Orquesta de Córdoba | Crítica

Caminando a la sombra de Beethoven

La Orquesta de Córdoba, en su tercer concierto de abono, bajo la dirección de Pablo González.

La Orquesta de Córdoba, en su tercer concierto de abono, bajo la dirección de Pablo González. / Rafa Alcaide / IMAE

Para su tercer concierto de abono, y fiel al eslogan de esta temporada (Enamórate de la clásica), la Orquesta de Córdoba ofreció el jueves dos sinfonías de las que crean afición. Si Claude Rostand denominó “sinfonía de otoño” a la cuarta de Johannes Brahms (1833-1897), podríamos llamar a la quinta de Franz Schubert (1797-1828) “sinfonía de primavera”.

Con ella empezó el concierto; y fue una maravilla observar cómo se dibujaba en las caras del público una sonrisa acorde con uno de los arranques más encantadores (acogedores, podríamos decir) con que se puede iniciar una sinfonía. El director Pablo González y los profesores de la orquesta (¡estupenda sección de viento!) supieron potenciar el encanto temático de esta obra optimista de los tiempos en que Schubert trabajaba como maestro en la escuela de su padre. Qué bonitos y bien resueltos los diálogos entre la cuerda y las maderas en este primer movimiento, en la melancólica segunda parte del Andante con moto, en el mozartiano Menuetto y en la brillante sección contrapuntística del segundo tema del Allegro vivace. Albores del Romanticismo, obra primaveral, obra de juventud, pero obra maestra.

De casi ochenta años después data la impresionante cuarta de Brahms. Para su interpretación del jueves, no hubiera estado mal compensar el aumento de vientos y la incorporación de la percusión con un refuerzo mayor de la sección de cuerda. Pero los músicos hicieron de la necesidad virtud (según el dicho que ha puesto de moda el presidente) y se afanaron en que esto apenas se notara. También tuve la sensación de que la versión acaso habría crecido y se habría redondeado con un mayor número de ensayos, a juzgar por algunos pequeños desajustes que, a mi juicio, restaron intensidad al maravilloso Andante moderato.

Por lo demás, la lectura del ovetense Pablo González y la realización de la Orquesta de Córdoba fueron estupendas y llenas de momentos de acierto: el comienzo rotundo del primer movimiento, el toque popular del tercer tiempo, las variaciones sobre el tema de Bach del final…

“¿Quién puede hacer algo después de Beethoven?” escribió Schubert en una carta a su amigo Josef von Spaun. También Brahms habló de la presión tremenda que pesaba sobre él al sentirse bajo el legado inmenso del gigante de Bonn. Pero el arte no es un deporte de competición y ambos genios encontraron formas de seguir añadiendo música sinfónica a la tradición de occidente. Las muestras de ayer (el encanto primaveral de Schubert y la intensidad dramática de Brahms) son ejemplo de ello. Y hacen que nos enamoremos de la clásica. Y de la romántica.

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