro esta bella placa en ese lugar. En julio del 1936, una sublevación militar contra el gobierno legítimo de la II República dio comienzo a una Guerra Civil que trajo consigo la represión hacia el bando republicano y todo lo que se identificaba con la intelectualidad y la libertad.
La placa desapareció de esta céntrica plaza y nunca más se supo de ella hasta que apareció en 1994 en el Museo Arqueológico de Córdoba, oculta entre mosaicos. "No sabemos cómo llegó al placa al museo. La quitarían en julio de 1936, pero tampoco sabemos quién lo hizo", explica la historiadora y exdirectora del Museo Arqueológico de Córdoba, Lola Baena, que en aquel entonces era jefa de Conservación.
Ahora, esta pieza forma parte de la exposición Córdoba 1924-2000. La ciudad y el tiempo de Rafael de La-Hoz, que se puede ver en el Centro Rafael Botí (calle Manríquez, 5) hasta el próximo 7 de diciembre, lo que supone una buena ocasión para apreciar de cerca todos sus detalles.
La aparición 58 años después
En 1994, con Francisco Godoy como director de la institución museística, se decidió hacer visitable el patio de los Aromas del Palacio de los Páez de Castillejo, sede del Arqueológico. Entonces, "había mosaicos y piezas que te encontrabas en cualquier parte", apunta Baena. Al levantar y trasladar unos mosaicos, apareció debajo la pieza creada por El Fenómeno, que es "de una calidad maravillosa".
Buscaron información en los registros del museo para ver si tenía un número asignado, pero no encontraron nada. Entonces, recurrieron a la prensa de la época y ahí fue dond descubrieron parte de su historia. Cuando ese patio del museo se abrió al público, expusieron en él esta obra, que incluso fue una Pieza del Mes.
"Es una obra muy importante de la historia de Córdoba", matiza Lola Baena, que se registró como pieza del museo, que es de titularidad estatal, aunque su gestión está transferida a la Junta de Andalucía.
Una vez hallada, la placa creada por El Fenómeno estuvo en ese patio visitable y cuando se cerró el Palacio de los Páez de Castillejo para reformarlo (algo que aún está pendiente) pasó al interior del museo.
¿Quién rescató la placa?
La mayor incógnita que rodea a esta placa es quién la descolgó de la esquina de la fachada del Instituto Provincial y la guardó para salvarla cuando se destrucción estaba asegurada. Baena aclara que no hay ninguna certeza, pero cree que Samuel de los Santos Gener, el director del Arqueológico en 1936, "tenía que saberlo".
En aquella época -explica- el museo estaba en la Casa Mudéjar (que se encuentra en la calle que hoy se llama Samuel de los Santos Gener) y se trasladó al Palacio de los Páez entre 1958 y 1960. "No se sabe si estuvo siempre allí. Posiblemente sí estuvo desde que alguien la rescató", incide la historiadora y conservadora.
Samuel de los Santos Gener Samuel de los Santos Gener fue un reputado arqueólogo y director del Museo Arqueológico de Córdoba durante más de tres décadas, entre los años 1926 y 1958. En 1924 había ingresado en el Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos y fue destinado a Córdoba.
Desde su llegada, colaboró con intelectuales y profesionales de la época, como el archivero José de la Torre y del Cerro, el veterinario y arabista Rafael Castejón de Arizala, el arquitecto y concejal socialista Francisco Azorín o el historiador y político republicano Antonio Jaén Morente.
Como destaca Baena, debido a estas amistades, el régimen franquista lo tildó de persona poco fiable y fue represaliado, de forma que en octubre de 1936 "sufrió un expediente depurativo" y lo echaron del cuerpo de museos. Más tarde, lo restituyeron -en este caso por la influencia de amistades cercanas al régimen-, lo destinaron al museo de Badajoz y luego volvió a Córdoba.
El Fenómeno, un intelectual asesinado
Enrique Moreno El Fenómeno (Montalbán, 1900 - Córdoba, 1936) es una figura muy destacada en la cultura de la época. Fue uno de los escultores más significativos de la España de preguerra, destacando fundamentalmente en el ámbito del arte cordobés.
Se formó en la Escuela de Artes y Oficios de Córdoba y, una vez finalizados sus estudios, obtuvo una beca de la Diputación en 1916, viajando por Roma y París, donde se dejó influenciar por la obra de Archipenko y Mestrovich. Está considerado un introductor de las ideas de vanguardia en el arte local del momento.
En las tertulias que se mantenían en el café La Perla y en el restaurante Bruzo se hizo popular por su brillantez de palabra entre lo más selecto de la intelectualidad de Córdoba. Lola Baena recuerda una anécdota muy extendida sobre el artista: Un día pasó Ortega y Gasset por una de las tertulias y ante su brillante verbo, dijo: "Cuando Enrique Moreno habla, Ortega y Gasset escucha".
Entre su producción destaca el monumento al músico Eduardo Lucena (Córdoba), al poeta Manuel Reina (Puente Genil), a Antonio Palomino (Bujalance) y el busto del músico Martínez Rücker (Córdoba). Su trayectoria vital y artística fue truncada en la madrugada del 8 al 9 de septiembre de 1936, cuando fue fusilado.
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