De la cárcel a la Cruz Roja
José González, tras pasar parte de su vida en la cárcel, salió del mundo de la droga y ahora ayuda a lo demás


El padre de ambos fue marinero. Y los dos consideran que el ser humano es responsable plenamente de su vida, sin excusas. Uno es Jean-Paul Sartre, padre del existencialismo, y el otro José Pérez González, voluntario de los programas de Acompañamiento de Personas Mayores y Reparto de Alimentos de Cruz Roja en Córdoba. Pero antes de esto, el segundo pasó por cárceles de toda España cumpliendo condena por atracos a bancos, a lo que se dedicaba cuando encontró en la droga la "solución" a sus problemas financieros.
José nació hace 63 años en Isla Cristina (Huelva). Se casó y comenzó a trabajar en Barcelona en una fábrica de lavadoras. "Pero empezaron a llegar los críos, me endeudé demasiado y no me llegaba el dinero para pagar el piso, yo sólo tenía 23 añitos y no tenía ni idea de llevar una casa adelante", relata José González.
Asfixiado por las deudas, comenzó a frecuentar los bares del puerto del Prat de Llobregat donde "veía que con la droga se ganaba dinero fácil y que los demás se pagaban su coche y su piso". Acabó por dejar su trabajo y se dedicó por completo a vender droga para otros, hasta que "llegó un momento que no ganaba para mantener mi vicio y empecé a atracar bancos porque quienes me la proporcionaban querían cobrar", se lamenta. Recuerda con rabia el atraco a la Banca Catalana de la calle Balmes. "Hubo un tiroteo, heridos... ¡Dios mío, cuánto daño hice!", dice echándose las manos a la cabeza.
Durante más de 14 años, José ha cumplido condena por delitos similares y ha recorrido cárceles de toda España. Pero este calvario acabó cuando un buen día, justo después de un intento de suicidio con tranquilizantes, pasó cerca del coche de un voluntario de la Cruz Roja de Barcelona, Jaume, "un chico muy hippy a quien yo le pedía cigarrillos y que empezó a darme bocadillos, café y a escucharme, eso era lo que más necesitaba".
Con la ayuda de este chico y de otra voluntaria ingresó en un centro de desintoxicación en Tarrasa. Después de "curarse", los asuntos pendientes con la Justicia lo llevaron a Córdoba para cumplir una antigua condena y cuando salió de la cárcel "al ver a los voluntarios de la Cruz Roja, me acordaba de Jaume, el chico que me ayudó a salir todo esto", comenta, y desde entonces presta su ayuda ahí.
"No se trata de devolver nada, porque no se devuelve, pero yo puedo ayudar a quienes están pasando por mi misma situación", reflexiona en alto José, un testimonio que abre una puerta al cambio hacia una vida feliz y plena, a juzgar por su eterna sonrisa.
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