Cultura

El mito regresa del exilio

  • El Casino de la Exposición acoge 'Arte y provocación', una muestra acerca de la peripecia vital de Miguel de Molina.

Hay tantos suspiros de España que sentir y contemplar en Arte y provocación... La muestra recoge el legado y el alma de Miguel de Molina (Málaga, 1908 - Buenos Aires, 1993), la voz masculina por antonomasia de la copla -Ojos verdes, La bien pagá, Te lo juro yo...-, pero también una figura que refulgía en cualquier disciplina artística a la que se enfrentase. El Casino de la Exposición es el marco que ampara este sentido homenaje, encuadrado en las actividades paralelas de la Bienal. "Él vivió el preludio de la Exposición Universal de 1929 de Sevilla y habrá recorrido esta sala que ahora le recuerda", declaró ayer, en la presentación del evento, Alejandro Salade, sobrino-nieto de Miguel, artífice de la recopilación del material.

En la exhibición se hallan piezas muy variopintas. Espectacular resulta el vestuario que el propio artista diseñaba, desde las exuberantes blusas -próximas a lo femenino- hasta los personalísimos botines que hicieron la delicia del pueblo chino, pasando por unas chaquetillas bañadas de gracia y colorido. Auténticas reliquias son las que pueden disfrutarse: sus fotografías, sus textos, su epistolario, los carteles de obras de teatro y cine que protagonizó -Luna de sangre, Ésta es mi vida...- o una máquina de coser.

Después de haber recorrido seis ciudades latinoamericanas, en las que unas 85.000 personas la visitaron, Arte y provocación aterriza en Sevilla: "Nos enamoramos de la exposición, que es una belleza", declaró Rosalía Gómez, directora de la Bienal, quien atribuyó al acontecimiento flamenco "el deber de provocar, en el mejor sentido de la palabra".

Buena parte de la historia del arte de la España del siglo XX palpita en el Casino: " Miguel tenía un libro dorado donde firmaban las grandes personalidades", confesó Alejandro Salade. Entre un florido abanico de dedicatorias, aparece la tinta de Manolete, Pastora Imperio, Rafael Alberti, Francisco Ayala, Estrellita Castro o Joan Manuel Serrat. Pero Miguel siempre tuvo el arrepentimiento de rajar la firma de García Lorca y dibujar sobre ella, aconsejado por los miedos de la época; esa hoja también se ha recuperado.

Su simpatía por el bando republicano y su homosexualidad despertaron la animadversión del franquismo. En 1942, un viaje de millas apátridas le llevó a Buenos Aires; tras un exilio obligado en México, regresó definitivamente a Argentina gracias a una llamada de Eva Perón, cuya dedicatoria -"agradecimiento por su adhesión a las celebraciones de los obreros argentinos"- puede leerse en Arte y provocación.

La muestra ensambla a un hombre de copla con el flamenco, esencias que siempre aunó en su voz, lo que Rosalía Gómez respalda: "No hay más que ver a Miguel Poveda cantando La Bien Pagá, Ojos verdes...". La exposición, que podrá visitarse hasta el 24 de octubre, sirvió también para presentar Botín de Guerra, autobiografía de Miguel de Molina publicada por la editorial Almuzara, otra dosis de justicia con el mito.

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