Un año sin Teresa y Antonio

La caída de una casa en Santa Marina se investiga en los tribunales

Los vecinos de Santa Marina recuerdan la mañana del 21 de febrero del año pasado, cuando el derrumbe de una vivienda de la calle Palomares mató a un matrimonio

1. Una flores colocadas por los familiares recuerdan el lugar donde fallecieron Teresa Fernández y Antonio Sánchez, en la calle Palomares. 2. Rafael Rojas, un vecino del número 4, fue testigo de los hechos y acogió en su vivienda los enseres de las víctimas. 3. En primer término, Juan Romero critica la gestión del Consistorio después del derrumbe.
1. Una flores colocadas por los familiares recuerdan el lugar donde fallecieron Teresa Fernández y Antonio Sánchez, en la calle Palomares. 2. Rafael Rojas, un vecino del número 4, fue testigo de los hechos y acogió en su vivienda los enseres de las víctimas. 3. En primer término, Juan Romero critica la gestión del Consistorio después del derrumbe.
Ángel Robles

21 de febrero 2008 - 01:00

El estruendo de las sirenas de los bomberos y las ambulancias despertaron a la ciudad aquel 21 de febrero. La tragedia sorprendió hace hoy un año a los vecinos de Santa Marina: en la calle Palomares, en el número 4, un matrimonio perdió la vida al derrumbarse su vivienda por las obras que se hacían en un solar colindante. El desplome, además, dejó herido grave al hijo de ambos y abrió un profundo debate sobre la infravivienda en la zona. Santa Marina se desperezará hoy con el vacío que dejó aquel día: "Ya hemos asumido lo que pasó, pero nos encontramos igual de mal que entonces. No podemos evitar echarlos muchísimo de menos", reconocía ayer Maite Sánchez, la hija mayor del matrimonio.

La joven, que ha conseguido la tutela de su hermano, recuerda el transcurso de aquellas horas como una nebulosa, una sucesión de malas noticias clavadas en la memoria: "Recuerdo cómo el día anterior me fui a trabajar y volví a casa por la noche. Me despedí de mis padres antes de irme a dormir y ya no les pude hablar más", revivía ayer. La casa se vino abajo a las 08.30. A sus padres, Teresa Fernández y Antonio Sánchez, el derribo les sorprendió dormidos. Su hijo menor también quedó sepultado entre los escombros, pero pudo salir adelante en el Hospital Reina Sofía.

Desde entonces, las causas que provocaron el suceso siguen sin esclarecerse: "Yo sí sé lo que pasó. Las máquinas pegaron el bocado más de la cuenta, aunque fuese sin querer", relata la joven, que vio hace unas semanas cómo se venía abajo el salón del viejo inmueble. Mientras tanto, la calle Palomares se ha convertido en un vestigio de lo que no debería ser la ciudad, lamentan los vecinos. "Lo único que ha cambiado aquí es que ahora no tenemos alumbrado público. Han echado abajo varias casas. Quitaron las farolas y no las han vuelto a poner", aseguró un residente del número 1 de la calle, Juan Romero, que mantenía vínculos laborales con los fallecidos: "Cuando me enteré, sentí una pena muy grande".

Rafael Rojas, vecino del número 5, fue testigo directo de la tragedia: "El Ayuntamiento no ha hecho ningún arreglo en el barrio desde entonces. Aquella mañana sentí un ruido y vi todo lo que pasó. Recuerdo cuando sacaron al chiquillo y cómo los médicos intentaban reanimar a la madre", recordó ayer. "El día anterior a que pasara aquello le comenté a mi hijo todo lo que las máquinas estaban sacando. Los obreros dijeron que la calle estaba sobre una escombrera vieja. Y Teresa habló con el encargado de la obra para quejarse de que su casa temblaba", dijo el vecino, que acogió en su casa los enseres que los afectados pudieron recuperar.

"Ninguna tempestad podrá acabar con nuestra fuerza para luchar por la Justicia que os merecéis", recuerda un cartel firmado por los familiares del matrimonio que pende de la verja del solar. Hay vecinos que todavía se lo piensan dos veces antes de pasar por allí para evitar revivir aquella mañana: "Lo recuerdo fatal. Mi hija llegó a casa y me dijo que no saliera a la calle. Fue una lástima. La casa era antigua, pero estaba muy bien cuidada", contaba Encarnación Cabello, una vecina de la calle Valencia.

El aniversario de la tragedia se revivía ayer en los bares y los comercios de la zona. En el Muro de la Misericordia, Lola regenta una tienda de ultramarinos en el bajo de una vivienda de la misma época que la que se vino abajo: "Todo sigue igual. Se están echando la pelota unos a otros para ver de quién es la responsabilidad, y no se soluciona nada. Hace poco vino la policía para fijar una valla que se había caído y los vecinos estaban asustados", dijo la comerciante. "La culpa es del Ayuntamiento por haberle dado licencia de obras a la constructora", concluyó la vecina.

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