La tribuna

Salvador Gutiérrez Solís

Veladores

COSAS de estos tiempos, con sonido a broma, pero no. Mantienen las ciudades, las grandes capitales especialmente, en los últimos años, una competición por demostrar quién de ellas cuenta con más veladores por metro cuadrado. Y se lo están tomando en serio, ya lo creo que sí. Todas esas aceras nuevas, por fin anchas, que llegaron a nuestras calles no hace tanto, antes de ayer como el que dice, hoy han vuelto a ser estrechas, insignificantes, mínimas, ante la invasión de los veladores, miles de veladores conformando un nuevo mapa de las ciudades. Ya se los puede ver en el Meteosat y en el Google Earth, de verdad, que no es una exageración de las mías, que es así, como lo estoy contando, aluminio y plástico, una invasión. Porque en esta actualidad nuestra, de traca y muy señor nuestro, de registros, detenciones y dimisiones, siempre menos de las deseables, en estos tiempos de España va bien, pero para unos pocos, para los de siempre, que aumentan los millonarios a espuertas, y no es ninguna broma, el potencial de una ciudad, su evolución, su desarrollo, se evalúa según el número de sus veladores. Dicho de otro modo: el aumento de veladores es directamente proporcional al crecimiento económico, social y de todo lo contabilizable de una sociedad. Eso es así, de verdad, que no son cosas mías, como lo cuento. Olvídese del PIB, de los datos de desempleo, del número de familias en exclusión social, del incremento de polígonos industriales, de rotondas o puentes, todo eso es ya secundario, residual, insignificante, aleatorio, pasado, desfasado. Mandan los veladores, el buque insignia de esta recuperación que nadie percibe, salvo tres, como ya comentaba, y entre esos tres no estamos ni usted ni yo, lo siento pero esa es la realidad, triste tristísima, pero no lo tenga en cuenta, que es el principio de ese tiempo de felicidad, ilusión y no sé cuántas cosas más que Mariano nos prometió en su campaña electoral.

Intuyo pronto antes que tarde, leyendas en las entradas de las ciudades en las que podremos leer frases similares a: Bienvenido a Córdoba, Ciudad del millón de veladores o Córdoba, Ciudad Europea de los veladores o Córdoba, ciudad de veladores, así más simple, menos rimbombante, pero igualmente certera, concreta. Pero han de ser unas buenas placas, costeadas, nada de comprarlas en los chinos, por favor, de alcurnia, que quien pueda exhibirlas es porque ha trabajado mucho para conseguirlas, años y años de esfuerzo, de dedicación, de entrega, y todas esas cosas que nos guían y conducen por el buen camino, con dirección a Soria, versión Gabinete, o al mismísimo Rocío, versión tonadillera. Escribo la palabra y a mi cabeza viene, cómo no, la imagen de Isabel Pantoja, la tonadillera entre las tonadilleras, la reina o lo que sea, ya hablaremos del tema, con espacio y tiempo, que merece la pena analizar. Sigamos con lo verdaderamente importante, con lo relevante en este tiempo de acciones irrelevantes y circunstancias hirientes; sigamos con nuestros veladores, bandera del progreso, trampolín del optimismo, arco iris que transforma la negra y espesa tormenta en un idílico prado de colores en cinemascope. Ponga un velador en su vida, es un lema que debemos extender, que enseñar a los niños en el colegio desde la más tierna infancia, para que así asuman el concepto con naturalidad.

Debería ofrecer mi más sincero perdón por la extensa perorata, por esta pretensión de ironía, pero es que cada vez que contemplo cómo un Ayuntamiento transforma el tema de los veladores en un tema principal, trascendental, esencial, en el TEMA de una ciudad, se me crispan los nervios, las mandíbulas me duelen a horrores de tanto apretar los dientes. ¿Así pretendemos escapar de esta desoladora situación, esta es la gran apuesta, este es el gran asunto en el que se deben concentrar buena parte de los esfuerzos? ¿Este es el camino? Y soy consciente de que es un asunto que compete a un buen número de profesionales del sector, evidentemente, pero no debe ni puede ser el gran argumento con el que aferrarnos al futuro, porque eso es como tratar de construir una casa sobre cimientos de cartón. Que tal vez es lo que nos ha sucedido, y el cartón ya no ha podido seguir obrando el milagro durante más tiempo, demasiado ha durado.

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