La tribuna

Salvador Gutiérrez Solís

La carta de los Reyes

PRETENDO escribir mi carta con alevosía, clara intencionalidad, y en el último momento, ya he dejado los mantecados en la ventana. Queramos o no todo evoluciona. Bueno, evoluciona o cambia, que en multitud de ocasiones más que a una evolución asistimos a un retroceso. Pregúnteselo a Gallardón, ese ministro guay que se nos fue muy enfadado, que sabe tela del asunto, lo que yo le diga. A este paso, Cuéntame será una serie futurista, me temo. Retomemos, las cosas evolucionan o cambian -normalmente a peor-, y de eso no nos libramos nadie, ya que nos guste o no formamos parte de este mundo que cuenta con sus propias reglas, esas que ni usted ni yo hemos formulado, tampoco nos han preguntado. Hasta los celebérrimos Reyes Magos, tan ajetreados por estas fechas, no han podido esquivar este tiempo de cambios. Ya no respetamos nada. Me cuentan que los Reyes Magos están estudiando nuevos medios de transporte, que al precio que se han puesto la luz y la gasolina como que no les salen las cuentas. Lo de los camellos queda muy vistoso cuando llegan a la ciudad, pero en las autovías, en las largas distancias, necesitan más potencia, otra velocidad. Baltasar pensó que bien podrían utilizar una autocaravana para los viajes, y así ahorrar en posadas y demás, pero después del éxito de Breaking Bad lo han descartado. Imagina la que se puede liar en Twitter, le dijo Melchor, rodeados de camellos y en una caravana, sólo falta que pintemos la estrella de azul. Probaron con el AVE, con esas tarifas reducidas que son como los billetes de 500 euros: leyenda urbana. Mire, señor, somos tres, tres reyes, tres, no cuatro, no queremos comprar una mesa, y mucho menos para salir a las 11.45, a esa hora estamos todavía con la faena. Me cuentan que están probando con un dron.

Gaspar no se lo pensó, de un plumazo tachó de la lista al ministro Montoro, ni carbón le va a dejar, dijo y los otros dos reyes permanecieron en silencio, sin argumentos para responder. Y si os digo que desde el día 1 también son más caras las autopistas creeréis que estoy bromeando, pero no, no estoy bromeando, y Gaspar, más enfadado, buscó en la lista a los ministros Soria y Pastor y también los tachó con fuerza. Melchor, mirando de reojo, pudo comprobar que a Rajoy ya lo había sacado de la relación con anterioridad. Es normal que nuestros tres Reyes Magos estén enfadados, para ellos, como para nosotros, no son buenos tiempos, a pesar de la proclama mitinera. No sólo se trata de dificultades económicas, hablemos de prestigio, de reputación. Para los Reyes Magos ya no es tan fácil, tan cómodo, como antaño realizar su trabajo. No porque los niños de hoy ya no les escriban cartas o porque no les esperen durante horas en las calles para presenciar el desfile, nada de eso. El problema es que las monarquías están de capa caída, que Iñaki y compañía les han perjudicado mucho, y ya no son ese estamento más allá del bien y el mal, las estrellas de los libros de Historia, a pesar del cambio y del recambio. No sólo han variado las condiciones del trabajo de sus mágicas majestades, también la esencia, incluso el espíritu. Durante años han atendido a millones de peticiones de todo el país, intentando no dejar a nadie sin su preciado regalo. Últimamente, no es solo que hayan cambiado algunas peticiones, también el reparto, la equidad. Hay quien recibe muchos y caros regalos, y hay quien recibe pocos y baratos. En ocasiones, el regalo consiste en un paquete de garbanzos o dos cajas de leche. Y los que reciben poco y barato cada año son más.

Se me acaba el artículo y todavía no he entrado en materia. Queridos Reyes Magos, a pesar de la situación, de los recortes y sobrecostes, yo quiero seguir con la tradición de todos los años y pediros algunas cosillas, si es posible. Algunas solo las podréis conseguir por medio de la magia que os suponemos: salud y empleo para todos, amor a espuertas, dignidad a raudales, optimismo, sí, necesitamos una riada, mejor un tsunami, de optimismo, y libertad, que la dábamos por supuesta y empiezo a dudar de su universalidad. También os pido regalos iguales, paquetes del mismo tamaño, sin distinguir colores y contenidos, tampoco destinatarios. Para mí, no pido nada, o muy poco, que se mantenga el caudal de besos, la undécima si es posible, que me salga una novela bonita y que se venda un montón, aunque a veces no sea compatible. Y por último, una petición para vosotros, si me lo permitís: no nos falléis, seguid regalándonos ese momento de felicidad y pelucas, de betún y caramelos, de espera y ventanas vigiladas, de sonrisas. Esas sonrisas que siguen siendo el sentido de cada día.

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