Juan José Asenjo toma posesión como administrador apostólico de la diócesis
En una carta pastoral, califica de "escándalo" la división que hay entre las iglesias cristianas
El hasta ahora obispo de Córdoba, Juan José Asenjo, tomó ayer posesión como administrador apostólico de la Diócesis tras asumir el pasado sábado su nuevo cometido como arzobispo coadjutor de Sevilla. El acto se celebró en el Palacio Episcopal ante el Colegio de Consultores y el canciller-secretario, quien levantó acta.
En primer lugar se dio lectura al decreto de la Sagrada Congregación de los Obispos, haciendo Asenjo posteriormente juramento de fidelidad y profesión solemne de fe. Con este acto, el administrador apostólico pasa a ser el máximo responsable de la diócesis hasta que su sucesor tome posesión.
Por otra parte, Asenjo calificó ayer como un "escándalo" la división que impera entre las iglesias cristianas, por lo que apeló a la unidad en una carta pastoral escrita con motivo de la finalización este domingo de la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos.
En la misma, Asenjo recordó que, precisamente, este próximo domingo, fiesta de la conversión de San Pablo, se cerrará esta semana en el marco del Año Paulino que, "por voluntad del Papa Benedicto XVI, tiene un fuerte acento ecuménico, ya que debe ayudar al pueblo cristiano a renovar su compromiso a favor de la unidad y a intensificar las iniciativas comunes en el camino hacia la perfecta comunión de todos los discípulos de Cristo".
En este sentido, Asenjo recordó el destacado "perfil ecuménico" que caracterizó la labor de San Pablo, pues, "la unidad de la Iglesia y de las comunidades por él fundadas es una idea casi obsesiva en sus escritos", lo cual contrasta "con el panorama de las iglesias cristianas, divididas hoy en múltiples confesiones y grupos", hasta el punto de que "las actuales divisiones son un escándalo y un freno para la evangelización, pues el mundo sólo creerá en los cristianos en la medida en que los vea unidos".
De ahí el compromiso de los católicos "en favor de la unidad", lo cual requiere "tratar con aprecio y afecto a los cristianos no católicos" que viven en el mismo entorno y "ser humildes artesanos de la concordia, de la unidad y de la paz" en el "hogar y en los ámbitos en los que se entreteje" la vida de cada uno, siendo éstas "formas magníficas de trabajar por el ecumenismo".
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