Leonor López de Córdoba, una cordobesa de Calatayud

Historia de Córdoba con nombre de mujer

Con una vida llena de tragedias y que la llevó a tener gran influencia, esta aristócrata escribió la primera autobiografía de una mujer en castellano

Fue consejera de Catalina de Lancáster, llegando a prevalecer su opinión sobre la del Consejo Real

Tarub y al-‘Sifá, concubinas del emir Abd al-Rahman II

Lápida de la tumba de Leonor López de Córdoba en la iglesia de San Pablo
Lápida de la tumba de Leonor López de Córdoba en la iglesia de San Pablo / El Día
Ana Verdú Peral - Directora del Archivo Municipal de Córdoba

16 de junio 2024 - 06:00

A menudo me gusta referirme al edifico del Archivo Municipal como “la casa de Leonor”, en referencia a Leonor López de Córdoba (¿1362-1430?), quien pudo vivir en el edificio que es la sede del Archivo Municipal desde 1969. Esta posibilidad fue expuesta por Margarita Cabrera, profesora de la Universidad de Córdoba, en su estudio sobre el linaje de los Guzmanes cordobeses. En este se detalla que en 1422 nuestra protagonista otorgó un documento fundacional de dos mayorazgos, al objeto de repartir sus bienes entre su hijo Martín y su hija homónima, que a su vez los legó a su hijo Pedro de Guzmán. Gracias a ese documento sabemos que Leonor López de Córdoba era propietaria de una casa en la collación de Santa María (barrio de la Catedral) a la que ella denominaba "El Aljafería", y que transmitió a su hija.

Es innegable la evocación al palacio zaragozano que sugieren los hermosos arcos mudéjares existentes en uno de los patios del Archivo Municipal, así como una portada también mudéjar, datada de finales del siglo XIV, recién descubierta en la rehabilitación de la casa. Apoyan también esta posibilidad Bartolomé Sánchez de Feria, que da nombre a la calle donde se encuentra el Archivo Municipal, y que residió en esta casa, y Ramírez de Arellano. Ambos vinculan este edificio a lo que debió de ser la casa solariega primero de los Hoces y luego de los Guzmanes, a quienes llegaría por el matrimonio de la hija de Leonor López, Leonor de Hinestrosa, con Juan de Guzmán.

La vida de esta mujer aristócrata, nacida en Calatayud sobre 1362, está llena de tragedias y de un tardío fulgor que la encumbró a la más alta esfera del poder entre 1407 y 1412. Fue ella misma quien, en un desgarrador relato autobiográfico, nos dio cuenta de los avatares de su existencia. Tenía alrededor de cuarenta años cuando redactó las conocidas como Memorias de doña Leonor López de Córdoba, que fueron depositadas en el convento de los dominicos de San Pablo, donde está enterrada su autora, y aunque perdido su original, del mismo se conservan varias copias.

La autobiografía de Leonor, referencia indiscutible de los estudios de género, ha sido analizada por prestigiosos investigadores tanto desde el prisma histórico como del literario, ya que está considerada como la primera obra conocida de este género de una autora en lengua castellana, y su prosa estimada dentro de las mejores del medievo español. Nuestra Leonor, nacida sobre 1362, desgrana en primera persona los avatares de su existencia, mostrándose orgullosa de su alcurnia, pues era hija de Sancha Carrillo, sobrina de Alfonso XI, de la quedó huérfana a los pocos meses de su nacimiento, y de Martín López de Córdoba, Maestre de las Órdenes de Calatrava y de Alcántara y fiel servidor del rey Pedro I.

A la tierna edad de siete años fue desposada -prometida- a Ruy Gutiérrez de Hinestrosa, único hijo y rico heredero de los señoríos de Haro e Hinestrosa. Aunque en aquel tiempo esta edad tenía respaldo legal desde la Partidas, es posible que el padre precipitase su desposorio tras quedar la familia en una situación comprometida al morir asesinado Pedro I a manos de su hermanastro, Enrique II de Trastámara. Tras este suceso, Martín López de Córdoba se refugió junto a su familia y las infantas en el alcázar de Carmona, resistiendo un cerco de algo más de dos años del rey Trastámara. Tras pactar la paz con este, Enrique II lo traicionó, lo mandó ajusticiar y confiscó los bienes de la familia, incluyendo los del prometido de Leonor.

Además encarceló a toda la familia y sus seguidores en las atarazanas de Sevilla. Leonor tenía tan solo ocho años, en sus Memorias lo recuerda así: “Y estuvimos, los demás que quedamos, presos nueve años hasta que el señor rey don Henrique falleció. Y nuestros maridos tenían sesenta libras de hierro cada uno en los pies” (…) “E a mi marido en especial poníanlo en el algive de la hambre, e teníanlo seis o siete días que nunca comía ni bebía, porque era primo de las señoras infantas, hijas de el señor rey don Pedro”. Allí en la cárcel sevillana, la peste que afectó a Castilla en 1374 asoló a su familia, muriendo dos de sus hermanos y sus cuñados, sobreviviendo sin embargo ella y su marido, con el que se casaría, encarcelados aún ambos, a los doce años de edad, límite que marcaba la ley.

Tras la muerte de Enrique II en 1379, el joven matrimonio recobró la libertad. Leonor se trasladó entonces a Córdoba buscando el amparo de su tía abuela María García Carrillo, señora de Aguilar, mientras que su esposo marchó a intentar recuperar sus bienes, empresa infructuosa en la que empleó siete años. Leonor nos cuenta que regresó con ella a Córdoba al saber que ella se encontraba “mui bien andante”. En los años posteriores, nuestra protagonista tuvo tres hijos y una hija, la ya citada Leonor, y crió a un niño judío que quedó huérfano tras el asalto a la judería cordobesa de 1391. También fue recobrando su riqueza, a lo que contribuyó sin duda la concesión de una tienda de jabón por parte del rey Enrique III.

Pero de nuevo la llegada de la peste a Córdoba, en 1400, hizo estragos en su familia, cobrándose la vida de su primogénito, de doce años y de salud delicada. En su crónica relata que su hijo sufrió el contagio tras ser obligado por ella a cuidar de aquel niño judío que prohijó, aquejado también de la peste y que, sin embargo, sobrevivió. Este hecho le granjeó el repudio y enemistad de todos sus parientes. Sin embargo, su vida daría un giro inesperado cuando en 1404 la reina Catalina de Lancáster -cuya madre había sido madrina de Leonor y convivido con ella en la infancia- la llamó a la corte, convirtiéndose en consejera y valida de los Reyes. Tras la muerte de Enrique III el Doliente, convertida Catalina en reina Regente, Leonor incrementó su poder hasta tal punto que su opinión prevalecía sobre la del Consejo Real. No es de extrañar que Fernando de Antequera, cuñado de la Reina y corregente, orquestase con el tiempo una campaña contra Leonor que acabó en 1412 con su influencia en la corte y amistad con la Reina, hasta tal punto que amenazó con quemarla si se acercaba a la corte.

De la fama que llegó a tener Leonor López de Córdoba en su tiempo da fe el hecho de que en el Cancionero de Baena recoja varias cántigas narrando su caída en desgracia. Moriría en Córdoba sobre 1430, disponiendo en su testamento que fuese enterrada en la capilla de la Trinidad, actualmente del Rosario, mandada edificar por ella.

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