Alejandro López Andrada, escritor: "Sigo viendo el mundo a través de la mirada del niño que fui"

Entrevista

El autor acaba de publicar 'El corazón de las golondrinas', un libro en el que vuelve a su infancia en Los Pedroches

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Alejandro López Andrada posa con 'El corazón de las golondrinas'. / Miguel Ángel Salas

Córdoba/Alejandro López Andrada (Villanueva del Duque, 1957) es uno de los escritores más prolíficos de Córdoba. Hace 40 años que comenzó a publicar y desde entonces ha editado alrededor de un centenar de obras de diferentes géneros, aunque él se considera poeta por encima de todo. Es en la poesía donde ha conseguido premios como el Nacional San Juan de la Cruz, Iberoamericano Rafael Alberti, José Hierro, el Fray Luis de León o el Ciudad de Córdoba Ricardo Molina. Ahora acaba de publicar con Berenice El corazón de las golondrinas, una novela biográfica en la que regresa a su niñez en Los Pedroches. En breve también llegará a las librerías La huella azul, un libro de poemas en prosa editado por Hiperión.

Pregunta.¿Cómo surgió El corazón de las golondrinas?

Respuesta.Surgió de una conversación que tuve un verano con mi buen amigo Joaquín Araujo, el guionista de El hombre y la Tierra. Estuvimos charlando de naturaleza y, como él sabe que yo soy muy ornitólogo, que además de la poesía me encanta el mundo de los pájaros, me animó y me dijo: "¿por qué no cuentas algo que nadie ha contado en este país? Tu vida de niño, tu infancia en relación con la naturaleza en un mundo rural y cómo conoces los pájaros, sus nombres, los nidos, el deslumbramiento de un niño por el campo". Ahí surgió la idea hace cinco o seis veranos.

P.¿Qué significado tienen para usted las golondrinas?

R.Las golondrinas tienen el sentido mágico de la pureza, la inocencia, los cielos azules y machadianos de mi niñez. Me acerca al barrio de El Verdinal, que es donde yo correteaba de niño y por donde ellas pasaban. Para mí eran los pájaros más fascinantes del planeta porque son como equilibristas, son acróbatas del aire, es una maravilla verlas cruzar delante de ti. Yo me sentaba cuando niño en la puerta de la tienda de tejidos de mi padre y me tiraba allí los minutos viéndolas cruzar delante de mí, volando por la calle, cruzando el aire. Son el símbolo de la inocencia y de la pureza absoluta.

El escritor Alejandro López Andrada. / Miguel Ángel Salas

P.¿Hay nostalgia en este libro?

R.Claro que sí, es todo un libro nostálgico y del reencuentro con el niño que nunca se ha ido, porque yo siempre digo que para ser poeta de la naturaleza tienes que mirar el mundo con los ojos del niño que uno fue en otro tiempo. De hecho, yo sigo viendo el mundo a través de la mirada del niño aquel que fui. Y hay mucha nostalgia, por supuesto, es un libro lleno de nostalgia y de melancolía, y de intentar detener el tiempo, algo que es imposible. Este libro tiene mucho que ver con En busca del tiempo perdido de Marcel Proust y, sobre todo, con Por el camino de Swann. Yo fui lector de Marcel Proust y me encanta ese tipo de escritura, intentar detener el tiempo a través de los sabores, los colores y los sonidos.

P.Trae a la memoria a muchas personas de su infancia, pero sobre todo a su abuelo Pepe, ¿cómo eran esas aventuras con él y qué significa para usted?

R.Mi abuelo materno, Pepe Andrada, que es del que hablo en el libro porque mi abuelo Alejandro fue para mí también muy importante, pero murió cuando yo era un niño, con ocho años, y quizá no tuve la misma relación con él. Pero mi abuelo Pepe fue el que desde niño me ponía en sus rodillas, cuando yo tenía tres o cuatro años, y me recitaba poemas de Gabriel y Galán, de Luis Chamizo, de los poetas extremeños..., pero también me recitaba las fábulas de Esopo, Samaniego e Iriarte, y fue educando mi oído para la poesía. Aparte de eso me enseñó a amar la naturaleza, me iba con él a dar paseos por el campo, por su finca, El Lentiscar, que aparece en uno de los capítulos del libro. Fue el mago que me enseñó a amar la tierra, la naturaleza y la poesía.

Este es un libro lleno de nostalgia y de melancolía, y de intentar detener el tiempo"

P.Ahora que usted es abuelo, ¿le gustaría tener una relación así con su nieta?

R.Bueno, ese es mi sueño. De hecho, antes de que cumpliese el año ya había escrito un libro de poemas infantiles, que es El Universo de Noa, porque ella se llama Noa, que publicó la editorial Trifaldi de Madrid, y que dentro de poco sale un disco con 12 poemas de El universo de Noa musicados por el cantante José María Guzmán, de Cánovas, Rodríguez, Adolfo y Guzmán. Entonces, para mí mi nieta lo es todo, ojalá pudiera tener yo esa relación. De hecho, en el libro los poemas que hablan de Noa son sobre ese regalo de la naturaleza y el paisaje de su infancia que le hace el abuelo. Sí, quiero tener la misma relación que tuve con mi abuelo, es decir, que yo sea para ella el abuelo que yo tuve, mi abuelo Pepe.

P.¿Cómo ha marcado su etapa adulta el haber pasado esa infancia en el medio rural en Los Pedroches?

R.Me ha marcado totalmente, claro, sigo viendo con la misma mirada que ella. Yo voy andando por Córdoba, por el Parque Juan Carlos I o por el Parque Cruz Conde, y me encanta ir mirando los mirlos, las palomas torcaces, todos los pájaros. Me siento un poco como en el campo. Me gusta mucho Córdoba porque si paseas por la ribera, es un paisaje bellísimo, hay muchísimos pájaros... Sigo en Córdoba reencontrándome con el niño que fui porque, como te decía, el poeta tiene el niño dentro y sigue mirando a través de los ojos de la infancia.

Alejandro López Andrada. / Miguel Ángel Salas

P.¿Cuándo se mudó de Los Pedroches a Córdoba?

R.Hace ahora 11 años, en 2014. La verdad es que me traje aquí aquel mundo conmigo; es curioso porque yo vivo en Córdoba, pero mi mente y mi corazón siguen estando en Villanueva del Duque. Cierro los ojos y, a lo largo del día, siguen paseando por mi interior personas, muchas de ellas ya no están, recuerdos... Vivo mucho recordando momentos, instantes de mi vida en los que fui muy feliz, y eso me hace reconectar con aquel mundo y sentirlo dentro de mí. Por ejemplo, miro desde mi balcón un trocito de Trassierra y para mí es como cuando en mi casa de la infancia veía un trozo de la Ladera, que es una pequeña colina que está amparando a mi pueblo, donde está la ermita de San Gregorio. Para mí, el hecho de ver un trozo de Trassierra de Córdoba me traslada a esa imagen, por eso digo que estoy conectado espiritualmente y sentimentalmente al paisaje de mi niñez. Llevo 11 años en Córdoba, pero mi corazón y mi mente siguen estando en Villanueva del Duque y en los campos que rodean mi pueblo, en su paisaje.

P.¿Qué diferencias hay entre este libro y unas memorias?

R.El libro es una novela biográfica porque hablo de un niño que puede ser cualquier niño de mi generación, cualquier persona que nació en los años 50 o 60. Digo esto porque cualquiera que lo lea se va a reconocer. Entonces, funciona más como una novela, un niño que cuenta su historia, sus travesuras, su relación con los abuelos, con los amigos del barrio, con su paisaje, con el campo... Y es novela biográfica porque es verdad lo que cuento. Hay paisajes en el libro que parecen imposibles, como cuando una noche me pierdo en la dehesa, con 11 años, y me dejo guiar por un manojo de luciérnagas que veo sobre una pared de un caserón derruido. Me acerco a las luciérnagas, las cojo, y ellas me guían por el camino. Con esa breve luz descubro la vereda que había perdido, el camino que llevaba a mi pueblo. Entonces ocurren esas cosas para mí tan literarias, tan bonitas, que no parecen reales, parecen mágicas y sobrenaturales, pero que ocurrieron en la realidad, como muchos de los pasajes que aparecen en el libro.

Los niños hoy están conectados todo el día a internet, no salen al campo como yo salía con mis amigos"

P.¿Le hace falta a los niños del mundo urbano pisar un poco el mundo rural y conectar con la naturaleza?

R.Creo que sí, pero no solamente a los niños urbanos. Hoy, un niño de Villanueva del Duque o de cualquier pueblo de Los Pedroches tiene mucho más que ver con un niño de Córdoba o de Madrid, con un niño de ciudad, que cuando yo era pequeño. Te digo esto porque los niños de mi pueblo o de cualquier pueblo de España están conectados todo el día a internet, a la tablet, al móvil. Es decir, no salen al campo como yo salía con mis amigos y no saben distinguir, por ejemplo, un mirlo de un gorrión o de una alondra. No saben lo que es una planta de tomillo o de espliego, no saben lo que es una jara. Yo llegaba a mi casa, soltaba la cartera, salía corriendo con mis amigos y nos íbamos a buscar pájaros, a buscar nidos, a coger ranas, a coger lagartos, a correr por el campo y esa implicación que teníamos los niños con la naturaleza nos enriquecía mucho y nos humanizaba, nos hacía formar parte de la tierra, del paisaje, pero esa mirada ya es imposible. Yo te puedo asegurar que habrá niños que salgan poetas, que salgan escritores, pero del mundo del que yo escribo ya no podrán escribir, primero porque ese mundo ya no existe y segundo porque ellos no tienen la mirada educada en la naturaleza como yo la tengo. Un día hablando con Julio Llamazares comentábamos que somos los últimos escritores que conocemos aquella naturaleza, aquel mundo que ya no existe. Existen los pueblos, pero esos pueblos ya son más urbanitas y no son tan rurales como cuando nosotros los vivimos.

P.¿En qué momento se encuentra?

R.Ahora estoy feliz con el libro que acaba de salir, El corazón de las golondrinas. También aparecerá en unos días La Huella Azul, un libro de poemas en prosa. Para mí, es mi libro más vital de poesía. Aparece en Hiperión. Cuando me ha preguntado alguien cuánto me ha costado escribirlo le digo que 40 años: desde que escribí mi primer libro serio, El Valle de los Tristes, en el 85, hasta ahora. Es un libro que ha tardado 40 años porque es un libro de una madurez absoluta y donde está mi testimonio vital, todas las personas, todos los rincones que han dejado huella en mí, por eso es La Huella Azul, y que dedico a la memoria de mis padres. Estoy en un buen momento creativo. Tengo otra idea, que no sé si la llevaré a cabo, que no es prosa ni es poesía, es las dos cosas. Lo que sí tengo claro es que no creo que vuelva a escribir novelas, de hecho, esta novela es biográfica. Yo no soy un novelista, me veo más como un poeta, mi mirada es poética y no narrativa como es la de un escritor que se dedica a escribir novelas.

Yo no soy un novelista, mi mirada es poética"

P.¿Con cuántos años empezó a escribir?

R.Empecé a escribir con siete u ocho años. Saqué hace ya 42 años mi primer poemario, que me publicó el Ayuntamiento de Villanueva del Duque, un libro de sonetos juveniles que se llamaba Sonetos para un valle. Pero ya escribía en el instituto, aquellos poemas que le escribíamos a las amigas, a las chicas de clase, con 14 o 15 años. La suerte que tuve es que el maestro que teníamos, don Cándido Rodríguez, nos ponía a todos los niños, te estoy hablando de 1964, a leer poesía hispanoamericana. Ahí tuvimos la suerte de leer poemas de Machado para niños, de Juan Ramón Jiménez, de Lorca, de Miguel Hernández e incluso de poetas hispanoamericanos como Pablo Neruda, César Vallejo, Gabriela Mistral... Tuve la suerte de encontrarme con la poesía en mi primera lectura. Aprendí a leer antes en poesía, es decir, en versos, que en prosa. Y siempre he escrito poesía, siempre.

P.Es usted un escritor muy prolífico, ha publicado muchos libros de varios géneros. ¿Cómo lo hace?

R.Para mí escribir es como respirar. Cuando he tenido un hueco libre, hay dos cosas que me han gustado siempre mucho: pasear, mirar el mundo que hay en torno a mí, y luego eso pasarlo a una página. No me apetece escribir más novelas porque lleva un trabajo inmenso y yo no soy novelista. Hay gente que lo hace mucho mejor que yo porque tiene esa mirada del narrador. Yo le he dedicado muchas horas. Cuando trabajaba de técnico de cultura en la comarca, mis ratos libres los dedicaba a escribir. También soy un hombre noctámbulo, pero no que salga fuera a vivir la noche, sino que la vivo dentro de casa. Siempre me acostaba muy tarde porque cuando la casa estaba en silencio me ponía a escribir. Y nunca he tenido horas de descanso, le he dedicado mucho tiempo a la escritura y por eso he publicado más de 50 libros entre ensayos, novelas y poesía. Incluso hace poco escribí una obra de teatro, que está próxima a entrenar. También he escrito muchos artículos periodísticos que luego he recopilado en libros.

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