Córdoba

La Rosalía como síntoma

  • El concierto de la artista catalana deja al descubierto varias características de esta ciudad, que se debate entre ser o no moderna aunque no está ni claro qué es lo que se lleva

Rosalía durante un concierto

Rosalía durante un concierto / Efe

Dentro de una semana ya habrá pasado todo. No me refiero a la investidura del próximo alcalde de Córdoba –que está prácticamente claro que será José María Bellido–, sino el concierto de Rosalía, del que se han escrito ya ríos de tinta sin haber comenzado. El concierto de la Rosalía, trá trá, –lo siento, lo tenía que poner– seguro que se inició en la cabeza del teniente de alcalde de Cultura y de todo el equipo de gobierno como algo grandioso, la huella que cada político quiere dejar en la ciudad y que, a falta de grandes obras, esta vez pasaba por la artista del momento.

Sin embargo, intuyo, más de una vez se habrán arrepentido de esta decisión después de las críticas que se han recibido por la organización de un concierto que no ha sabido gestionarse bien desde el inicio. La Rosalía como síntoma de las cosas que ocurren en esta ciudad. Idiosincrasia cordobesa pura y dura.

Lo primero, ya se ha dicho, ese afán por ser los más modernos, lo más entregados, los más... Si hay que cometer la locura de coger un avión para ir a Nueva York a traer a Rafael Nadal para que llegue a tiempo a la Copa Davis, se hace. Si hay que incrementar el presupuesto para la Noche Blanca del Flamenco y gastarse más de la mitad de la partida para traer a la Rosalía, se hace, claro que sí. Con lo bien que pintaba en mi cabeza, debe estar pensando más de uno. La parte buena, eso sí, es que las críticas tienen una fecha de caducidad, precisamente el mismo día del concierto, y ya todo lo demás recaerá en el gobierno entrante, que está temiendo más la gestión de las masas de fans enfurecidas que a la Gerencia de Urbanismo.

El concierto de la Rosalía es uno de esos síntomas de una ciudad que prefiere mirar más allá en lugar de presumir de lo propio. Que se fía más de lo que dicen los demás que de su potencial, que es la única que no cree en sí misma y quiere tapar esas inseguridades con espectáculos de uñas de gel y brilli-brilli. Vaya por delante que no he escuchado el disco de Rosalía, que me emocionó su actuación en la gala de los Goya y que creo que el concierto puede ser beneficioso para la economía de la ciudad. Pero tengo dudas sobre la idoneidad de enmarcarlo en la Noche Blanca del Flamenco, focalizando toda la atención en una sola artista y dejando en un segundo plano el resto del cartel.

La Rosalía también como síntoma de ese eterno enfrentamiento entre la cultura de los modernos y la del resto. Porque todavía no sé muy bien si lo progre es que te guste Rosalía, hasta que te enteras de su caché, o lo que se lleva ahora es que no te guste porque ya la conoce todo el mundo. Ya saben, como los que te cuentan que van a ir a un lugar de vacaciones que no conoce nadie y todavía no hay ni turistas. Con lo feliz que es una en Barbate mismo.

La contradicción de una ciudad que quiere ser moderna pero no sabe cómo o no se puede permitir ni un lapsus en esa modernidad que a veces resulta ridícula. Está claro que gran parte de los que ahora les gusta la Rosalía, dejarán de hacerlo a partir del sábado que viene cuando vean que a la choni de la vecina del quinto también le gusta la Rosalía. Porque la cultura está muy bien, pero solo para unos pocos elegidos. La Rosalía como síntoma de lo que no hay que hacer y por dónde no hay que ir.

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