Córdoba CF

Esa sensación tan extraña

  • El Arcángel celebra por fin una victoria plácida y la cercanía del objetivo de la permanencia

  • La grada disfruta con el equipo pero no olvida las críticas hacia el palco

Era el día señalado en rojo para atar la permanencia, el CCF afrontaba el partido ante el Oviedo conociendo todos los resultados de sus rivales y casi todos habían sido favorables, la feria había acabado como augurando que el histórico y recurrente gafe de finales de mayo no iba a hacer acto de aparición, el ambiente -con una entrada cercana a los 15.000- auguraba apoyo al equipo y exigencia al rival. ¿Qué podía salir mal? Pues siendo aficionado del Córdoba, muchas cosas. Con esa mosca detrás de la oreja de que todo no podía salir bien así de fácil llegaron a El Arcángel muchos aficionados, como esperando el arranque del partido y sopesar cómo iba a soplar el viento. Las cuentas eran claras, pues sólo un triunfo permitía un viaje a Vallecas más o menos tranquilo y eso, para este Córdoba, no era un objetivo nada desdeñable.

En un club que históricamente no se ha caracterizado por su optimismo y con una temporada en curso en la que todo lo que ha podido salir mal lo ha hecho, nadie podía esperar un desenlace como el que ayer disfrutó El Arcángel. Y eso que a los 30 segundos Piovaccari ya había abierto el marcador, pero ese tanto inicial no hizo más que alimentar la sensación de los más pesimistas de que algo negativo esperaba a la vuelta de la esquina. El punta transalpino tardó muy poco en quitarles la razón y Pawel, con el penalti que detuvo, les hizo cambiarse de bando definitivamente hacia un optimismo que se transformó directamente en euforia con el tanto de Alfaro que significaba el 3-0.

Cuánto tiempo llevaba El Arcángel sin vivir una noche como la de ayer. Quizás una de las consecuencias más demoledoras de esta aciaga temporada sea esa sensación de pesadez y martirio que generaba en muchos abonados la obligación moral de tener que acudir cada 15 días al estadio. Eran conscientes de que, más allá de la devoción por su equipo, no iban a divertirse lo más mínimo. Pero ese conocimiento previo no aliviaba el sufrimiento de ver como partido a partido el curso se tornaba en pesadilla. Hacía mucho tiempo que en El Arcángel no se respiraba un ambiente tan distendido, tan festivo y despreocupado. El Córdoba se había convertido para su propia afición en un equipo difícil de seguir, apático y poco motivador, más allá del amor infinito a la camiseta, que todo lo puede. Ayer todo eso voló por los aires, con un partido perfecto, una noche de alegría y, principalmente, alivio.

Porque el cordobesismo dejó ayer una nueva lección de madurez. No se olvidó de la horrible temporada que se ha perpetrado con una planificación deficiente y una dirección errática desde la directiva. No se ha olvidado de las promesas del pasado verano y de la triste realidad que ha tocado digerir durante el año. Y ayer se permitió la hinchada el lujo de disfrutar, de por fin pasarlo bien en El Arcángel y celebrar goles como si el objetivo que estaba a punto de alcanzarse fuese mucho más ambicioso. Pero eso no fue excusa para olvidar la reivindicación contra la directiva, contra los culpables de que el club se haya tenido que ver abocado a celebrar de nuevo una permanencia. La fiesta por la victoria se mezcló con cánticos y críticas hacia la propiedad y la actual directiva. El aplauso, el apoyo y el cariño, para los jugadores; hacia el palco, el recuerdo de que las mentiras acarrean consecuencias. Y al final del partido, esa sensación tan extraña en el cuerpo: un tremendo alivio tras un curso de enorme desgaste psicológico.

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