Urbanismo

El peso del granito, un paseo por la Córdoba gris

Personas paseando por la Calle San Pablo.

Personas paseando por la Calle San Pablo. / Juan Ayala

Córdoba ha evolucionado. Ha cambiado como toda ciudad tiene la obligación de hacer. Y donde más se puede apreciar esta metamorfosis, sin duda, es en el corazón de la ciudad. Hasta el punto de que las calles del centro han perdido su carácter antiguo y parte de la identidad que les aportaban el adoquinado con piedra natural o los empedrados. El valor histórico y paisajístico ha quedado atrás para darle prioridad a la comodidad del tránsito de los vehículos y de los ciudadanos. Así, asfaltar las calles se ha convertido en una necesidad lógica.

Y, de manera paulatina, las calles no solo han perdido la idiosincracia de una ciudad tan cultural como esta, sino que decenas ca calles y plazas han quedado enterradas bajo bloques de hormigón y baldosas de un material que ahora es el protagonista de cuantas obras se ejecutan: el repudiado granito gris.

La peatonalización de las calles es la principal causante de que el granito gris abunde en Córdoba. El primer eje que fue adaptado al peatón fue el de la calle Concepción con la calle Conde de Gondomar, en el centro de la ciudad. En esa zona el granito gris se mezcla con el adoquín de hormigón negro, dejando un color “sucio y triste”, en palabras de David Sánchez, portavoz de la Plataforma por Córdoba, muy crítica con este urbanismo moderno. Continuando el camino, la “estética mortuoria” que deja este tipo de granito se aprecia en todo el bulevar de Gran Capitán y en las pequeñas vías que comunican con Cruz Conde, como por ejemplo la calle Góngora o Conde de Robledo.

Conforme han pasado los años, la ruta del granito gris se ha ampliado. Y el itinerario se extiende por puntos claves de la ciudad, llegando a alcanzar incluso la popular plaza de las Tendillas. Este espacio, tan histórico y conocido, “fue endurecido por una entera encimera de granito gris tímidamente aliviada por bandas de enchinado blanco y aderezado por bancos de granito que emergen como panteones entre el extenso cementerio que supone la plaza y que son de imposible asiento ni en las noches de verano por el abrasamiento que supone para quien soporte su asiento”, tal y como lo define David Sánchez.

Y es que esta roca, además de no resultar estéticamente correcta, es una maravillosa conservadora del calor, lo que provoca que en una ciudad como Córdoba el granito desprenda una sensación térmica insoportable. “Este material, al igual que el hormigón o el asfalto, no presenta impermeabilización y eso provoca que el calor se conserve interno en el granito y en verano el calor del día dure toda la noche, algo que resulta inaguantable y es pésimo para el cambio climático”, explica Juan Escribano, portavoz de Ecologistas en Acción. 

Granito gris de la plaza de las Tendillas. Granito gris de la plaza de las Tendillas.

Granito gris de la plaza de las Tendillas. / Juan Ayala

El granito gris inunda todo el centro, y esta roca se aprecia también en la calle Jesús y María, aliviada por bandas transversales de granito rosa y negro, o por la calle Morería, también completada por bandas transversales de mármol ocre y grisáceo con matices azulados. 

El recorrido es amplio, y el granito gris también resulta ser protagonista en muchas otras zonas como son la plaza del poeta Juan Bernier, la conocida plaza de la Compañía o la famosa plaza de la Corredera, donde esta roca grisácea se combina con el hormigón, también gris, en toda la superficie del suelo. Muchos otros espacios turísticos siguen esta influencia estética dominada por el granito gris. La calle Hermanos López Diéguez se peatonalizó con granito gris, al igual que la calle San Pablo-Realejo, semipeatonal. La popular plaza del Alpargate, también adaptada al peatón recientemente, presenta ese color grisáceo propio del granito utilizado en Córdoba cada vez más para rehabilitar espacios.

La zona de la iglesia de San Lorenzo es un claro ejemplo de lugar histórico castigado por el empleo del granito gris para rehabilitarlo. De hecho, las remodelaciones de las infraestructuras en los alrededores de esta iglesia han protagonizado las últimas protestas en contra del uso del granito gris por parte de las asociaciones vecinales Centro Histórico, La Medina, Conde de Vallellano y Plataforma por Córdoba. Todas estas remitieron un escrito al concejal de Infraestructuras, David Dorado (Cs), en contra del uso de este material “ultradetestado y horripilante”.

No destrozar el paisaje tradicional cordobés es el objetivo de los vecinos de la ciudad, que piden remodelar las calles “siempre con pavimentos de piedra natural, con terminación abujardada y/o flameada para evitar deslizamientos y donde en vistosos diseños mezclen el granito rosa, la piedra de Sierra Elvira y otras piedras naturales de tonalidades ocres o rosas y, a veces con detalles de piedra caliza”, explica David Sánchez, el portavoz de la citada la Plataforma por Córdoba.

Plaza del Alpargate. Plaza del Alpargate.

Plaza del Alpargate. / Juan Ayala

La ruta del granito gris, no obstante, tiene otros muchos puntos que destacar que, aunque no han sido restaurados con esta roca en su totalidad, se han acabado viendo afectados por el color grisáceo. Algunas calles presentan una mezcla entre granito gris y granito rosado, este último más característico en las vías tradicionales cordobesas. De hecho, las calles principales de los barrios históricos que en otros tiempos eran transitadas por los primeros vehículos motorizados sustituyeron su empedrado por el granito rosa texturizado en los adoquines que se renovaban.

En Córdoba se pueden presenciar muchos ejemplos del uso de esta combinación de granitos en vías como la calle Alfonso XIII, la calle Conde de Torres Cabrera o la conocida calle Alfaros. No obstante, el resultado de esta mezcla no ha sido para nada satisfactorio, pues el granito gris supera a la fusión del rosa y el aspecto continúa siendo el de una calle sucia y grisácea que solo luce ápices de rosa cuando le cae la lluvia.

El granito gris es de lo más usado para rehabilitar la ciudad, pues es resistente y barato. Su uso cada vez resulta más habitual, al igual que el hormigón y el asfalto. Pero estos materiales que están presentes en calles, bulevares y plazas que son el corazón de la ciudad hacen que Córdoba pierda su valor paisajístico y su carácter histórico ante el abuso de dichos materiales que también resultan perjudiciales para el cambio climático por su capacidad para conservar el calor, insisten vecinos y ecologistas.

Tránsito en la calle El Realejo. Tránsito en la calle El Realejo.

Tránsito en la calle El Realejo. / Juan Ayala

Además del centro de Córdoba, el casco antiguo de la ciudad, declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 1994, ha perdido su pavimento característico a lo largo de estos años, de manera que ahora el granito gris es el protagonista de su acerado, castigando así a su cromatismo y a sus texturas. Precisamente, eso es lo que explica David Sánchez, de la Plataforma por Córdoba: “En los acerados siempre ha predominado la piedra natural de tonalidades rosáceas. Pero con la mono-elección del granito gris, se rompe el paisaje patrimonial del Conjunto Histórico de Córdoba confiriéndole una estética grisácea novedosa y mortuoria”.

En los acerados siempre ha predominado la piedra natural de tonalidades rosáceas, y posteriormente también en los adoquinados que han sido de granito rosa. Pero el rosa de las primeras remodelaciones contemporáneas ha pasado a la historia y el gris es ahora el color que adorna y da cromatismo a Córdoba y a sus calles y travesías. Desde la propia calle Concepción, hasta la ribera del Guadalquivir, pasando por lugares emblemáticos que son un significado cultural e histórico de Córdoba, se puede observar un recorrido gris como guía de los paseos turísticos y más habituales de la ciudad. El paisaje de la ciudad ha perdido color, protagonizado ahora por una nueva senda, la ruta del granito gris.

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