La tribuna

Salvador Gutiérrez Solís

Amor

SONIDO de arpa, aunque no lo escuche. Los escaparates se llenan de rosas y de corazones, nos vuelven a contar la historia de San Valentín. Difusa historia. Las cadenas de televisión emitirán una película sobre el asunto. Basada en hechos reales, pero con final feliz, que tiemblen las perdices. Los supermercados ofrecen catálogos específicos, dígaselo con bombones, flores o tarjetas, un regalillo para celebrar el día. Casi todo se puede comprar, nos cuentan, y nos lo creemos, vaya que sí. Flechas que apuntan al corazón, alas de algodón, frases manidas. Restaurantes que ofrecen cenas especiales, menús alusivos, prometen crear el clima propicio, para que surja y nos envuelva. Hoteles en oferta, suites a precio de saldo, spas para la ocasión, unas vistas idílicas. Cuidado con las alturas, esos vértigos voraces. Quién le pone el cascabel al gato. Amor. Menuda palabra. Quién la define. Podemos acudir al diccionario, tan frío a ratos, a miles de canciones, del azúcar a la mostaza, gustos y colores; también podemos buscar su definición en miles de libros, romanticismo mesiánico y pasiones desenfrenadas, o en el cine, que una imagen vale más que mil palabras, decimos con tanta frecuencia. De la sutilidad a la pornografía, universo californiano de silicona y látex. En la pintura, candidez y trasgresión, imaginarios bosconianos extendiéndose a lo largo y ancho del lienzo. Desgarrador, incierto, nervioso, maravilloso, breve, intenso, química, física, biología, profundo, liviano, sugerente, invisible, presente. Sí, hablemos del amor, tal cual, o de las formas del amor, o del amor esencial, que cada cual sentirá, esperará y repartirá a su manera, mientras tararea la célebre copla de Sinatra.

Y sí, lo de San Valentín es ñoño, es verdad, y se lo han inventando los grandes almacenes para rascarnos el bolsillo, también, pues claro, completamente de acuerdo. Pero también estará de acuerdo conmigo en que tampoco pasa nada, que hasta es aconsejable, que por un día, unas horas, lo que sea, el amor sea el gran protagonista, el TT en el timeline de nuestras vidas. Y sin necesidad de abrir la aplicación. Tengo la impresión de que hemos introducido en nuestras vidas tantos elementos prácticos, tangibles, concretos, que evaluamos según su utilidad, que nos hemos olvidado de las emociones, de los sentimientos y, como canta Calamaro, es bueno mantener alguno despierto. Pensemos durante un instante, o durante seis horas, mucho mejor, en el amor, en lo que representa, en lo que le pedimos y no nos ha atendido, en lo que nos ha dado, si es abundante, poco o mucho, en el que sentimos en la actualidad, en el que ofrecemos, en su ausencia, en su presencia, en el que nos roza, toca y alienta. Y sí, lo de San Valentín es ñoño, pero cuántas ñoñerías nos seducen y embaucan al cabo de la vida sin recibir nada a cambio. O muy poco, casi nada. Más de las que imaginamos, más de las que somos capaces de contar. Faltan dedos en nuestras manos, me temo, comience si no me cree.

Puede que el amor sea la Primitiva de nuestras vidas, ese acierto que la estadística niega, y niega, con tanta insistencia. Tal vez nunca lo conozcamos en su plena intensidad, que el 40, 50 ó 70% lo relacionemos con el absoluto, con el 100%, por puro desconocimiento. Tampoco vamos a estar todo el rato rellenando el boleto, vaya que nunca nos toque. Nos conformamos con el reintegro y con uno de tres aciertos ya vamos bien despachados. Qué locura. Mejor no pensar en todas estas cosas, en ese amor que es como esa alergia que desconocemos, y que solo padeceremos si comemos ese fruto extraño en una selva amazónica. Mejor no pensar en la probabilidad de lo improbable y disfrutar la realidad actual, que es el amor que sentimos cada día. Y que es mucho, tal vez demasiado si nunca hemos intentando explorar en las afueras de nuestro mundo. O que es el que necesitamos, o el que merecemos, según. Otro San Valentín más y otra excusa, cualquiera vale, para decir te quiero, y para escucharlo, y compartirlo. Mañana será otro día, seguro, y tal vez suene a nuevo, a diferente, a primero, pruebe, repita ese te quiero, mientras las rosas siguen esbeltas en el jarrón.

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