Arquitectura contemporánea

Rafael de La Hoz: "En Córdoba hay un déficit de vivienda colectiva de calidad, debería de saltar alguna alarma"

El arquitecto Rafael de La Hoz, durante una comparecencia pública.

El arquitecto Rafael de La Hoz, durante una comparecencia pública. / El Día

Hace tiempo que Córdoba dejó de ser un referente arquitectónico en vivienda colectiva, porque los bloques de pisos, urbanizaciones y residenciales con los que la ciudad crece, con sus zonas verdes comunes, sus costosas piscinas y sus pistas de pádel, adolecen de calidad. Lo advierte, con otras palabras, el arquitecto cordobés Rafael de La Hoz, uno de los grandes referentes de la arquitectura actual, con proyectos firmados en medio mundo, y voz autorizada para analizar el estado de la cuestión: por qué Córdoba, con barrios ejemplares trazados a mediados del pasado siglo XX como el Parque Figueroa, ha quedado anclada en el pasado.

“Hay un déficit de vivienda colectiva de calidad, y debería de saltar alguna alarma”, recalca De La Hoz, sin intención de “parecer categórico”, en conversación con el Día para analizar la inclusión de la provincia en la guía global de arquitectura contemporánea C-Guide, de la que él ha sido el gran precursor como patrono de la Fundación Arquitectura Contemporánea.

Córdoba se codea en este nuevos proyecto digital con grandes urbes como Londres, Los Ángeles, Sidney, París, Barcelona, Ámsterdam, Chicago, Dubái o Sao Paulo. Aparecen referenciados decenas proyectos, públicos y privados en la capital y los municipios. Hay plazas públicas, centros educativos y sanitarios y grandes viviendas particulares de portada de revista, y De La Hoz recalca precisamente este hecho: “Desde mi punto de vista, lo que llama la atención no es lo buenas que son esas viviendas unifamiliares, sino que destacan por la falta de competencia de la vivienda colectiva”.

La clave es plantear qué se considera vivienda de calidad y si está al alcance de cualquier bolsillo. De La Hoz lo tiene claro: “Me preocupa que, cada vez más, exista la lectura de que la arquitectura de calidad es un lujo para las excentricidades del arquitecto, para sus fuegos artificiales”. Es -argumenta- una visión "muy equivocada”: “El buen arquitecto trabaja igual de bien una vivienda colectiva, ya sea protegida o del mercado libre, que una unifamiliar”. En este sentido, expone, “algo pasa” en Córdoba, una ciudad que destacaba en España pero que, en la últimas décadas, “ha decaído”.

Rafael de La Hoz considera que la responsabilidad es compartida entre los promotores y los arquitectos, pues aprecia esta “falta de calidad” tanto en los nuevos espacios urbanos que configuran los ensanches de la ciudad y sus nuevos barrios como en las “piezas individuales”, las urbanizaciones, los residenciales, los bloques.

Y profundiza en sus argumentos: “No todo tiene que destacar, porque la ciudad no puede ser un conjunto de elementos singulares, excesivamente complejos, que llamen la atención. Pero sí debe de haber calidad arquitectónica”. De La Hoz recuerda cómo destacó Córdoba “en los años 50, 60 ó 70” del pasado siglo. “El tiempo ha hecho mejores todos aquellos trabajos que, en una época de emergencia social, permitieron que se habitara fuera del Casco y que la periferia creciera. Córdoba supo mantener el equilibrio, y lo mejor de todo aquello era el conjunto. No se puede citar un ejemplo único que destacara, digamos, entre la mediocridad, porque todo tenía calidad. Pero ahora me preocupa que la arquitectura se entienda como un lujo que está al alcance de pocos”, reflexiona.

El impacto del cambio climático

A su juicio, en la raíz del problema está que “faltan ganas, ilusión y la capacidad de ofrecerle al nuevo cliente algo superior en calidad”. Y abunda: “La principal preocupación entre los ciudadanos europeos es actualmente el medio ambiente, por encima de la política, del desempleo o incluso de la pandemia. Y eso es impresionante, porque hace muy pocos años era el terrorismo. Pero en Córdoba se siguen haciendo las mismas viviendas colectivas de hace 40 años, en las que todas las soluciones que se ofrecen son ventanas que aíslan. Eso no responde a la nueva necesidad social. Si se atendiera esa preocupación, estoy convencido de que saldrían viviendas de calidad”, anima a reflexionar.

A un residencial con piscina y pista de pádel, ¿se le puede llamar entonces vivienda de calidad? La respuesta es contundente: “Sin lugar a dudas que no, eso por sí mismo no es una vivienda de calidad de acuerdo a las preocupaciones actuales, aunque eso de la piscina queda muy bien en una revista”. “La calidad de la vivienda hay que repensarla” y, para ello, es obligatorio atender a necesidades crecientes como el teletrabajo, cada vez más asentado a raíz de la pandemia de covid-19, que ha vaciado muchas oficinas.

“Durante décadas, la vivienda ha sido el lugar donde se encontraba la familia al final del día después de estar vacía durante horas, cuando se habitaba densamente. Ahora, de pronto, nos enfrentamos a un cambio social extraordinario, porque tenemos viviendas ocupadas el 100% del tiempo. El teletrabajo va a cambiarlo todo, porque se pasarán más horas dentro de la casa. Esa es la preocupación de los ciudadanos europeos, cómo se hace de una manera eficaz, con el recibo de la luz yéndose a baremos desconocidos por la densidad de uso”, reflexiona.

En la actualidad, Holanda se ha convertido en el “gran referente”, con ciudades punteras como Rotterdam y Amsterdam, que han reformulado su normativa en poco tiempo para adaptarse a las nuevas necesidades. “Es un lugar de comercio, de intercambio, de prosperidad. Allí, por ejemplo, se refugiaron Espinosa y Descartes huyendo, porque siempre ha sido un lugar de libertad, de acogida. Y esa mentalidad, que se mantiene, hace que adapten sus normativas y que lo hagan eficazmente para atender las nuevas necesidades. Nos llevan años de ventaja”, reflexiona.

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