La Asociación Reto a la Esperanza cumple 35 años en Córdoba: "Vine destrozado, pero hoy soy voluntario y ayudo a otros como me ayudaron a mí"
Solidaridad
El colectivo lleva desde 1990 ayudando a personas adictas y drogodependientes a seguir adelante
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A las afueras de Córdoba, entre muebles reciclados y casas comunitarias, se esconde una iniciativa que cambia vidas: la Asociación Reto a la Esperanza. Sin grandes anuncios ni grandes campañas, su labor ha ayudado a miles de personas destrozadas por culpa de las adicciones, y que han encontrado una nueva oportunidad en un lugar donde no se les pide nada, solo ganas de cambiar.
Este 2025 se cumplen 40 años desde que Reto abrió sus puertas en España. Nacida en Cantabria en 1985, la asociación se ha expandido hasta el punto de estar presente en todas las comunidades autónomas del país, y hoy cuenta con 226 casas de acogida y 76 centro residenciales repartidos por todo el territorio nacional. Su enfoque es singular: un modelo de rehabilitación integral gratuito, voluntario, cristiano y autosostenido.
En Córdoba, desde que aterrizó en 1990 ya han pasado unas 3.367 personas, contando con monitores, voluntarios e internos, todos ellos con un ingreso voluntario y siendo conscientes de que necesitan esa ayuda. "Nuestro objetivo es ayudar a personas con problemas de adicción, pero también a quienes viven en situación de calle o exclusión social", explica Fernando, uno de los responsables de la sede en Córdoba.
Pero la asociación se ha encontrado un nuevo reto en todo este tiempo. A la drogodependencia empiezan a sumarse problemas de salud mental, enfermedades psiquiátricas o violencia doméstica, y muchas veces la fundación no puede hacerse cargo debido a la falta de recursos. "Nos estamos encontrando con personas que vienen con un perfil distinto. No solamente es adicción al consumo de drogas, sino vinculado también al tema de salud mental, y eso complica mucho la labor y el trabajo", sostienen desde Reto.
Uno de los aspectos más llamativos de la asociación es su independencia económica. Reto no recibe ninguna subvención pública, por lo que su sostenibilidad se basa en el trabajo de sus residentes y voluntarios, a través de talleres ocupacionales, las sedes de Rastro Reto, con muebles de segunda mano, y campañas de reciclaje. Todos ellos están autorizados por el Gobierno de España y no cobran nada por retirar los muebles, ya que le dan una segunda vida, como hacen con los miembros de la asociación.
Sólo en Córdoba, el colectivo cuenta ya con seis locales de atención e información y de venta de productos reciclados. Los ingresos generados van destinados a la estancia en alguna de las casas de acogida con las que cuenta, cuatro en total, dos para hombres, una para mujeres y otra para madres con hijos.
Transformación desde dentro
El programa de Reto se sustenta en que, para dejar atrás una adicción, no basta con suprimir el consumo, es necesario un cambio profundo. "La droga es solo el efecto, como una forma de evadirse de lo real; la causa es el vacío interior", afirma Fernando. Para que todo esto sea posible, el acompañamiento espiritual basado en el Evangelio es la herramienta central del proceso.
Un versículo que citan con frecuencia (Corintios 2, 5:17): “El que está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; todas son hechas nuevas”. La fe, para muchos, fue el motor del cambio.
Un proceso muy sencillo
Todo empieza con una llamada. A veces la hace el propio interesado, otras un familiar desesperado, pero solo se impone una condición: aceptar las normas de la casa y estar dispuesto a cambiar.
El programa se divide en tres fases: desintoxicación, deshabituación y reinserción. No hay medicación sustitutiva. En las primeras etapas, los internos no pueden enfrentarse a tareas como reparto o recogida de muebles, ya que todavía se enfrentan al síndrome de abstinencia. Por eso, los primeros 15 días los voluntarios trabajan con ellos en las casas de acogida hasta que pueden dedicarse a estas tareas.
Las casas son humildes, pero dignas. Habitaciones compartidas, cocinas comunes, espacios de deporte, talleres y huertos. Algunos matrimonios que nacieron en Reto viven allí con sus hijos y forman parte del equipo: "No hay lujo, pero tampoco falta lo necesario".
El problema es que no siempre hay plazas. Las casas se llenan y los recursos no alcanzan, por lo que muchas veces hay que decir que no. "Nos duele decir que no, pero cada persona necesita a otra a su lado, atención constante y tiempo", comenta Fernando.
Un ejemplo de ello es la situación que El Día vivió durante la realización de este reportaje. Un hombre de 55 años que, con la voz temblorosa, pedía ingresar cuanto antes. Tenía problemas de movilidad, además de síndrome de abstinencia, pero Fernando, responsable de admisiones del centro, con todo el dolor, tuvo que decirle que no. "Estamos llenos en Córdoba, pero te doy el contacto de otra casa en Cáceres para que te puedan ayudar", comenta desde el otro lado del teléfono.
Vidas cambiadas
Pero otras historias tienen un final -y un principio- distintos. Federico dormía en una tienda de campaña, rechazaba la ayuda de su familia y desconfiaba de los centros de rehabilitación. Hoy lleva más de 15 años en Reto, ya no solo como interno, sino parte de una comunidad que intenta ayudar a otros. "Yo no quería saber nada, pero me topé con unos chicos que estaban recogiendo muebles y me ofrecieron ayuda. Me resistí, pero al final llamé y, gracias a ello, Dios ha hecho una obra en mi vida", cuenta.
"Vine hace 14 años destrozado, cerca de la sobredosis, vi la muerte de cerca y pensé que no podía seguir así. Hoy soy voluntario y ayudo a otros como me ayudaron a mí", comparte Israel, un antiguo residente cuya vida ha dado un vuelco gracias a la asociación Reto para la Esperanza. Como él, la mayoría de voluntarios que han pasado por el mismo infierno y que hoy están dispuestos a ayudar a quienes aún no han salido de él.
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