Las consultas por síntomas depresivos suponen más del 30% de los casos que atiende la Unidad de Salud Mental del Hospital Reina Sofía, una cifra que, según indica la responsable de este área, Carmen Prada, se extrapola a todos los centros sanitarios. La depresión más grave tiene una menor incidencia.
La doctora –que participó ayer en el encuentro del ciclo Diálogos de Escucha Activa: #VivirConDepresión, organizado por la compañía farmacéutica Lundbeck– indicó que “la depresión es una enfermedad, la tristeza sana aunque displacentera, no lo es”.
En este sentido, aclaró que “la tristeza es un mecanismo de reacción emocional natural propio del ser humano a las situaciones de conflicto con la realidad”, ya sea por una pérdida o frustración.
“Es un mecanismo incentivador de recursos para el afrontamiento de la vida y, por lo tanto, no es patológico”, añadió. Sin embargo, la enfermedad depresiva tiene “como síntoma nuclear la tristeza e interfiere en el desarrollo de la vida de una persona en todos sus ámbitos: relacionales, afectivos, actividad física o conducta cognitiva”.
La tristeza no tiene por qué transformarse en enfermedad, lo que no quiere decir que cuando haya una concatenación de situaciones adversas los mecanismos adaptativos sanos se vean desbordados y se acabe en enfermedad.
Dos tercios de las pacientes son mujeres y la edad más frecuente es de 30 a 50 años
Prada explicó que en los últimos años han aumentado las consultas por estos casos “para lo bueno y para lo malo”. Para lo bueno porque en los últimos años social y sanitariamente las situaciones ansiosas y depresivas se han visto como enfermedad mental de menor envergadura y los ciudadanos se han atrevido a consultar.
Esto ha hecho que haya una menor estigmatización. Sin embargo, no ocurre lo mismo con la enfermedad depresiva grave, que “es cuestionadora de la valía de uno”.
La doctora apuntó que “estamos en un entorno histórico en el que los momentos propiciadores de crisis de valores y apoyos nos hace más vulnerables a los síntomas generadores de tristeza patológica”.
El diagnóstico de la depresión tiene una doble vertiente. Por un lado, hay muchos casos de “emociones insatisfactorias que se plantean identificar con enfermedad al ser sufrientes” en la búsqueda de un diagnóstico, pero por otra parte sucede todo lo contrario ya que “a las situaciones de depresiones graves, como son menos de búsqueda de ayuda, a veces no se les da la importancia que tienen”.
“Estamos en una sociedad que tiende a buscar píldora de lo que sea a las situaciones que nos causan insatisfacción”, lo que “acaba generando búsqueda externalizada a situaciones que es necesario que el individuo en su desarrollo vaya asimilando internamente para andar por la vida con recursos propios”.
A las consultas de Salud Mental llegan “significativamente más mujeres” porque “en el rol femenino nos ha sido en este aspecto más tolerable la identificación de sentimientos displacenteros y la búsqueda de ayuda”. De hecho, constituyen en torno a dos tercios de los pacientes. La edad más frecuente suele situarse en torno a los 30 y los 50 años en situaciones moderadas leves.
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