cruz conde 12

Félix Ruiz CARDADOR

Las aventuras del PP en Rey Heredia

Un año. El próximo 5 de octubre se cumplirá un año de la ocupación del edificio municipal sin que el PP haya conseguido solucionarlo sin mancharse, que es lo que siempre pretendió

CONOCIDA es la serie literaria que el escritor José Manuel Ballesteros ha desarrollado en la última década larga bajo el nombre Las aventuras de Pepe y en la que su protagonista, un niño curioso y simpaticón, se ve enredado en mil líos que lo llevan a lugares emblemáticos de Córdoba como la Mezquita-Catedral, la Judería, Medina Azahara, el barrio de San Lorenzo o los Patios. No sé si en el futuro se le ocurrirá a Ballesteros llevar a su Pepe al colegio Rey Heredia, pero a falta de este personaje de ficción sí que tenemos a otro PP, partido gobernante por cierto, que anda envuelto en su propia y triste aventura con la Acampada Dignidad y la ocupación que este colectivo mantiene del otrora centro escolar del Campo de la Verdad.

El tiempo da la sensación a veces de que no pasa, pero, si echamos las cuentas, lo que sacamos es que el próximo 4 de octubre se va a cumplir un año desde que un grupo de gentes cabreadas con los recortes y contrarias a los gobiernos del PP decidieron, al término de una manifestación, meterse en el Rey Heredia, entonces en desuso, para darle usos sociales a pesar de que la ley jugaba en su contra. De entonces a ahora, muchas cosas loables han hecho los acampados en favor de los más desprotegidos y de las familias más humildes, pero por mucho que su labor diaria sea social a nadie se le escapa que su trasfondo es también inequívocamente político, muy político. El hecho de colarse en una inmueble municipal, y no autonómico, no fue casualidad sino intencionalidad, y en su decisión de no moverse de allí pase lo que pase también existe un cálculo que estima que el desalojo, con su circo mediático y sus resonancias, podría tener otro tipo de beneficios y supondría un desgaste del equipo de gobierno y del alcalde. Entiendo que para Acampada Dignidad el que los larguen de allí no es lo más deseable, pero la otra opción también les deja dividendos. Movimiento hábil, porque más allá de ayudar en lo social a gentes necesitadas también goza de una posición política en la que coloca al PP en un rincón incómodo sí o sí.

Las bases de la partida eran tales desde el principio, desde aquel octubre rojo, y enredado en ese bucle al PP se le ha ido amargando este asunto hasta esta fecha, cuando se acercan las elecciones municipales sin que la trama se haya sabido resolver. En realidad, al alcalde y a los populares se les ha visto cogidos siempre por la estrategia contraria y siempre incapaces de tomar una decisión difícil que saben que no es plato de gusto y que tiene costes. A su intento estratégico de lavarse las manos y conseguir que fuesen la justicia o los vecinos de la zona Sur los que reclamasen el desalojo -para que el PP lograse sus fines sin mancharse- se le vieron los costurones desde el principio y tanto la justicia como el Distrito Sur han sabido zafarse de esta instrumentalización envenenada con los manos en alto y cara de "a mí que me registren". Todo el mundo parece decirle a Nieto lo que ni él ni Torrico ni los suyos quieren oír. O sea, que si quieren desalojo habrán de ser ellos los que inequívocamente lo decidan y los que tengan que pagar la fiesta ante la opinión pública. Que una expulsión nocturna y alevosa sería bien aprovechada por grupos políticos cercanos al Rey Heredia es algo que saben hasta los escolares de baba, pañal y dedo en la boca, por lo que el PP ahí sigue en su larga deriva, cabreando a sus fieles más decididos y estrictos con tanta indecisión.

A estas alturas, y con las elecciones de mayo a la vuelta de la esquina, poco margen le queda a Nieto para salvar la situación y al menos no tener que tragarse el sapo de ver como el Rey Heredia se pueda convertir en un polvorín de pancartas y reivindicaciones en plena campaña electoral. Que te hagan contracampaña desde un edificio municipal ocupado tendría su miga. Pero el desalojo de un lugar en el que acuden los necesitados a comer y los niños a estudiar parece cosa imposible casi siempre y más en estas calendas. Quizá sea el momento en suma de sentarse con la Acampada Dignidad y con los otros colectivos de la zona y llegar a una solución que no suponga desalojo. Sería ceder, pero sólo existe otra opción y es la que es. Solución buena para el PP no hay, por lo que lo mejor es que la aventura acabe antes de que la maquina electoral se encienda. En caso, claro, de que ese final civilizado pueda ser un verdadero final, que eso sí que es cosa que no depende del Partido Popular.

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