Concierto inaugural del Festival de la Guitarra de Córdoba | Crítica

40 Festival de la Guitarra, ¡comenzamos!

Cañizares y la Orquesta de Córdoba, en el estreno de 'Concierto Mozárabe'.

Cañizares y la Orquesta de Córdoba, en el estreno de 'Concierto Mozárabe'. / Miguel Ángel Salas

Después de pasar el verano de 2020 de manera atípica por los motivos que todos sabemos y hemos sufrido, la 40ª edición del Festival de la Guitarra de Córdoba ha irrumpido con fuerza y vitalidad, brindándonos un concierto ecléctico con la querida Orquesta de Córdoba como hilo conductor.

La delicada Pavana op. 50 de Gabriel Fauré fue curiosamente la obra que abrió el concierto. Carlos Domínguez-Nieto guiaba a la orquesta con la elegancia que le caracteriza, sorteando los pequeños descuadres que se pudiesen ocasionar. La timidez en las dinámicas encontraba su hueco en el estilo de la pavana, ayudando a crear una atmósfera sutil.

Nada tuvo que ver la carta de presentación de la Orquesta con la obra que le siguió, un encargo del festival cuyo estreno absoluto tuvo lugar anoche: el Concierto Mozárabe de Juan Manuel Cañizares.

De melodías festivas y orquestación austera, el primer movimiento sacó un amplio rango dinámico a la Orquesta, con toques efectistas cercanos a una banda sonora. En el centro se erigía triunfante Cañizares, presidiendo con los elementos que le confieren una fuerte presencia en escena: la seguridad rítmica, la mirada alejada del másil, la mano derecha relajada contribuyendo a una técnica depurada y el saber estar de los veteranos que han convertido el escenario en su hábitat natural.

El segundo movimiento empezó con un diálogo entre viento y arpa que transportaba a una clara noche en la Córdoba musulmana. La festividad del primer movimiento volvió con un tercero colorido, en un alarde de temas sencillos pero bien delimitados. Especialmente llamativas fueron las escalas de brillante ejecución dobladas con los violines, así como el continuo crescendo que culminó de manera apoteósica consiguiendo el aplauso sincero de los espectadores.

Aunque la velada musical estuvo dividida en dos partes, no se hizo ningún tipo de descanso. Esta medida que se inició por motivos de la pandemia del covid-19 seguramente haya venido para quedarse, ya que agiliza el espectáculo y el público no corre el riesgo de desconectarse demasiado.

La Orquesta volvió a traer el impresionismo con una verdadera joya del repertorio: la Pavana para una infanta difunta de Maurice Ravel. Se desconocen los motivos por los que Carlos Domínguez-Nieto apostó por esta perspectiva tan distinta al flamenco de Cañizares o al concierto final de Rodrigo, pero lo cierto es que la Orquesta se desenvuelve con calidez en este estilo, dato que quizás deberían tener en cuenta a la hora de afrontar las programaciones para la nueva temporada artística. El sonido embriagador del arpa acompañó el pase de la melodía en una instrumentación perfecta.

El Cuarteto de Guitarras de Andalucía y la Orquesta de Córdoba. El Cuarteto de Guitarras de Andalucía y la Orquesta de Córdoba.

El Cuarteto de Guitarras de Andalucía y la Orquesta de Córdoba.

El concierto finalizó por todo lo alto de la mano del Cuarteto de Guitarras de Andalucía. Formado por los reconocidos guitarristas Javier Riba, David Martínez, Antonio Duro y Francisco Bernier, anoche dieron la oportunidad al público de escuchar el poderoso y atrevido Concierto Andaluz de Joaquín Rodrigo. El Tiempo de Bolero se sucedió con decisión y carácter alegre, imponiendo el conjunto un tempo marcado.

Era tal la complicidad del cuarteto que parecían fundirse en una sola guitarra. El Adagio permitió conocerles por separado y apreciar las particularidades tímbricas de cada uno de los integrantes, riqueza que por suerte no logró ocultar la microfonía. El Allegretto se alzó triunfante con una mezcla de rasgueos de extrema precisión y la inclusión del viento metal. El guiño de inflexiones al modo menor unido al juego de disonancias, sello de identidad de Rodrigo, provocó la ovación de los asistentes.

El cuarteto regresó al escenario para obserquiarnos con una transcripción de Javier Riba del bolero Puerta de Tierra de Albéniz, donde brilló el lirismo y la belleza de la guitarra, dando más que por inaugurado el festival.

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