Reloj de sol

Joaquín Pérez Azaústre

El miedo a los vecinos

EN el miedo al vecino se concentra toda la aspereza de la vida, la sensación rotunda de una vida nueva que acabamos de imponer. Después de lo ocurrido en Pozoblanco, donde una explosión ha causado una muerte y todo un desconcierto convertido después en puro pánico, ese miedo al vecino se concentra en un fogonazo en plena noche, que puede ser anuncio de la mayor tragedia para un pueblo o también la tensión de lo probable: de hecho, dos viviendas han sido destruidas, una tercera se ha visto dañada, se han desalojado unos sesenta vecinos y ha habido varias crisis de ansiedad. Fue hace un par de días, a las diez menos cuarto de la noche, cuando en la esquina del Paseo de la Herradura con la Avenida de Villanueva de Córdoba un estallido terrible y tremebundo obligó a la gente a salir a la calle, mientras todos las paredes y los muebles, los tabiques, y también parte de las fachadas, se precipitaban en la acera. Poco después el caos, siempre está el caos. Tenemos una vida circular que deja poco espacio para las sorpresas más oscuras, que finalmente suceden. Hay pocas razones para salir a la calle, en plena noche, vestido únicamente con el pijama, el camisón o la bata, mientras la cena espera intacta en la cocina, pero una explosión como la de anteayer en Pozoblanco nos sacaría a todos no sólo de la cama, sino de nosotros mismos, de nuestra confianza adormecida por este bienestar social que ahora se acaba.

Lo peor del bienestar, sea de cualquier tipo, es que pensamos que va a durarnos siempre: sucede, especialmente, con el bienestar doméstico, con la bondad doméstica. Las causas de esta tragedia en Pozoblanco, que sin duda podría haber sido peor, todavía se están localizando, pero parece claro que la explosión se debió al estallido de una bombona de butano. Ahora bien, la detonación de esa bombona pudo no ser fruto del azar, porque uno de los vecinos de la planta en la que se produjo la explosión ha declarado que esa misma tarde había notado un profundo olor a gasolina. Fue por eso que este hombre avisó a las autoridades, y cuando se estaba procediendo al desalojo la bombona explotó, y con ella también dos edificios que ahora, bien mirados, se asemejan quizá a un paisaje de guerra europea y civil, a una desolación noctámbula y urbana.

Pudo ser un vecino el que provocó la explosión, quizá su propia muerte y un acceso de horror para sesenta pozoalbenses, y es por eso que el miedo al más cercano, el miedo a los vecinos, puede concretarse en lo ocurrido aquí. Pero también fue un vecino quien detectó esa noche el olor a gasolina, quien descolgó el teléfono para avisar del riesgo, para salvar la vida a sus vecinos.

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