Córdoba CF

La reflexión del trámite

  • El Córdoba maquilla una decepcionante temporada con una victoria, remontada incluida, que le permite acceder a la décima posición

  • El tramo final en El Arcángel, de nota alta

Carlos Caballero, con la mirada hacia el cielo, celebra su tanto junto a Rodri.

Carlos Caballero, con la mirada hacia el cielo, celebra su tanto junto a Rodri. / reportaje gráfico: josé martínez

El Córdoba cerró la temporada con una victoria ante un equipo con destino a la élite que le permite finalizar décimo gracias, sobre todo, a un último tramo de nota muy alta en El Arcángel. Pero este maquillaje del final de curso no debe impedir la reflexión, obligada más que nunca tras un año durísimo y decepcionante. De otra manera será imposible construir un futuro mejor. Tras la labor de los profesionales sobre el verde, ahora le toca torear en plaza a la familia González, que se dejó ver por partida doble en el palco de autoridades por primera vez. Desde esa zona privilegiada seguro que tomaron buena nota. Tienen que actuar, o dejar que lo hagan otros, pero no pueden dejar de la mano de Dios a un club y una afición que se merecen mucho más que penar para conseguir lo mínimo exigible. Esta vez la moneda volvió a salir cara, pero durante muchos meses estuvo de canto y a punto de volcarse hacia la cruz. Lo impidieron el criticado, a veces en exceso, Luis Carrión y sus muchachos, que tiraron de orgullo y raza para salvar su honor, y hasta tuvieron fuerza suficiente para hacer un último esfuerzo con el que regalar a la grada un triunfo que ojalá sea un fijo a partir de agosto. Llegan las merecidas vacaciones para los que las sudaron, y el trabajo en los despachos para los que se dejaron ir tiempo atrás. En la comunión de todos está el camino del éxito.

En lo meramente deportivo, y como cabía esperar, la última función tuvo poca chicha. El partido evidenció las ganas de coger vacaciones de los profesionales de ambos equipos. Unos porque tienen ganas de continuar la fiesta por su histórico ascenso a Primera, si es que no han tenido bastante con la última semana; los otros porque después de la liberación que supuso abrochar la permanencia, ahora toca la evasión de todo lo que rodea al balón, pues bastante maltrato mutuo se han dado. Eso dibujó un encuentro aburrido, con ramalazos contados sobre todo de los blanquiverdes que rompían un ritmo pausado, al trote, típico de bolo de verano.

La falta de tensión por los objetivos logrados sólo se rompió con la llegada de los goles

Con las novedades de Razak y los renovados Markovic y Mena, que se estrenaba en Segunda, por dos de las piezas clave en la consecución del objetivo (Aguza y Bíttolo), el Córdoba quiso dominar a un rival con el que no compartirá vivencias en los próximos meses. Con Javi Lara tratando de controlar la manija ante un Girona tremendamente cómodo en el repliegue, la movilidad de los exteriores y el trabajo de Piovaccari eran los argumentos ofensivos de un equipo que, eso sí, llegó al descanso sin tirar entre los tres palos, algo que lógicamente compartió con los catalanes, que sólo dieron alguña señal de vida con las maniobras por dentro de dos de los que menos han jugado: Sanchón y Cámara.

Aún así, fue la pizarra la que originó la primera llegada con claridad del Córdoba, con una conexión entre Galán, Lara y Alfaro que el extremo zurdo no supo finalizar con su pierna mala ya dentro del área. No fue la tónica habitual ese tipo de combinaciones en un duelo con numerosas imprecisiones que facilitaban el ida y vuelta sin ton ni son, a lo que los locales quisieron poner remedio a través de la pausa (excesiva a veces) y el toque. Básicamente todo volcado a la verticalidad de Galán por su costado, donde encontró la ayuda de Mena, lo que encorsetó más a Antoñito en labores defensivas. Por ese perfil, el pacense lo intentó un puñado de veces en las que casi siempre desbordó bien, pero a las que les faltó el pase definitivo. Y, sin eso, es imposible el remate, inquietar de verdad a un rival blindado con una línea de tres zagueros prácticamente impenetrable y bien ajustada que evitó hasta en dos ocasiones zurdazos claros de un reivindicativo Piovaccari, y hasta un intento de pared del italiano con Galán que dejaba al zurdo ante René.

Lo anodino del primer tiempo se quedó en los vestuarios, pues el inicio del segundo acto no pudo ser más movido. El Girona golpeó en su primera oportunidad con un golazo de Felipe Sanchón tras un error en la salida controlada desde atrás que no tardó en tener respuesta en el bando cordobesista, pues tras un primer disparo de Markovic que atajó bien René, un penalti de Granell sobre Alfaro lo transformó en gol Piovaccari. El italiano no desaprovechó la oportunidad de engordar sus cifras goleadoras -suma 4 tantos, pero 3 en las últimas dos citas en casa- pese a que para ello tuviera que batallar dialécticamente con el onubense junto al punto fatídico.

Eso fue prácticamente lo último que hizo Piovaccari en el partido, pues fue uno de los señalados en el carrusel de cambios, que por parte cordobesista llevó a Galán al lateral izquierdo y permitió el estreno de Jordi Ortega para situarse junto a Edu Ramos en el doble pivote; Machín, por su parte, se dedicó a mover hombre por hombre. Estos movimientos dieron algo más de frescura al Córdoba ante un rival que daba por bueno todo lo que estaba aconteciendo sobre el verde.

Al menos mientras el marcador reflejó un empate. Pero el golazo de Carlos Caballero, no sólo por el remate sino por toda la confección de una jugada iniciada en campo propio que acabó junto a la escuadra del portal de René, picó en el amor propio a los rojiblancos. El Girona quiso reaccionar, pero el CCF ya estaba desatado. Especialmente activo apareció Rodri, que disfrutó de un par de buenas ocasiones cayendo al perfil derecho, ambas mal resueltas; sobre todo la primera, cuando tras pedir penalti y el posterior remate de Javi Lara que sacó Cifuentes en la misma línea de gol, cogió la pelota con las manos impidiendo el segundo remate del montoreño. Quedó en anécdota, como casi todo un partido con el que el Córdoba regaló una última alegría a su gente que sirve para maquillar una temporada que tiene que originar una reflexión para el futuro. Y ahora ya no bastarán sólo discursos vacíos y palabras de cara a la galería; ahora hay que hacer... o dejar hacer. Lo que ustedes manden, señores González.

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