Adictos | Crítica

Craving tecnológico

Lola Herrera, en una escena de 'Adictos'.

Lola Herrera, en una escena de 'Adictos'. / Juan Ayala

Comienza la nueva temporada teatral con ansia de espectáculo y evidencia de ello fue el cartel de "Localidades agotadas" colgado en taquilla y web desde hacía varias semanas. Lola Herrera ha sido la grata culpable de lo ocurrido. La intérprete consagrada visitó el Gran Teatro con Adictos, Jugando a ser Dioses.

Herrera se pone en la piel de una eminente científica, creadora de una asistente virtual doméstica encargada de facilitar la vida de los habitantes del planeta. El drama teatral surge de tomar este tópico, muy propio de filmes y series televisivas, para crear lo distópico: lo que en un principio se hizo para beneficio de la humanidad sirve para controlar y cribar a la población.

El descalabro sufrido por la protagonista al querer denunciar su monstruo, la reclusión secreta que sufre en un siquiátrico donde es atendida por una doctora que la ayuda a recuperarse de su amnesia retrógrada y las visitas de una periodista muy comprometida con la veracidad de la información son los acontecimientos que desarrollan esta historia de tinte profético-ético.

La producción cuenta con un cartel de lujo. A Lola Herrera se unen Lola Baldrich y Ana Labordeta, actrices con para sacar adelante sus papeles con esa entrega abnegada que caracteriza a las grandes profesionales. El trío de actrices lo comanda la incombustible Magüi Mira dotada de propicia sensibilidad que usa para jugar con elementos y emociones.

Curt Allen Wilmer y Leticia Gañán diseñan un espacio diáfano de intenciones futuristas: el blanco aséptico, útil para alguna proyección fugaz, domina la escena con un fondo delimitado por tres estores mecánicos, una cama similar a las usadas en los hospitales de mediados del siglo pasado que junto a las seis sillas de aula escolar numeradas y encaladas conforman el lugar para recrear la acción.

Buenas actrices, buena directora, buena escenografía y técnica. ¿Se puede pedir más? Pues sí: un texto a la altura del equipo que lo representa. No es el caso. Las tres actrices se comunican, pero bajo el manto de un conflicto diluido y demasiado externo que no otorga calor ni intensidad para conectar con emociones. Una pena. Aún así, el reparto fue aplaudido a raudales por su buena voluntad.

¿Cómo descubrir si sufrimos adicción por la tecnología? El teatro, como buen reflejo de la vida, puede mostrarlo y no solo con obras como la representada el sábado. Lo vivimos cada vez que se escucha en mitad de la representación un tono de llamada, mensaje, el click para hacer una foto sin permiso o la luz de una pantalla encendida atendiendo mensajes.

A ese sector del público, cada vez más abundante por desgracia, le recordamos que pagar una entrada no otorga derecho a faltar el respeto a las demás personas que acuden a ver una función. Está de más explicar que a los actores y actrices tampoco les pagan para soportarlo. Quienes se sientan aludidos y aludidas les animo a afrontar su craving tecnológico y apaguen el móvil antes de entrar a la sala. No se les va a ir la vida si desconectan una hora y media.

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