"La Córdoba actual me parece un desastre, es la ciudad de los proyectos"

El abogado Alfonso Gómez publica la segunda entrega de 'La Córdoba golfa', una visión desenfadada da las última décadas l "Aquí, aunque algunos no lo digan, a todos nos gusta la fiesta", afirma

Alfonso Gómez, en la fuente del bulevar de Gran Capitán.

04 de mayo 2008 - 01:00

ALFONSO Gómez tiene dos grandes pasiones: los toros y el Córdoba CF A ellas les ha dedicado la segunda parte de su libro La Córdoba golfa, un best-seller local cuya primera entrega cautivó a miles de lectores con sus aventuras de la Córdoba más desenfada, pícara y bohemia. Abogado y padre de tres hijos, Gómez es una persona cercana y afable que tiene algo claro: "Aquí, aunque algunos no lo digan, a todos nos gusta la fiesta".

-Almuzara publica ahora la segunda parte de su libro La Córdoba golfa. ¿Qué le llevó a escribir sobre todos esos recuerdos?

-Bueno, esta segunda parte no la tenía prevista, sino que surgió a raíz de una serie de comentarios de gente que decía que en el anterior libro yo hablaba de otros y no de mí mismo. Yo no creo que eso fuese cierto, porque ya decía en el otro prólogo que de todo lo que hablaba lo había vivido por mí mismo, pero había personas que no encajaban eso. Por esas razones decidí hacer este libro, en el que el hilo conductor es el Córdoba CF y los toreros cordobeses, pero en el que aprovecho para hablar de mi vida y de algunos aspectos de la ciudad. D e todos modos, y al igual que en el libro anterior, lo que aquí escribo es la parte más picarona o frivolona. Yo cuento una historia de Córdoba, pero la historia más alegre y divertida. No la solemne.

-Supongo que la primera parte de La Córdoba golfa, en la que hablaba de cabaret y fiestas y de mucha gente más o menos conocida, le provocó más de un dolor de cabeza...

-Sí, claro, hubo críticas de gente que me puso en los medios como un trapo, y también otras más ocultas. En general, era gente que me criticaba y que decía que había levantado aspectos de su pasado o del de sus familiares que ya estaban enterrados.

-¿Perdió algún amigo?

-Al principio sí, pero luego hablé con los que estaban molestos, nos tomamos una cerveza y en paz. Al final, todo volvió a lo que era.

-Hablemos de fútbol. ¿Cuándo nació su pasión por el Córdoba?

-Mire, yo de niño quería jugar al fútbol, pero la verdad es que era un auténtico tuercebotas. Era muy, muy malo. Lo curioso es que llegué a cubrir, o a intentar cubrir, a Pirri, que jugaba con el equipo de Ciencias en la Universidad de Granada, en la que yo estudiaba. En verdad, yo era suplente, pero aquel día tuvimos muchas bajas porque la noche de antes se habían ido varios de fiesta. Eso es sólo una anécdota que me parece muy simpática. De todos modos, mi vinculación con el Córdoba viene de mucho antes, porque yo me crié en la Victoria, e iba mucho a El Barril. Allí acudían a las tertulias ex jugadores, entrenadores, periodistas y aficionados y yo siempre sentí que cuando fuese mayor quería estar allí y ser uno de ellos. Quería vivir eso. Luego, en 1975, presenté una candidatura con Manuel Benítez El Cordobés como vicepresidente, pero no ganamos. Desde entonces siempre he estado involucrado en el club, princilpalmente cuando ha estado Campanero, porque yo me siento campanerista.

-Después del ascenso del año pasado, parecía que entrábamos en una etapa de esperanzas, pero al final hemos vuelto a la decepción y a luchar por la permanencia. ¿Por qué ocurre eso?

-Yo pienso que el Córdoba, y salvo etapas muy concretas, ha sido y es un club gafado. Y pongo un ejemplo: cualquier jugador que haya estado aquí y se haya marchado, cuando vuelve a Córdoba con otro equipo marca. Seguro. Eso es una norma que se cumple siempre. Pero también hay otra cuestión: en el año 1984-1985 se planteó el plan de saneamiento para todos los equipos de Primera, Segunda y Segunda B, y sin embargo dio la circunstancia de que nosotros acabábamos de bajar a Tercera y tuvimos que seguir con la deuda. En fin, todas las circunstancias del Córdoba son para echarse a llorar, y sólo hace falta echar los cálculos de esta temporada, en la que hemos perdido 18 puntos cuando el tiempo reglamentario se había acabado. ¿Es eso normal?

-Su libro también habla de toros, o más que de toros de toreros. Y principalmente de El Cordobés, del que es amigo personal.

-Mire, yo comencé a seguir los toros con Pedrín Castro y luego con José María Montilla, para el que hicimos una peña. José María era un gran torero y es una grandísima persona. Mi relación con El Cordobés, sin embargo, no sé cuando comenzó, lo que pasa es que yo he sido siempre muy racial, y por eso desde sus comienzos fui de quienes lo sacaban a hombros o por lo menos lo intentaban. No sabría decir quién nos presentó, pero la amistad surgió a partir de una fiesta en la que estuvo Massiel y en la que acabamos gloriosos. Desde entonces hemos tenido siempre una magnífica relación y yo fui una de las personas que se implicó para que lo designasen V Califa.

-¿Qué hace único a El Cordobés?

-Benítez es una persona especial, con un gran magnetismo. Y como torero te puede gustar más o menos, pero lo que está claro es que es el matador que revolucionó la fiesta en la segunda mitad del siglo XX. Se ponía donde no se ponía nadie delante del toro y además se jugaba el físico. Él siempre ha sido así, alguien muy, muy especial.

-Y ahora, ¿quién le gusta?

-Pues varios. Lo que hace José Tomás me parece que tiene mucho mérito y Castella también me interesa mucho. Talavante, no tanto. Y también Enrique Ponce, que es uno de los grandes maestros de nuestro tiempo.

-Usted hablaba en su primer libro de las fiestas de su juventud, en los años 50, 60 y 70. ¿El régimen de Franco no era tan duro en ese sentido como cuentan?

-La verdad es que el franquismo echaba la cara para otro lado, porque aquí en Córdoba había salas de fiesta y cábaret, barrios de ambiente, zonas gay e incluso prostitución al aire libre. Había, digan lo que digan, una libertad sexual absoluta. Además, a menudo me dicen que aquello era algo que sólo vivía una clase bien, pero eso no es cierto. A aquellos locales iba gente de todo tipo y la fiesta se la pegaba todo el mundo al que le gustaba y que podía. Por ejemplo, yo recuerdo casa Montes, un local al que iba todo el mundo y en el que casi todos se ponían ciegos. Allí se ponían gloriosos los policías y también iban los cursillistas.

-¿Qué le parece la Córdoba actual?

-Pues mal, porque esta ciudad es un desastre. Si Barcelona dicen que es la ciudad de los prodigios, Córdoba es la ciudad de los proyectos. Aquí nos han presentado muchas historias en los últimos años, pero todas han sido camelos que han quedado inacabados. Pero lo peor de todo no es que los partidos políticos, y hablo de todos ellos, no hagan nada, sino que los agentes sociales tampoco lo hacen ni dicen nada. Los empresarios y los sindicatos están totalmente acomodados. Al final, lo que ocurre es que Andalucía está a la cola de España y Córdoba a la cola de Andalucía. Pero aquí nadie dice nada. Es terrible.

-Usted ha sido un buen jugador de cartas. Si le volviesen a repartir las cartas de la vida, ¿las jugaría cómo las ha jugado?

- Pues mira, yo creo que mi trayectoria ha sido positivas y ahora mismo no me arrepiento de nada. Supongo que sí, que volvería a jugar a lo mismo: 17 negra impar y falta.

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