Vino de Reyes y Rey de Vinos
Repercusión. Muchos vinos deben su fama a un "espaldarazo", de forma voluntaria o no, otorgado por una Casa Real o por importantes nombres de la política del momento
LA abstinencia alcohólica es de los pocos vicios que aún no se conocen en las casas reales europeas. La afición de las monarquías por los buenos vinos viene de muy lejos. Me dirán ustedes que es fácil aficionarse a ellos cuando uno se los puede permitir. Y tienen razón.
Luis XIV llamó al Tokaj húngaro Vinum Regum, Rex Vinorum (Vino de Reyes y Rey de los Vinos), un vino procedente de uvas atacadas por un hongo -el botrytis cinerea- que las deshidrata en la propia cepa, uvas vendimiadas una a una cuando cada grano llega a su punto preciso de maduración. Muy aficionado era Luis XIV a los vinos dulces, así que imagino que vería su propia muerte como "envidiable", pues falleció comiendo bizcochos mojados en fondillón, cuando este vino de Alicante -negro, denso y dulce- triunfaba en toda Europa.
Ya en el siglo XX, Carlos y Diana, Príncipes de Gales, optaron por un vino de postre también botritizado, pero en su caso francés: brindaron en su banquete nupcial con Château d'Yquem, de Sauternes, uno de los vinos icónicos del mundo… Y uno de los más caros. Fue un gesto adecuadamente principesco, que la Casa Real inglesa podía permitirse.
Allí en Hungría, la leyenda 'vino de reyes y rey de los vinos' tuvo poco predicamento en el comunismo, que procuró cultivar uvas como se cultivan tomates, con los que estos vinos estuvieron en peligro de extinción. Pero gracias a la asociación Tokaj Renaissance, varias bodegas europeas (entre ellas Vega Sicilia) han ido adquiriendo esos viñedos y bodegas y volviendo a ponerlos en pie, dotándolas de tecnología punta y retornando a la viticultura ancestral que los hace únicos.
Con todo, el Tokaj no es el único vino que se reviste de tanta gloria. Un Burdeos, concretamente el Château Gruaud-Larose, ostenta esa leyenda en francés en sus etiquetas (Le roi des vins, le vin des Rois) solo porque en algún momento del siglo XVIII estuvo de moda entre la nobleza. A este vino de la AOC Saint-Julien, el 'eslogan le queda un poco grande tratándose de un 'segundo cru' a la sombra de nombres como Latour, Haut Brion, Lafite-Rothschild, etc., que ahora son bebidos por una clientela diversa que va de los mafiosos rusos a los cantantes de hip hop…
Lo cierto es que los reyes han impulsado no pocos vinos: Petrus ganó fama -Pomerol no era la zona más reputada de Burdeos- tras ser servido en la boda de Isabel II en el año 1947, año que, por cierto, figura entre las cosechas legendarias de Burdeos.
Pero también grandes figuras políticas han contribuido a ensalzar marcas y llevarlas al Olimpo Enológico: en la boda de Jackie y J.F.Kennedy, el distribuidor de vinos se equivocó y el Moët Chandon (que era el champagne que estaba previsto servir) terminó en la carpa del servicio, lo que dio mucho que hablar y mucha publicidad a este champagne. El que bebían los zares era mucho mejor. nada menos que Cristal de Roederer, embotellado 'ad hoc' para la Corte.
En España se subastaron los muy selectos vinos de Isabel II cuando salió de España a probar el amargo vino del exilio.
En la última boda real española se bebió un Imperial de Cvne del 94, elegido -parece ser-en cata a ciegas. No fue una elección vanguardista pero tampoco enológicamente comprensible: el 95 fue una mejor añada. El vino blanco fue Clarión, en lo que fue el gran momento de gloria, tal vez, del Somontano. La Casa Real española no concede títulos de proveedores oficiales… pero sí circulan leyendas, como la afición del Rey Emérito al Barón de Chirel Cuvée Superior de Marqués de Riscal (esto parece el Gotha).
La Casa Real inglesa sí tiene proveedores oficiales, que se materializan en los llamados Royal Warrants, unos sellos de reconocimiento real que se otorgan a los proveedores frecuentes de bienes y servicios a la casa real británica. Actualmente existen unos 800 proveedores oficiales, alguno de los cuales conservan el suyo desde hace más de un siglo. El tipo de proveedor ha ido transformándose a lo largo del tiempo: si en 1789 incluían un fabricante de cartas, un artesano de imperdibles, un exterminador de ratas y un cazador de topos, en la actualidad la Corona reconoce tanto a tintorerías como a cadenas de teléfonos móviles o programadores de software... Y por supuesto, sigue reconociendo vinos, siempre del gusto de la Reina, que gastó el pasado año medio millón de euros en vinos para su Casa según los datos hechos públicos por la propia institución monárquica. El champagne oficial de la boda del Príncipe Guillermo y Kate Middleton fue de Pol Roger, una Casa de champagne con cierto peso en la alta sociedad inglesa, desde que Winston Churchill, gran aficionado a los vinos franceses, lo escogiese como su champagne preferido. De hecho, la firma elabora desde entonces la Cuvée Sir Winston Churchill en su honor. En la Casa Real británica, en cambio, el preferido hasta ahora era Bollinger. La Reina Victoria lo designó como proveedor Real en 1884, y en 1981 Bollinger fue uno de los que se sirvieron en el enlace del Príncipe Carlos y Diana, junto con Krug y Dom Pérignon.
En el enlace del príncipe Guillermo de Holanda y Máxima Zorreguieta, hubo otro protagonista argentino además de la novia: los vinos tintos y blancos de una bodega mendocina, Salentein, ubicada en Tunuyán, que ganó la licitación que realizó la pareja real entre productos argentinos para estar presente en el regio banquete.
La Casa Real danesa no dudó en servirse de los viñedos de su propiedad para "encargarse a sí mismos" el vino del que disfrutaron los invitados del enlace entre el príncipe Federico y Mary Donaldson. En concreto fueron 6.000 botellas de vino tinto cuyo precio por unidad oscilaba entre 80 y 90 coronas, con lo que los ingresos de la empresa vitivinícola (SAR Les Marches de Caix) de la que son dueños la Reina Margarita y su esposo, ascenderían a medio millón de coronas (unos 67.000 euros). No obstante, para evitar susceptibilidades, la propia Casa Real no se ha cansado de repetir una y otra vez que el presupuesto de los viñedos y el de la corte están totalmente separados para que el tesoro danés no acabe financiando los negocios de los reyes. Sin embargo, más allá de estas explicaciones, es indudable que desde el punto de vista comercial, fue un golpe maestro.
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