Vidas arrasadas por el río

Decenas de vecinos son desalojados en la Altea, Majaneque y AlcoleaDecenas de vecinos son desalojados en la Altea, Majaneque y Alcolea

Vidas arrasadas por el río
Ángel Robles

24 de febrero 2010 - 01:00

El río se ha llevado literalmente sus vidas. Palmo a palmo, centímetro a centímetro, minuto a minuto, el agua ha devorado con voracidad sus viviendas, tragando árboles, cercados y pozos y dejando una laguna donde antes había un barrio entero. La Altea, una parcelación crecida ilegalmente entre el meandro del Guadalquivir y la pista del Aeropuerto, fue ayer consumida por el agua. Donde hace semanas había caminos arbolados, vegetación, jardines, alambradas y muros, ayer sólo quedó un torrente de agua.

Algunos vecinos fueron advertidos por la Policía el domingo por la noche del peligro que corrían. "Decidimos salir, sellamos la puerta con silicona para evitar que el agua entrara y nos fuimos a casa de mis suegros", relataba a mediodía Julián Flores, propietario del número 12 de la calle La Tórtola. De su casa, sólo quedó el tejado. "Nunca pensamos que las inundaciones serían tan fuertes. El agua nos ha dejado sin nada y el seguro dice que no se hace cargo de los daños por tratarse de un fenómeno natural", dijo. "Y al ser una construcción ilegal tampoco podemos reclamar a las administraciones públicas", asumió.

Su familia residía antes en un piso del barrio Guadalquivir, una casa que vendieron para poder construir una vivienda mejor en la Altea. Pagaron 9.000 euros de multa por construir en zona no urbanizable, entre otras cuestiones, por su carácter inundable, como ayer se comprobó.

Una a una, las familias residentes en la Altea abandonaron por la mañana sus viviendas conforme el agua llegaba. "Los niños salieron a las 06:00 a la carrera. Sellamos la puerta y nos fuimos con lo puesto cuando vimos la crecida tan fuerte", narró Rafael Piedras, otro vecino de La Tórtola cuya vivienda quedó totalmente sumergida. "Los técnicos de asuntos sociales ya nos han dicho que no nos dan ninguna ayuda porque en la familia hay una nómina", dijo Piedras, especialista en la instalación de suelos. "Ahora mismo no tenemos nada", resumió Dolores del Pozo, otra de las damnificadas.

Un equipo de siete bomberos y dos policías locales se desplazó hasta la Altea para coordinar el desalojo de los residentes, una zona con medio centenar de viviendas. El Servicio de Extinción de Incendios y Salvamento (SESI) utilizó incluso una zodiac para rescatar a los animales de las parcelas, la mayoría de las cuales fueron construidas hace una década en la zona de servidumbre del río sin ninguna licencia.

Conforme avanzó la mañana y subió el nivel del agua, se precipitaron los problemas y afloraron las historias personales. El barrio se convirtió en un plató al aire libre, en el epicentro de una zona catastrófica desde la que retransmitieron en directo televisiones de toda España mientras los vecinos pedían ayuda y una explicación por el desembalse descontrolado. Ningún responsable político acudió a la Altea durante los minutos de mayor tensión para aportar algún argumento de lo ocurrido o para ofrecer respaldo, pues la crisis coincidió con la visita privada del primer ministro turco, Recip Tayyip Erdogan, a quien acompañaron las autoridades locales. El jefe del SEIS, Juan Rubio, sí estuvo en la Altea: "El objetivo es que el desalojo se realice con seguridad", explicó escueto.

Los bomberos constataron que el nivel del agua subió ocho centímetros en tan sólo 40 minutos, por lo que la rapidez de la crecida dejó en evidencia la improvisación del despliegue. Los vecinos, mientras tanto, comprobaban atónitos como el barro cruzaba las vallas y se colaba en las viviendas. "Lo hemos subido todo en alto y estamos tapando las puertas como podemos. No sabemos nada, ni cuándo va a detenerse el río ni adónde podemos ir a pedir información", dijo Juan Albalá, un residente de la calle La Perdiz.

A finales de diciembre, cuando el río puso en jaque por primera vez a los vecinos de la Altea, Elena Moyano no dudó en echarle una mano a sus vecinos. Ayer, su vivienda del número 41 de La Tórtola resultó irremediablemente afectada. "A las 02:00 tuvimos que irnos de casa. Anoche nos quedamos vencidos en el sofá, y de pronto llamaron los bomberos para decir que teníamos que irnos. No tenemos adónde ir", dijo. El presidente de la comunidad de propietarios, Juan Ruiz Gómez, también resultó damnificado, aunque su vivienda era utilizada como segunda residencia.

La crecida del Guadalquivir también afectó a la barriada de Majaneque. Amadora Pastor, residente de la calle El Olivo, salió de casa a las 07:00: "Oí que el cauce hacía mucho ruido, pero no me imaginaba lo que iba a ocurrir". A las 11:00 regresó del trabajo, con la intuición de que aquel estruendo del agua no deparaba ninguna buena noticia. Al llegar a casa, ya era demasiado tarde: "Todo está mojado, los colchones, los documentos, los electrodomésticos, los libros del instituto de las niñas...", dijo. "No nos han avisado con tiempo suficiente. Cuando ha venido la Policía Local a decirnos que teníamos que desalojar, ya era muy tarde", lamentó. En la zona Este del término municipal, el Guadalquivir también causó destrozos. Alrededor de 30 viviendas resultaron dañadas en las parcelaciones de Las Quemadillas, Las Cigüeñas y la Ribera Baja, donde los bomberos tuvieron que rescatar a una pareja y a sus ocho perros con una embarcación neumática al quedar su vivienda totalmente rodeada por el agua. Fue una historia más de las muchas que ayer dejó el desembalse.

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