Día mundial contra esta enfermedad

Agarradas a la vida para ganar al cáncer de mama

Ángeles Álvarez y María Ángeles Torres, sentadas en un jardín. Ángeles Álvarez y María Ángeles Torres, sentadas en un jardín.

Ángeles Álvarez y María Ángeles Torres, sentadas en un jardín. / Lolo Agredano

Escrito por

· Ángela Alba

Redactora

Cuando el cáncer de mama entra en el cuerpo de una mujer rompe sus esquemas, arrasa sus sueños y se mete en lo más profundo de su mente. "¿Por qué a mí?, ¿Qué me pasará?, ¿Podré superarlo?" Estas son algunas de las preguntas que desgarran a las personas que padecen esta enfermedad, que afecta a una de cada ocho mujeres. Y, mientras tanto, el tiempo se hace eterno esperando el diagnóstico, la operación y el tratamiento que le salve la vida.

Cada 19 de octubre -que este año es este lunes- se celebra el Día Mundial Contra el Cáncer de Mama, una jornada que quiere concienciar a la sociedad de la importancia de la investigación y el diagnóstico precoz de este tumor, el más frecuente en el sexo femenino. El impacto que causa es tan grande que, en muchos casos, se hace necesario el apoyo psicológico por las alteraciones emocionales y físicas que se producen y porque lo que está en juego es la propia vida. Suele ser inesperado y traicionero, pero, gracias a la investigación y a los nuevos tratamientos, la supervivencia ha ido en ascenso en los últimos años.

Dos ejemplos de esta dura experiencia son María Ángeles Torres y Ángeles Álvarez; dos mujeres que vivían un momento ilusionante e iban a empezar una nueva vida, pero a las que el cáncer les ha puesto una zancadilla de la que se están levantando poco a poco. Estas son sus historias de lucha, incertidumbre, esperanza y, sobre todo, de VIDA.

María Ángeles Torres: "Mi único objetivo es vivir"

A María Ángeles Torres le diagnosticaron un cáncer de mama a finales de julio de 2019. Tenía 54 años, acababa de aprobar las oposiciones de Magisterio y, al fin, después de varios intentos, había conseguido plaza y "estaba eufórica". Sin embargo, esa felicidad se truncó pronto. Hacía tiempo que tenía dolor de estómago, pero lo achacaba a los nervios y el estrés de las oposiciones, y coincidiendo con eso, notó que su pezón izquierdo se había retraído. Fue al médico y directamente le mandó una ecografía que sacó a la luz un cáncer de mama con metástasis en el hígado. "Eso fue una puñalada trapera porque había seguido todas mis revisiones, soy una persona muy cuidadosa con eso tanto para mí como para mi familia", señala. Fue cinco días después de conocer la nota, así que esta noticia la hizo bajar de la nube en la que estaba, a la vez que supuso "un palo muy gordo" tanto para ella como para su familia.

"Me hundí en la miseria, era incapaz de coger el teléfono, no comía ni dormía y perdí nueve kilos en muy pocos días hasta que me vio el oncólogo en el hospital y me puso un tratamiento", confiesa María Ángeles. Le hicieron un PET (tomografía) para ver hasta dónde se había extendido el cáncer, concluyendo que solo había afectado al hígado y a la mama. Entonces, el doctor descartó operar por el momento y le puso un tratamiento de quimioterapia para ver si se podía reducir el tumor. Pasó por 12 sesiones de quimio "muy duras" que "al tumor le sentaron mal y a mí me sentaron bien". Perdió el pelo y las cejas, que fue lo que "peor" llevó.

María Ángeles Torres, junto al estanque del parque Juan Carlos I. María Ángeles Torres, junto al estanque del parque Juan Carlos I.

María Ángeles Torres, junto al estanque del parque Juan Carlos I. / Lolo Agredano

En diciembre le repitieron el PET y salió el hígado limpio, mientras que el tumor de la mama se había reducido bastante. Hace una semana le hicieron otra tomografía, pero está a la espera de resultados. Según le ha explicado su oncóloga, el hígado tiene que seguir saliendo limpio en sucesivos PET y entonces será cuando hablen de una posible operación. De momento, el tumor está controlado con unas pastillas de quimioterapia y unas vacunas que le inyectan en el hospital cada 21 días.

En su entorno familiar el cáncer cayó "como una bomba". "Todavía hay momentos, aunque cada vez menos, en los que no me lo creo, pienso que debo estar soñando porque no me puede estar pasando esto", manifiesta María Ángeles. Además, "cuando te ocurre una cosa así de gorda te das cuenta quién de verdad es tu amigo y quién te quiere", incluso personas de la propia familia, asevera.

Llegado un momento, su hija le comentó que necesitaba ayuda, y era cierto porque, como ella misma recalca, estaba hundida. En septiembre entró en la Asociación Española Contra el Cáncer (AECC) e inmediatamente comenzó terapia con una psicóloga. También se apuntó a talleres de yoga, meditación y estiramientos; y además es voluntaria en los detalles solidarios (los encargos que la asociación recibe para bodas y otro tipo de eventos).

"Aún hay momentos en los que no me lo creo, pienso que debo estar soñando", dice María Ángeles

Además, como todo el proceso empezó nada más conseguir su plaza de docente, se incorporó el primer día, pero tuvo que pedir baja por los tratamientos. El curso pasado ejerció solo 13 días, desde el puente de Andalucía hasta el estado de alarma y, este año, que estaba "muy contenta" porque iba a dar clase en el instituto Góngora, no puede trabajar porque es población de riesgo.

"Mi vida ha dado un giro brutal, de 180 grados, y de darle valor a las tonterías, he pasado a ni siquiera tenerlas en cuenta porque mi único objetivo es vivir", indica María Ángeles. Sus circunstancias son muy particulares porque ella siempre ha cuidado de las personas de su familia que la han necesitado, como su hermano pequeño, sus hijos o sus padres, y este era su momento; sin embargo, el cáncer se ha cruzado en su camino: "Tengo la sensación de que no he hecho nada, no he disfrutado, pero ahora me dedico en cuerpo y alma a vivir porque no sé cómo voy a estar mañana". Por eso, anima a "dejar de lado las tonterías porque no sabemos lo que nos depara el futuro, por mucho control que lleves". "Con esto no contábamos ninguna, pero está ahí, nos ha tocado", puntualiza.

María Ángeles es una persona creyente y, como tal, sabe que, aunque ya no están con ella, sus padres la cuidan. Además, confía "en Dios y, sobre todo, en mis médicos". En ese sentido, destaca que en Córdoba "tenemos mucha suerte de tener los médicos que tenemos, que nos tratan muy bien, para los oncólogos somos como sus niñas". También tiene como ejemplo a su prima, una luchadora que hace unos días ha fallecido a causa de una leucemia: "Aunque ha perdido la guerra, nunca perdió las ganas de luchar y nos dijo que siguiéramos batallando", dice emocionada.

Ángeles Álvarez: "No hay que tener miedo a las revisiones"

Con tan solo 23 años, Ángeles Álvarez tuvo su primer cáncer de mama. Era 1992 y ni los medios de diagnóstico ni los tratamientos eran como ahora. Entonces era muy joven y esta barcelonesa afincada en Córdoba "no tenía ni idea de nada" de lo que le esperaba. Todo comenzó con un bultito en el pecho que ella misma se palpó. Le hicieron una biopsia "y en principio era benigno" y se lo quitaron con cirugía conservadora. "Supuestamente, en tres meses me hizo metástasis", explica. Por lo tanto, "o la biopsia que le hicieron en aquel entonces no fue correcta o donde pellizcaron no era el sitio donde estaba el tumor".

"Con 23 años, la palabra cáncer era igual a muerte", confiesa, así que solo preguntó: "¿Qué tengo que hacer?". Estuvo unos ocho meses con un tratamiento muy duro de quimioterapia y radioterapia y en su cabeza solo había una idea: "Tenía un niño de cuatro años y tenía que vivir".

Ángeles Álvarez, en el parque Juan Carlos I. Ángeles Álvarez, en el parque Juan Carlos I.

Ángeles Álvarez, en el parque Juan Carlos I. / Lolo Agredano

Pasado esto, los primeros cinco años le hicieron controles semestrales y a partir de ahí, de forma anual, hasta que pasado el 4 de julio, unos días antes de su cumpleaños, la historia se volvió a repetir. En una revisión rutinaria le detectaron otro tumor. La operación fue el 4 de septiembre, le hicieron una mastectomía y, en una de las curas, una enfermera le habló de la Asociación Española Contra el Cáncer (AECC). En este sentido, destaca también el trato recibido por todo el equipo de Oncología del Provincial, desde los médicos a las auxiliares. Cuando salió del hospital, fue a la AECC y le informaron sobre las actividades, talleres y el apoyo psicológico que dan, así que "me decidí a apuntarme sin pensarlo".

La forma de afrontar la enfermedad ahora, a sus 52 años, ha sido diferente de cuando le ocurrió con 23, quizás por "la juventud, por el desconocimiento, por la inconsciencia o por la vitalidad que tenía entonces". Sin embargo, este segundo la ha dejado "destrozada psicológicamente, aunque no lo parezca". Para Ángeles, el cáncer era "algo que ya había pasado, ya había pagado el peaje y estaba curada", por eso, lo que menos esperaba era que le repitiera. Además, "venía con ganas, pero tuve la suerte de que fue todo tan rápido que no me llegó a los ganglios". Por eso, insiste en la importancia de hacerse revisiones, "da igual que tengas 50, 40, 30 o 20" porque "toda prevención es poca" y además "no hay que tener miedo".

Este segundo tumor le ha llegado además en un momento vital en el que tenía muchas ilusiones. El pasado mes de enero se casó y en abril se mudó a Córdoba para comenzar una nueva vida para la que tenía pensada "otra cosa, y esto me ha descontrolado". Ahora tiene que empezar los tratamientos y también le van a hacer un estudio genético porque el oncólogo le ha explicado que no es normal que el primer tumor de mama le saliera tan joven. Si es de tipo genético, Ángeles tendrá que someterse a una mastectomía del otro pecho y también a la extirpación de la matriz y los ovarios. "Haré lo que haga falta porque mi esperanza de vida a lo mejor es de 30 años más, y los quiero, elijo eso", asevera.

"Ya había pagado el peaje y estaba curada; este cáncer me ha destrozado psicológicamente", indica Ángeles

La primera vez, el cáncer ya le cambió la vida porque tuvo que hacerse una ligadura de trompas para no quedarse embarazada debido a que los cambios hormonales que se desarrollan en el cuerpo podían derivar en otro tumor. Ahora, a sus 52 años y con un proyecto vital lleno de ilusión, esto ha caído en su familia como "una bomba". "Esto no es agradable, pero intento meterme en la cabeza que me tengo que curar, aunque me fastidie pasar un año con mis planes paralizados", manifiesta decidida.

Su marido "se descolocó" con la noticia y su hijo, que tiene 33 años, "ha estado fuerte y no ha mostrado debilidad, pero lo conozco y sé que está asustado, aunque creo que le trasmito mucha fuerza". Esta es una de las cosas que tienen en común las mujeres que padecen esta enfermedad; se guardan para sí el sufrimiento para que sus familiares las vean fuertes y no se preocupen tanto. Sin embargo, por su bienestar mental y emocional, deben sacar esos sentimientos. Para eso, la AECC cuenta con varios psicólogos que guían en este proceso a las pacientes oncológicas.

Carlos Hortelano y Patricia Ramos, junto a Ángeles y María Ángeles. Carlos Hortelano y Patricia Ramos, junto a Ángeles y María Ángeles.

Carlos Hortelano y Patricia Ramos, junto a Ángeles y María Ángeles. / Lolo Agredano

El apoyo psicológico

"Lo más duro que me encuentro como psicóloga en una paciente es la ruptura de su ciclo de vida, su rutina y sus metas porque todo desaparece", explica Patricia Ramos, una de las psicólogas de la AECC. Esta experta incide en la necesidad de "normalizar las emociones" porque "estar triste, tener miedo y estar enfadada es muy necesario; no siempre tenemos que estar alegres". El cáncer, apunta Patricia, supone "un parón" que viene acompañado de "miedo e incertidumbre" y en el que hay un periodo de lucha o afrontamiento que conlleva "una montaña rusa" de emociones en la que "igual de importante es la alegría que el miedo". Tanto para las pacientes como para su entorno, el pataleo, el grito y el enfado "forma parte del proceso".

Por su parte, Carlos Hortelano, otro de los psicólogos de la AECC, insiste en "naturalizar" la enfermedad. "Nos causa un shock cuando nos diagnostican a nosotros o a un familiar", en buena parte por "el pensamiento que existía antes de que cáncer era igual a muerte", pero "hoy en día podemos decir que se puede convivir y vivir con cáncer porque en la mayor parte de los casos es una enfermedad tratable y curable". Sin embargo, añade, "incluso si es terminal, desde que nos diagnostican hasta que llega nuestro día, todo eso es vida que debemos de disfrutar, aunque es un proceso que cuesta". Para finalizar, Carlos recuerda que el cáncer de mama también puede aparecer en hombres, por lo que es importante dar el mensaje de que si tienen síntomas, acudan al médico.

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