La tribuna

Salvador Gutiérrez Solís

Mujeres

DE la misma manera que cuando hemos empujado el carrito de un bebé, o hemos tenido una escayola o cualquier otro tipo de lesión temporal, durante algún momento hemos podido llegar a sentir, aunque fuera lejana y remotamente, cómo es la vida de una persona con discapacidad, creo que los hombres, todos los hombres, deberíamos intentar situarnos en el lugar de las mujeres, aunque solo fuera por un momento. ¿Es fácil ser mujer hoy, es muy diferente a ser hombre? O, mejor, ¿es más complicado ser mujer que ser hombre? ¿Se lo ha preguntado alguna vez? Y si se lo ha planteado, ¿ha tratado de responder a la pregunta? Tal vez no, por pereza, por indiferencia o porque, simplemente, hay preguntas que tienen malas respuestas o respuestas, en definitiva, que no nos conviene escuchar. O que no queremos escuchar. Tampoco responder. En los últimos tiempos se habla mucho de los micromachismos, y que no dejan de ser la expresión más cotidiana del machismo histórico y que tenemos tan asimilado que ni nos damos cuenta que lo son. Podría ser una explicación, pero no, claro que los reconocemos, pero es más cómodo seguir perpetuando roles, modos, que consideramos más cómodos para nuestra vida y proyección como hombres. Jugamos al despiste, al no me di cuenta, al como "toda la vida", y es que en la mayoría de las ocasiones es más sencillo, y hasta relajado, ser un hombre, y, por tanto, llevar vida de hombre "como toda la vida". Hay miles de ejemplos para mostrar los micromachismos: la factura del restaurante o bar que siempre acaba en el lado del hombre que se encuentre en la mesa, ya no digamos si se pide cerveza y refresco, que los destinatarios ya están establecidos de antemano. Más. ¿Quién se ocupa del cuidado de los hijos, quién reduce su jornada laboral -cuando tiene empleo, claro- para su propio perjuicio, ya que cobrará menos y contará con una pensión más baja en el futuro? ¿En qué lado se coloca la cuna en el dormitorio matrimonial? ¿Quién forma parte del grupo de whataspp del colegio? ¿Quién cuida del padre, madre o suegros? ¿Cree necesario que siga formulando este tipo de preguntas?

¿Se atreve a responder a alguna de estas preguntas? Si es usted una mujer, qué decirle, que desgraciadamente conoce muy bien las respuestas, las vive cada día, y si es usted un hombre hasta puede que se sienta ofendido. Espero que no me responda que usted arregla los enchufes cuando toca y que de vez en cuando sube a tender la ropa. Ah, y hasta que algunos fines de semana se ocupa del lavavajillas o hace la cama. Definitivamente, seamos sinceros, sigue siendo mucho más complicado ser mujer en la actualidad, a pesar de lo que llevamos recorrido, sí, que es mucho, a pesar de los pesares, de los rajoys y gallardones, sí, pero aún hoy sigue siendo mucho más difícil, duro, exigente y hasta peligroso ser mujer. Hemos hablado de los micromachismos, que es el machismo cotidiano, el de siempre, casposo por rancio y estética, pero que desgraciadamente no es el único que padecen las mujeres. ¿Hablamos de invisibilidad, de asunción de roles, de brecha salarial? ¿Hablamos de contratos basura, de escalas profesionales, de paridad en los órganos de decisión, ya sean públicos o privados? ¿Hablamos de bajas por nacimiento de hijos, hablamos de posibilidades, derechos y oportunidades?

¿Hablamos de violencia de género? Sí, porque ser mujer también puede llegar a ser muy peligroso, como antes comentaba. ¿Lo hablamos, respondemos las preguntas? ¿Nos atrevemos? Tal vez el problema resida en eso, en que nos pasamos las horas, los días y la vida hablando y no actuando. Y nos alegramos cuando se aprueban medidas, leyes y decretos varios que tratan de incidir en la igualdad entre hombres y mujeres, pues claro que sí, yo el primero, es lo menos, ¿no? Pero todo eso sirve de muy poco, o no sirve del modo que debiera, mientras nosotros, sí, los hombres, especialmente, y también muchas mujeres, sí, también, no damos un paso al frente y decimos basta y empezamos de nuevo, porque "lo de toda la vida" no vale por una simple cuestión: se olvidaron de una mitad. Así de simple, es una mera cuestión de contabilidad social, poblacional y cultural. Mientras tanto, pues eso, una sociedad tuerta, ya que solo utilizamos un ojo.

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