La ciudad y los días

Intervención católica en la Mezquita

ESTA semana pasó por Córdoba la caravana de Ruta Ibérica Caja Duero, compuesta por 150 estudiantes de bachillerato españoles, marroquíes y portugueses; coordinada por el que fuera corresponsal de RTVE Agustín Remesal; difundida por la 2, Radio 5 y Al Jazeera; apoyada por intelectuales como Saramago; y apadrinada por el Rey de España, el rey de Marruecos y el presidente de la República portuguesa. Este año está dedicada a la "gesta de los moriscos ibéricos" con motivo del 400 aniversario de su expulsión. Yo los recibí la tarde del miércoles en el Alcázar de los Reyes Cristianos, antigua cárcel inquisitorial. Al día siguiente visitaron uno de los monumentos más importantes de la Historia de la Humanidad, la Mezquita-Catedral de Córdoba propiedad privada del Cabildo. En el patio de los naranjos, el guía les hizo una recreación pedagógica de la llamada del almuédano. Entonces llegaron los servicios de seguridad y le impidieron continuar con el pretexto de estar prohibida cualquier manifestación religiosa ajena al catolicismo. De nada sirvieron las explicaciones. No. Fuera. Todos quedaron sorprendidos. Quizá fue verdad en otro tiempo el mito de la convivencia entre religiones. Hoy no. Ésa ha sido la única lección que aprendieron los chicos y la imagen que difundirán de una ciudad que aspira a ser capital cultural europea en 2016 enarbolando la bandera de la interculturalidad.

Una vez soñé que durante el cerco bereber de Zawi a la ciudad de Córdoba, los andalusíes se comían las ratas y a sí mismos. Así durante semanas. Hasta que los muertos de hambre llegaron a contemplar a San Rafael presagiar el final de Al-Ándalus. El arcángel cristiano, judío y musulmán. El arcángel aljamiado de Lorca. El Israfil que anunciará el juicio final para unos y otros. Los que quieren flores de vino y los que saltos de media luna. Un solo pez en el agua que a los dos Córdobas junta. Fue entonces cuando entraron las milicias africanas que ya habían devastado Media Azahara. Pero los cordobeses, en lugar de humillarse ante el invasor, celebraron la conquista como una liberación de sus estómagos y marcharon a las afueras de la muralla a por comida. Tras la toma católica de la ciudad, la Iglesia declaró a San Acisclo Patrón y mártir de Córdoba. Sin embargo, el pueblo prefirió honrar como santo oficioso a San Rafael. El arcángel sincrético. Y por eso cada año los cordobeses conmemoran su presagio saliendo de perol, simulando inconscientemente la pascua del cordero, como si acabase de terminar un sitio de siglos.

El Mirhab de muchas mezquitas andalusíes no está en qibla. No apunta a la Meca. Suele estar orientado hacia oriente. Hacia la salida del sol. Como enseña Cossío para las plazas de toros. Sin embargo, el Mirahb de la Mezquita de Córdoba apunta al sur. Y en la perpendicular se ubica el altar de la Catedral cristiana que okupa sus tripas. Ambos monumentos marcan la ordenada y la abscisa del eje axial para el creyente ecuménico. Apuntan al ombligo sentimental del paradigma andalusí. Y una manada de ciegos sigue sin darse cuenta.

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