La tribuna

Salvador Gutiérrez Solís

A través de la luz

HIPNOTIZADO por la magia de Paco de Lucía, de niño quiso ser guitarrista flamenco, pero nunca encontró la guitarra apropiada para un zurdo como él. Atrapado por el lenguaje de los colores, quiso ser pintor. Es ingeniero, aunque no lo parezca, si bien tiene mucha relación con lo que hace, si uno se detiene un instante a pensarlo. Primero lo conocimos en Flow, aquel legendario grupo cordobés del que, en cierto modo, nunca tuvimos constancia de la notoriedad que había alcanzando en el panorama musical español. Y es que puede que esa sea una de las grandes características de Fernando Vacas, lo vemos paseando por las calles de Córdoba, con su aspecto de despistado, desenfadado, su gafas de concha y su pinta de vaquero que ha descubierto las madrugadas en una Corredera de Tucson, si es que hay una Corredera en Tucson, y desconocemos su verdadera dimensión. No solo como músico, también como productor y como auténtico activista cultural. Se despidió, por el momento, de su primera banda, Flow, con un disco absolutamente maravilloso, Echo en México, un recorrido por los sonidos sureños, recubierto por una patina de entusiasta melancolía, aunque suene rara esta combinación. Fundó su sello discográfico, Eureka, que se convirtió en la plataforma de lanzamiento de Russian Red, entre otros muchos nombres. Por su estudio de grabación han pasado, y pasan, María de Medeiros, Howe Gelb, La Negra o Mercedes Ferrer. Y junto a su primas, creó Prin La Lá, una de las bandas más sugerentes y atractivas de la música española en los últimos años. Una banda con la que Fernando Vacas ha regresado, consciente o inconscientemente, al mundo de la infancia, tanto en textos como en sonido. Recuperando, por ejemplo, Pepito Grillo, aquella deliciosa canción nacida de la conjunción Nacho Cano y Germán Coppini. Sí, aunque muchos no se lo crean, Cano y Coppini, sí, el de Mecano y el de Siniestro total/Golpes Bajos, compusieron un trabajo conjunto.

Tal vez porque sigue instalado en la fantasía de la infancia, como queriendo recuperar el niño que soñaba ser Paco de Lucía, Fernando Vacas nos ofrece en la actualidad la que puede ser su apuesta más arriesgada: A través de la luz. Una ópera flamenca, yo añado rock, en la que Vacas aliña los más diversos ingredientes. Por un lado se sumerge en la tradición flamenca de su familia, en los sonidos que escuchaba entre biberones y nanas, por otro en los desgarros de los Sonic Youth más apocalípticos y finalmente lo condimenta con una escenografía entre lorquiana y romeraca, de Romero Torres. La instrumentación flamenca más tradicional, guitarra, cajón, palmas y taconeo, se fusiona a la perfección con las guitarras eléctricas y los bajos que aporta el propio Vacas, aderezadas con las aportaciones de un Dj o la musicalidad "siderúrgica" de un martillo. A pesar de no haber sentido nunca ese "pellizco" del flamenco, que tanto se menciona, reconozco que disfruté, que me emocionó, contemplar A través de la luz. Y es que el resultado puede interpretarse como una desgarradora fábula, un paseo entre la vida y la muerte, que te hipnotiza desde el primer taconeo, a veces desde la incomprensión, que no deja de ser una de las grandes habilidades del Arte, no tienes que entenderlo para que te sobrecoja.

Puede que a lo largo de su trayectoria, haya sido, precisamente, la incomprensión lo que ha generado la obra de Fernando Vacas, ya que no me cabe duda de que en gran medida es un adelantado a su tiempo. Con el paso de los años ha definido su propia y personalísima identidad más allá de las modas y de los parámetros establecidos. Creadores como Vacas son, en definitiva, los que nos aúpan en sus hombros para mostrarnos lo que hay más allá de las tapias, donde el mundo prosigue. Y lo hace desde Córdoba, con un empresa creada en Córdoba, con artistas cordobeses, en gran medida, pero siempre con una intencionalidad global. Activistas culturales como Vacas son más que necesarios, ya que con su visión y talento nos muestran lo que podemos contemplar a través de la luz, o más allá de las sombras.

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