Tribuna

El cenit de una temporada taurina atípica

  • A pesar de que el maldito virus está marcando un año más la campaña, ésta continúa pujante, pese a todo y contra todos

Finito de Córdoba en la feria taurina de Gijón.

Finito de Córdoba en la feria taurina de Gijón. / Efe

Expira el mes de agosto y la temporada taurina, pese a todo, alcanza su punto más álgido. A pesar de que el maldito virus está marcando un año más la campaña, ésta continúa pujante, pese a todo y contra todos. La fiesta de toros parece que goza de buena salud, al menos se están organizando festejos, se están abriendo las puertas de muchas plazas de toros y el público, a pesar de las restricciones de aforo, está acudiendo a los tendidos con ganas de fiesta y diversión.

La tauromaquia está viviendo momentos convulsos. La falta de actividad en las plazas de primera categoría, hasta el momento solo Córdoba y Málaga –gracias a una empresa como Lances de Futuro, comandada por José María Garzón, alejada de los grandes trust, y con ganas de trabajar para revitalizar la fiesta taurina del futuro– han abierto sus puertas.

Sevilla y Madrid han anunciado festejos en otoño, mientras que las grandes ferias del norte, a excepción de Santander, curiosamente regida también por Garzón, se las llevó un año más el covid por delante, dejando huérfanas de toros a ciudades eminentemente taurinas como Bilbao, Pamplona o San Sebastián.

Sí hubo toros en Gijón, con polémica incluida. Una alcaldesa a quien nadie conocía, se ha erigido en adalid de la defensa de los derechos de no sé quién y con la burda excusa de unos nombres de toros lidiados en la plaza, amenaza con acabar con la fiesta en la localidad asturiana, con una decisión arbitraria y contraria a ley. Una vez más, el taurinismo ha mirado para otro lado, mostrando la falta de unión de sus estamentos.

Todo ha quedado en un comunicado de la Fundación del Toro de Lidia y el cabreo de la afición, la que de verdad mantiene la fiesta, en las redes sociales en lo que modernamente se ha dado en denominar el twettendido. La señora alcaldesa amenaza con el cese de actividad taurina en un coso de titularidad pública, o sea de todos los gijonenses, con una actitud que, de llevarse a cabo, iría en contra de la ley, por lo que de cumplirse rozaría la prevaricación, ante la que habría que acudir a los juzgados, que de seguro serían más efectivos que los comunicados emitidos hasta la fecha.

También en Andalucía se tocó arbitrariamente la fiesta. Desde la Consejería de Igualdad se “recomendó” a los ayuntamientos no autorizar espectáculos taurinos donde interviniesen personas con acondroplastia, ignorando que las personas que figuran en las plantillas de este tipo de festejos lo hacen por voluntad propia y ejerciendo uno de los derechos que marca nuestra Carta Magna, como es la de un trabajo con el que poder ganarse el sustento.

Al parecer, las aguas han vuelto a su cauce y los “pequeños” podrán volver a desarrollar su actividad sin ningún tipo de problema. ¿Se imaginan que se prohibiese intervenir a Peter Dinklage (Tyrion Lannister) en la serie Juego de Tronos alegando que el público se ríe de él?

A pesar de todo y todos, la fiesta de toros sigue su camino. Mientras haya hombres dispuestos a enfundarse el chispeante y jugarse la vida cada tarde habrá fiesta taurina en cada plaza y cada pueblo que la albergue. El toreo tiene más poder del que la gente cree. Los ataques externos son cada vez más radicales, pero ojo con los que vienen desde dentro. Son muchos más dañinos y perjudiciales. Es inadmisible que la manipulación de los pitones de los toros a lidiar este dándose por válida tarde tras tarde, con la aceptación de un público que se conforma con muy poco.

Hay que ser exigente, empezando por los profesionales del escalafón, y volver a los valores que la fiesta pierde a pasos agigantados, como puede ser la integridad de los toros a lidiar cada tarde.

Hay también que defender al ganadero. Todos tienen derecho a vender sus productos en estos tiempos convulsos, pero hay que abrir el abanico y dar cabida a otros hierros que están alejados de los grandes circuitos. Ya se vio como el reclamo de los Veraguas de Prieto de la Cal, junto a Morante, llenaron la plaza de El Puerto de Santa María, aunque a la postre todo resultara un fiasco por el juego de los toros y la actitud del espada.

Curiosamente, fechas posteriores al evento pusieron de manifiesto que los añejos veragueños facilitaron el éxito de sus matadores y que Morante siguió obteniendo triunfos por las plazas donde actuó. Las cosas imprevisibles del toreo. Ya se sabe: “El hombre propone, Dios dispone y el toro todo lo descompone”.

Por Córdoba, todo continúa igual. Con la esperanza de la nueva apertura de Los Califas en otoño, ojalá Garzón repita la experiencia del pasado año de dar toros el 12 de octubre, la provincia enarbola el pendón taurómaco.

La plaza de Cabra abrirá sus puertas con un interesantísimo mano a mano entre Finito de Córdoba y Daniel Luque, así como con un festejo menor donde intervendrán Rocío Romero, que poco se le ha cantado la gesta de matar ganaderías que otros rehuyen, y del nuevo Manolo Vázquez, que no hay que olvidar reside en la finca familiar de Las Cruces en el término de Hornachuelos.

Luego, Lucena albergará el cartel de moda con el triunvirato Morante, Ortega y Aguado, espadas gozan del beneplácito de la afición que les canta lo bueno y obvia en exceso el defecto. También Priego y Pozoblanco abrirán este año sus plazas con los albaserradas de Victorino en sus carteles. Todo parece volver a la normalidad, eso sí, con aforos reducidos y con las restricciones que marcan las autoridades sanitarias.

Todo continúa a pesar de todo en las postrimerías de agosto, donde la sombra de Manolete se hace presente, una vez más, 74 años después, demostrando la grandeza de un mito que entregó su vida de forma prematura para mayor gloria de una liturgia, como es la taurina, que a pesar de todo continúa viva. ¡Gloria a Manolete!

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