La tribuna

Salvador Gutiérrez Solís

Andalucía

ESPERO que no me ciegue la procedencia, el orgullo de procedencia y también de pertenencia, sí, orgullo, pero tengo la impresión de que en este tiempo de secesiones, decisiones unilaterales, consultas, referéndum y demás escenificaciones pseudopolíticas, Andalucía, los andaluces y andaluzas, damos una lección de pertenencia y de nacionalidad, pero también de convivencia, de respeto y aceptación. Los andaluces, aún contando con un elevadísimo grado de asimilación de nuestra propia identidad, hablemos también de nacionalidad, no la empleamos para evaluar posibles incompatibilidades con otras identidades y pertenencias que asumimos con absoluta naturalidad; hablemos también de comodidad, incluso de cotidianidad. Es decir, para nosotros ser muy andaluces no choca con ser muy español, no establecemos una competición entre ambas identidades, no las echamos a pelear, no las colocamos en una balanza, conviven armoniosamente en nuestro interior. El concepto España y el concepto de Andalucía cohabitan en la misma línea, en el mismo discurso, sin necesidad de giros, ni uno ni otro están encriptados a presión en nuestra semántica emocional. No hay competencia. En este sentido, y no excuso una supuesta vanidad que entiendo como una certeza, somos un ejemplo a imitar en este tiempo de desafíos, enfrentamientos y visceralidad. En este tiempo de nomenclaturas y definiciones rebuscadas, artificiales en gran medida. En este tiempo de concepciones premeditadamente encontradas, y que en muchos casos se plantean como una auténtica guerra de sentimientos. Y los sentimientos, cuando son puros y verdaderos, no se enfrentan entre ellos, conviven. Tampoco se miden o pesan. Y no se tasan, no, por supuesto que no.

Soy consciente de que soy, somos, diferente a un vasco, un gallego, un catalán o un extremeño, evidentemente. Me expreso de diferente manera, mi ritmo, mi acento, el uso de jergas, esas vocales imposibles que hemos creado a lo largo de los siglos, me diferencian. Disfruto con fiestas y tradiciones que más allá de Despeñaperros no terminan de comprender, y viceversa; contamos con climas diferentes, la luz que me despierta cada mañana no es la misma, tampoco los olores y las tonalidades, pero nada de eso me separa, ni cultural ni emocionalmente, de un canario, valenciano o asturiano. Me, nos, diferencia, pero no me separa. No es lo mismo. Es más, disfrutamos de esas diferencias, de sus olores, de sus colores y sabores, de sus palabras, cuando las descubrimos. Del mismo modo que ellos las disfrutan cuando conocen el Sur, Andalucía. Asumo y entiendo estas diferencias como elementos enriquecedores, como los matices que podemos encontrar en cualquier imagen, en un cuadro, en una panorámica que nos emociona e hipnotiza. Y quiero seguir disfrutando y, sobre todo, compartiendo y conviviendo con estas diferencias, grandes y pequeñas, en el futuro. Estoy convencido de que juntos somos mucho más, en todos los aspectos, en todos los sentidos, y no solo hablo de economía y demás estadísticas. Más sabios, más cultos, más fuertes, más libres, menos previsibles, más genuinos.

El 28 de febrero es un día muy destacado en la historia de Andalucía, y por tanto también lo es de la historia de España. Un día en el que comenzamos a recorrer un camino común, en la misma dirección y con los mismos objetivos. Compartimos las metas. Desde que recuerdo vivo con emoción, inmensa alegría, cada 28 de febrero; disfruto cuando mis hijos acuden al colegio exhibiendo la bandera verde y blanca, que aprendan y canten el himno, que recuerden a los andaluces y andaluzas universales que han tejido la tupida malla de nuestra historia. Estoy muy orgulloso de ser andaluz, sí, lo siento como un hermoso privilegio y por eso comprendo que sientan lo mismo un gallego, un manchego o un catalán. El peso de la tierra, de la identidad, de la historia, llámelo X. La definición no es lo que cuenta, es el envoltorio, lo residual. Lo verdaderamente importante es el sentimiento, y ese es el que mantenemos bajo los colores de la bandera, de cualquier bandera.

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