La tribuna

Salvador Gutiérrez Solís

Modo verano

HA llegado el verano a pecho descubierto, en modo guerrero, vacilándonos como ese amigo del barrio que estrenaba su Motoretta para asombro y envidia colectiva. Aquellas bicicletas eran más épicas que las batallas de Juego de Tronos, que ya es decir, que entonces las calcomanías se consideraban efectos especiales. Hogueras de San Juan, que arda todo lo malo y que llegue lo bueno, aunque lo bueno no lo sea para todos. Esas cosas que pasan, grabaciones ministeriales, dimisionarios no dimitidos, ministros y menestras de hojas amargas, el rayo que no cesa. Y nosotros, a verlas venir, a aguantar verano desde el principio, enterito. Esperemos que no sea todo aguantar y que también haya quien meta un dedo, una mano, un brazo, y hasta los dos, para desatascar el embrollo político en el que andamos metidos desde ya hace demasiado tiempo. Pobre Rey sin Gobierno, que desde que lo nombraron conoce más el vacío que otra cosa, y eso no es bueno, se mire por donde se mire. Miremos siempre desde arriba, desde la altura, que tenemos mejor y mayor noción de las dimensiones. El problema es el vértigo, ya nos lo contó de maravilla el maestro Hitchcock, que contando esas cosas nuestras tan profundas y tan rebuscadas, tan metidas en el subsuelo de nuestras emociones, era el mejor. El más claro, cuando la claridad solo es un hilo de luz en un universo de oscuridad. Esperemos y deseemos que a partir de hoy abandonemos esta temporada en la oscuridad, necesitamos un Halcón Milenario que nos conduzca a una nueva galaxia, más ordenada y concreta, más cómoda, menos recortada. No busque la ventanita en la que señalar la opción modo verano, nadie le preguntará, llegará, le vendrá, sin más, es lo que toca y es lo que hay.

Llegaron las vacaciones, pero no para todos. Aquellas afortunadas y cada vez más escasas parejas que trabajan o laboran sus dos miembros tienen que hacer más equilibrios que ese funambulista que se atreve con las cataratas de Niágara o el Gran Cañón del Colorado. No mire hacia abajo, que no hay red, tampoco se espera. A alguien molestará mi comentario, lo anticipo, pero es que no puedo entender que los niños estén fuera del sistema educativo casi tres meses, así de seguido -no contemos los otros periodos vacacionales-. Tengamos en cuenta que no todos los niños se encuentran en familias "normalizadas", en barrios "normalizados", y esos tres meses son mucho, muchísimo, tiempo, con demasiada frecuencia. Pero de todas salimos, dios aprieta pero no ahoga, la sangre no llega al río, y todo ese caudal refranero que nos hemos inventando para justificar, a lo largo de los siglos, que somos un chapuceros, que siempre nos falta un tornillo, o varios, para que todo encaje, porque nos hemos acostumbrado a que la mesa esté coja. Sencillamente, lo damos por hecho. Y diremos que nos molesta, y la denunciaremos, sí, pero al final no haremos nada por arreglarla. Es más, si en algún momento tenemos la opción de poder contar con una mesa nueva lo contemplaremos con recelo, buscando la trampa, la contrapartida, los inconvenientes, lo que sea para seguir justificando que no vamos a cambiar de mesa, aunque esté coja, y la sopa se desparrame por las esquinas y nos salpique los tobillos. Qué más da.

Tanga, turbo o bañador, de talle larguito, hasta la rodilla, tipo José Sacristán en sus películas ibéricas y setentonas, asómese al borde de esa piscina que tal vez no pasa de alberca, pero que se disfruta igual cuando el calor aprieta, y ahora aprieta, con saña y rabia. Estética modo verano, yo me compro una camisa de verano todos los veranos y me gusta presentarla en sociedad como se merece. Hablamos de sopas y mesas, de gobiernos por hacer, ahora tenemos oportunidad de enderezar el rumbo. Hablamos de rumbos, de destinos, de caminos a trazar, y Machado se cuela en la garganta. La vida puede ser poesía, a ratos, una canción, una coplilla triste y penosa o un hit californiano con sabor a mar, mejor, o una larga novela, ya puestos. Escribamos un final feliz, o, mejor, el final menos infeliz para la mayoría que será la felicidad de unos muchos. En cualquier caso, hagamos, que siempre es posible.

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