De las celosías y el criterio coherente
Deberían leer en profundidad los interesados en quitar celosías y abrir puertas en la Mezquita y/o Catedral los siete folios del informe de la Comisión de Patrimonio de la Consejería de Cultura sobre el plan especial de las Caballerizas Reales y el Alcázar. Aunque el valor artístico e histórico de uno y otros monumentos se encuentra a años luz, el análisis del documento arroja una serie de evidencias sobre la posición de la Junta de Andalucía y de sus responsables culturales cuando se abordan modificaciones de edificios muy protegidos. Dónde se traza, en suma, la raya de lo permisible.
Resumiendo, la Junta se ha cargado la mayor parte de las propuestas municipales consistentes en alterar el estado actual de las Caballerizas y el Alcázar aún cuando se trata de reformar partes de dichos monumentos que no tienen un valor específicamente significativo. Por ejemplo. Cultura ha decidido tumbar la pretensión municipal de demoler las antiguas letrinas de las Caballerizas (léase, entrando a mano izquierda; oficialmente, la crujía este), edificio del siglo XX que no tiene, a juicio municipal, un valor significativo. El Consistorio optaba por algo mejor, de nueva planta, y a ser posible más modernito. La Junta también se ha llevado por delante el proyecto de destruir -un exceso municipal, sin duda- el llamado jardín alto del Alcázar (léase, entrando a mano derecha), esa estancia cuadrangular que queda por encima de los primeros estanques y con el que se pretendía volver a la cota original descubriendo las comunicaciones históricas entre ambos monumentos, ahora lamentablemente tapadas. La Junta le ha dicho al Ayuntamiento que abra esa puerta del muro pero que deje un jardín más o menos como el que hay. Más. Cultura le para los pies al Consistorio sobre la reedificación de la antigua puerta de los sacos y le dice que sea un poco menos agresivo en el programa del Alcázar, donde se quería reabrir una vieja puerta, colocar un ascensor y mejorar la situación general de un monumento sometido a un uso intensivo. Otra: de tocar la cerca entre Caballerizas y el barrio del Alcázar Viejo, nada. Al menos hasta que se hagan los estudios arqueológicos pertinentes.
El documento de la Junta apela continuamente a un concepto discutible: la imagen consolidada. Un monumento, asevera el argumento, constituye el sumatorio de todos los aciertos y todos los errores cometidos a lo largo de su historia. De esa manera, lo que se está acostumbrado a ver -aunque sea una auténtica porquería arquitectónica- tiene un valor que conviene ser preservado. Ese parece ser el criterio unánime de una comisión opaca -y de gustos poco transparentes (sus actas y sus informes rara vez están disponibles para consulta pública)- que es quien ahora mismo decide sobre el patrimonio histórico.
Dicho lo cual, parece poco probable que el debate de retirar la celosía de Rafael de La-Hoz padre y colocar una puerta acristalada de los accesos a la Mezquita -en su defecto, un proyecto más ambicioso para todo el frontal colindante con el patio de los naranjos- se vaya a realizar en un clima de concordia.
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