"Considero que Luis de Góngora y Séneca son mis contemporáneos"
Carlos Clementson. escritor y profesor
Profesor veterano y poeta y traductor torrencial, Clementson afronta su inminente jubilación como profesor sin ninguna pretensión de dejar a un lado su larga batalla intelectual
CARLOS Clementson (Córdoba, 1944) presentó hace unos días, con motivo del Día de la Poesía su libro más reciente, Córdoba, ciudad de destino. Un poemario denso, torrencial, en el que repasa a través de sus versos la historia de la Córdoba culta y bimilenaria. En un céntrico café de Córdoba, con la estatua del Gran Capitán mirándonos desde la distancia, tomamos un café mañanero y primaveral charlando de su poesía, de Córdoba y de la vida. Clementson, impetuoso también en el diálogo, salta en la charla de aquí a allá pero sin que lo abandone nunca algo que lo define: esa pasión intelectual de un vitalista que combate a base de literatura y belleza el paso de los años.
-'Córdoba, ciudad de destino'. El título del poemario lo dice todo. ¿Córdoba marca, no?
-Claro, es evidente que uno no puede ser aséptico en una ciudad como Córdoba, con esa historia y ese enorme trasfondo cultural. Cualquier persona que tenga sensibilidad artística o literaria siente algo en estas calles, es inevitable. Mi gusto por lo clásico viene de ahí, de Córdoba. También de mi contacto con la naturaleza en Murcia, con esa naturaleza salvaje y marítima alejada del turismo, pero principalmente de Córdoba. De adolescente yo vivía en la calle Cruz Conde número 8 e iba a clase a los Maristas, en la Compañía. Por esa época comenzaron a excavar los restos arqueológicos del templo de la calle Claudio Marcelo y ver como aquello iba apareciendo me marcó mucho. También las escalinatas del colegio, que no sé si conoces, y que en mí mente yo veía como una representación arquitectónica de la poesía de Góngora. Tantas cosas...
-O sea, que si su poesía es culturalista es porque en cierto modo no tuvo más opción.
-Claro, el medio determina lo que escribes. Yo me he criado en Córdoba, paseando a diario durante décadas por la Judería, ¿cómo quiere alguien que yo escriba de polígonos o de Nueva York? Si acaso fuese Washington, pero Nueva York... ¡Si ni siquiera me apetece ir! Los poemas transmiten emociones y a mí eso no me emociona, pero la historia de Córdoba, su cultura, sí que me inspira. Pocas ciudades tienen tantas figuras históricas del nivel de las que tiene Córdoba. Y en cuatro lenguas distintas: en latín, en árabe, en hebreo y en castellano. Séneca, Lucano, Ibn Hazm, Maimónides, nuestros románticos... Si es que Córdoba lo tiene todo. Por ejemplo, tú ves el colegio de Santa Victoria, con esas columnas neoclásicas tan proporcionadas, y te haces al momento una idea clara de lo que es el clasicismo. No tienes que ir a Atenas a visitar el Partenón para saberlo. En Córdoba, ciudad de destino me he acercado a todo eso y el libro conforma una especie de guía espiritual de Córdoba y de su historia.
-Da la sensación de que Góngora y Séneca son para usted casi de la familia.
-Le diré que me siento más cercano a Séneca que a cualquier figura actual del rock o de los escenarios. Mucho más cercano. Es más, considero a Séneca y a Góngora mis contemporáneos. O al Inca Garcilaso de la Vega, que está enterrado en la Mezquita-Catedral. Fue el creador de la prosa americana, un grande del siglo de Shakespeare y de Cervantes. El Inca representa a la perfección el espíritu americano de Córdoba. Con todos ellos, con sus obras, mantengo una larga convivencia desde el ámbito emotivo, y eso hace que los sienta muy cercanos, muy próximos. Todos ellos representan aspectos de Córdoba y por eso vivir aquí no puede ser inocuo para alguien con sensibilidad.
-O sea, que Córdoba contamina...
-Sí que lo hace, tanto para bien como para mal.
-¿Cuál es su cordobés favorito?
-Séneca, sin duda ninguna. Me parece uno de los personajes mas grandiosos que han nacido en la península Ibérica a lo largo de toda la historia. Diría que tan grandioso como Miguel de Cervantes. Su influencia es enorme y fuera de España es muy conocido, más que aquí. Sin Séneca, no existiría Shakespeare tal como lo conocemos, ni las tragedias británicas, ni Montaigne... Me ha fascinado desde que comencé a leerlo, muy joven. En mi Bachillerato, al contrario que ahora, dábamos mucho latín, muchas humanidades, y eso me acercó a Séneca.
-Su Córdoba es la Córdoba culta, la intelectual. ¿Qué tal se lleva con la Córdoba popular y festiva?
-Ésa no es mi Córdoba, claro, la mía es la otra. Yo no soy de dar palmas, no, de eso no. Algunos amigos de fuera me dicen que no parezco andaluz, pero lo soy. Creo que existen muchos tipos de andaluces muy diferentes a los del tópico festivo.
-Su jubilación en la Universidad se aproxima. ¿Cómo lo lleva?
-Sí, ya está próxima porque voy a cumplir 70 años. La verdad es que yo nunca he querido dejar la docencia, que ha sido mi vida, y por eso he aguantado todo lo que he podido. Tener además la posibilidad de acudir a diario al edificio de Filosofía y Letras de la plaza del Cardenal Sálazar lo considero un privilegio. Tiene ese poso histórico, esos silencios. Y esos patios tan frescos en verano, tanto que, incluso, cuando el edificio se usaba de hospital, se utilizaban para colocar allí a los muertos. Sólo el hecho de acudir a diario a través de la Judería hasta la Facultad ha sido muy importante para mí. Han sido décadas acudiendo a diario.
-¿Y qué hará cuando ya no tenga que ir a diario?
-Bueno, yo espero poder mantener mi rutina, que me dejen allí aunque sólo sea una mesita donde pueda leer y escribir... Al menos eso.
-¿Han cambiado los alumnos en estas últimas décadas tanto como se dice?
-No sé muy bien, porque yo siempre he tenido alumnos bastante mayores y ahí el comportamiento no cambia tanto. Quizá ahora sean un poco más ruidosos que antes, pero también puede que sea que a mí me molesta más el ruido porque me estoy haciendo viejo. De todos modos, el silencio es algo importantísimo que en nuestro tiempo no sabemos valorar. El silencio, la calma, la falta de prisas, el sosiego, respirar aire puro y limpio... Todo eso son cosas importantísimas, y quizá las minusvaloramos. Y el tiempo, claro, el tiempo, saber aprovechar el tiempo. Séneca decía en sus Cartas a Lucilio que cuando se llega al final de la vida, por mucho que tengas, ya no podrás comprar ni un minuto más de tiempo. El año pasado sufrí un ataque de estrés porque no sé decir no y me meto en muchas cosas y por eso valoro cada más el sosiego, la tranquilidad, el silencio. También es cierto que tengo que aprender a decir no. Ya noto que no tengo el mismo ímpetu que tenía hace unos años.
-Antes se ha referido usted a la Mezquita y la ha denominado Mezquita-Catedral. ¿Qué le parece, a usted que tanto la ha visitado, la polémica que se ha montado sobre su titularidad y sobre su nombre?
-Sí, yo la llamo Mezquita-Catedral porque es obvio que fue una Mezquita y es una Catedral. Yo la siento como tal y no me produce ningún problema eso. También entiendo que siga en manos de la Iglesia, porque la Iglesia la gestiona desde el siglo XIII. No acabo de entender las ganas que hay de meterse en polémicas, aunque Córdoba es una ciudad que parece especializada en buscar problemas donde no los hay.
-A usted siempre le han interesado los toros. ¿Siguen siendo una de sus pasiones?
-Sí, me gustan muchísimo, porque su estética es excepcional. Cuentan que Alejandro Dumas, el novelista francés, hizo un viaje por Andalucía y asistió a una corrida de toros. Al salir comentó que después de ver eso cualquier tragedia de las que se representaban en París se quedaba pequeña. Pocas cosas hay tan intensas como una corrida de toros.
-La tauromaquia, sin embargo, pasa por malos momentos.
-Momentos altos y momentos bajos ha habido siempre y supongo que es natural que así sea. El problema hoy es que, salvo aquí en Andalucía, a los toros los han boicoteado en la televisión y eso ha producido un gran daño. En estos tiempos, si no sales en la tele no existes y los toros, por culpa de eso, parecen ahora invisibles. No me gusta eso.
-He leído que a veces lo incluyen en una generación poética y otras veces en otra. ¿Usted donde se sitúa en el contexto de la poesía española contemporánea?
-Por edad y por tradición creo que pertenezco a los Novísimos y me siento cómodo ahí.
-Pero usted es algo mayor que ellos, ¿no?
-No, no, somos más o menos de la misma edad. Pere Gimferrer, por ejemplo, es un año más joven que yo y Claudio Carnero dos o tres años. Y tenemos influencias comunes. El modernismo, los románticos, el barroco... A mí me gusta la poesía y el arte que aspira a la eternidad, me gusta que mi presente tenga una densidad histórica amplia. Ahí, en los Novísimos, me siento bien.
-Durante muchos años los jóvenes poetas parecían no sentir mucho interés por los Novísimos, pero ahora esa estética culturalista y metaliteraria vuelve a estar de moda.
-Así es, sí, ahora vuelve a interesar. Al final las modas van a y vienen, por eso le digo que yo prefiero buscar lo que aspira a la eternidad.
-Para acabar, ¿se siente reconocido en esta Córdoba a la que tanto le ha escrito?
-Pues sí, yo me siento cordialmente reconocido. Aquí he podido escribir mucho, traducir mucho y dedicarme a dar clases durante muchos años. Yo no pido más.
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