La tribuna

Salvador Gutiérrez Solís

Solo los vampiros sobreviven

SANGRE como alimento de vida, la noche como aliada, poderes excepcionales, capas y colmillos, estacas y crucifijos, ajos y cuellos seductores, la inmortalidad. Se han rodado miles de películas protagonizadas por vampiros a lo largo de los años, desde el presunto historicismo o respeto por la obra original o desde la comedia, el romanticismo o desde la pornografía. He visto cientos de películas y series de vampiros, terroríficamente malas en un porcentaje muy alto, gloriosas algunas de ellas, deliciosas unas cuantas. La mayoría de nosotros tenemos nuestra propia selección de pelis favoritas de vampiros, y raramente coincidimos en los primeros puestos cuando nos encontramos con otros forofos. Es difícil escoger y seleccionar, que se lo pregunten a Del Bosque, ante semejante avalancha. Todas ellas, de un modo u otro, e incluyo las producciones más espantosas, esas que ni la Serie B o la Z son capaces de englobar, me han interesado. Porque todas ellas, desde el esperpento, desde la innovación, desde el atrevimiento o desde el respeto por las más tradicionales reglas, me han aportado una nueva clave, un nuevo ángulo del mundo vampírico. Les debo una novela, una colección de relatos, un ensayo, estudio o lo que sea, un artículo me sabe a poco. Es un mandato que me impongo y que espero sea realidad un día de estos. No soy el primero, tampoco seré el último. En realidad, en multitud de ocasiones, el vampirismo es la excusa para abordar otras cuestiones, o para profundizar en la esencia de este género: la trascendencia. La permanencia, el horror a la muerte, al silencio, a la soledad, al vacío.

El Drácula de Coppola, Entrevista con el vampiro, de Neil Jordan y la saga de Blade, sin olvidarnos de la fulgurante Cronos de Guillermo del Toro o de Los viajeros de la noche de Kathryn Bigelow remozaron/actualizaron un género que muchos intuyeron como agotado tras el maratoniano ejercicio de las décadas anteriores. Años más tarde, la saga Crepúsculo convirtió a los vampiros en un fenómeno adolescente planetario, consiguiendo que decoraran con sus colmillos y su palidez las carpetas de millones de jovencitos. Plenamente establecidos, actualizados, cada poco estrenan una nueva serie o película, como la que ha llegado a los cines en los últimos días: Solo los amantes sobreviven, dirigida por el estadounidense Jim Jarmusch. Un director que, a lo largo de su trayectoria, se ha caracterizado por poseer una voz personal e irrepetible, tal y como demuestra su filmografía. Las películas de Jarmusch destacan por el tratamiento del tiempo, por ese aparente, solo aparente, "no pasa nada", y por la poesía de sus imágenes, a las que mima como si se trataran de estampas con intención de eternidad. Historias mínimas, sencillas, que congregan a las personalidades más inquietantes y magnéticas. Seguidor del cine de Jarmusch desde sus comienzos, me llamó la atención el anuncio de que se hubiera embarcado en una película sobre vampiros. Sorprendido, pero no desconfiado, como a la postre me ha demostrado.

Jarmusch ha sabido, con maestría y emoción, recrear el vampírico desde su propio mundo, fusionarlos sin fisuras. Como cualquier película de Jarmusch, ésta no podía ser menos, la crítica la ha acogido de manera bipolar, hay quien la considera una obra maestra y hay quien la ha calificado de patraña, por ser suaves. No puedo entender ese argumento, tan manido, que a mi juicio no hace otra cosa que incidir en la fuerte personalidad del autor, que te advierte de que solo te gustará la película de Jarmusch si te gusta el cine de Jarmusch, puro delirio. Inevitable no citar a Tilda Swinton, la protagonista femenina, que ya forma parte del pódium vampírico gracias a su interpretación. Frágil, hermosa, atemporal, apasionada, deslumbrante. Como en una canción de Joy Division, como en un poema de Dylan Thomas, Jarmusch nos habla de la distancia, de la soledad y de la eternidad del amor en Solo los amantes sobreviven. El amor más allá del tiempo. El amor más allá de los reinados, los reyes, los ciclos futbolísticos y los Mundiales a olvidar. Siempre vivos, aquí se han colado, en este domingo de coronas, promesas, ascensos insulares y épocas que comienzan.

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