Aires de los años 20 en Viana
La casa palacio de Santa Marina vuelve a recrear en sus patios la etapa de José de Saavedra y Salamanca y sus vivencias en el monumento
Mientras en Estados Unidos la bonanza económica bautizó a la época como los felices años 20, Córdoba se preparaba para la visita del rey Alfonso XIII. Hacía poco tiempo que el Palacio de Viana, por entonces de las Rejas de Don Gome, había caído (por herencia) en manos de José de Saavedra y Salamanca, segundo marqués de Viana y conocido como el noble inquieto. Era el aristócrata amigo personal del monarca, lo que propició un encuentro en el monumento de Santa Marina donde, según se cuenta, Alfonso XIII lanzó un discurso alabando las bondades de Córdoba pero reconociendo que sus habitantes se habían acostumbrado a no tener que hacer nada por ella.
Poco se sabrá de cómo era el servicio de la época, ese que tenía que encargarse de la docena de patios, del cuidado de las obras de arte que el propio José de Saavedra se había encargado de traer o de la limpieza de esas toscas y pesadas cortinas que mantienen a buen recaudo el interior de sus salones. Poco se sabrá, sí, pero hay quien ha decidido imaginárselo.
La Fundación Cajasur, propietaria del palacio, lleva ya varios meses recreando esos principios de los años 20, con el segundo marquesado y la visita de Alfonso XIII como telón de fondo. Y los encargados de llevarlo a escena son la casi veintena de actores de Teatro Laboratorio Raquel Toledo, que con un marcado acento cordobés se transforman en jardineros, cocineras, lavanderas, damas de compañía y, cómo no, nobles de la época para mostrar a los visitantes los entresijos del palacio allá por los años 20.
Es el patio del Recibo, el primero de los que se observa cuando se accede a la visita, el que sirve de primer escenario para una presentación de los personajes que interactúan con el público y que sacan más de una carcajada. La compostura del marqués choca con el desparpajo de una lavandera que, de vuelta a su Córdoba natal, no tiene reparo en llamar a voces a todo aquel que necesite. Se nota, de nuevo, el acento cuando se escuchan expresiones como "he perdido hasta los zarcillos" (con su correspondiente seseo) o palabras como "jardalazo". No falta tan siquiera la copla cuando, aún en la presentación, alguna cordobesa con mantón de manila en los hombros entona Ay, mi Córdoba, la conocida copla de Ochaita, Valerio y Soriano interpretada por Concha Piquer y en la que puede escucharse "ay, Córdoba de mis venas, y también de mi alegría". Y, con la llegada de Alfonso XIII, se armó la locura (y se terminó el primer acto).
Son los patios de los Gatos, de las Rejas y de la Madama los que cambian su tranquilidad habitual por una puesta en escena improvisada. Una lavandera con mucho desparpajo enseña a una turista a lavar a mano la ropa; ante la poca maña de ésta, la actriz, metida en el papel, no duda en advertirle: "Tú friegas poca ropa así, ¿no?".
Vals y cuplés amenizan las siguientes escenas que culminan en el mismo lugar donde empezaron, en el patio del Recibo, para hacer una despedida a la altura, con fotografías con los actores incluidas. Se trata de una forma distinta de visitar Viana y conocer una parte de su pasado. No se puede olvidar que el vetusto monumento pasó de ser una casa medieval a un palacio renacentista a finales del siglo XV con los señores de Villaseca, para más tarde ser habitado por los Fernández de Mesa ya a principios del siglo XVIII y por los Cabrera a finales de esa misma época. Los siguientes ya serán los segundos marqueses de Viana que, durante los años XX, acogieron dentro del palacio a Alfonso XIII y a Victoria Eugenia. Y así hasta hoy, con el empeño de que esta porción de historia no caiga en el olvido.
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