La tribuna

Salvador Gutiérrez Solís

Selfie

ME pongo hoy un poquito hipster. No se preocupe, no le voy a pedir que se plante unas gafas de pasta, tampoco que me lea mientras escucha a Arcade Fire. Será menos gravoso, se lo aseguro. Vaya, ahora resulta que se llama selfie, y dicen que es una de las palabras más empleadas en el último año, anda que no. Sí, claro, es inglés, o algo parecido, en realidad selfie es la traducción de una de las palabras que más me horripilan: postureo. En este caso concreto, para ser más exacto, estaríamos hablando de autorretrato postureo, ahí queda la cosa. Y no sólo me horripila postureo por su significado, que también, es básicamente por una cuestión sonora, es fea de narices la palabreja, aunque tras detenerme un instante a pensarlo también me espanta por la relación que -puede que sólo yo- establezca con el perreo, ese ritmillo repulsivo, con baile incorporado, que nos vendieron hace unos años, y que era a la salsa lo que Camela al flamenco -y que cada cual escriba el adjetivo que considere más conveniente-. Se ha hablado mucho del selfie tras el entierro de Mandela, y eso que el fallecido líder sudafricano era justamente lo contrario a lo que representa el postureo. Un hombre íntegro, nada fingido, esencia de valores, defensor de las libertades y la igualdad. Mandela era postura, postura, clara, contundente, sin aristas, esencial y básica, transparente y honesta. Pues curiosamente, tras el entierro de Mandela hemos tenido conocimiento que en el "durante" se produjo el mayor selfie de la historia mundial de los selfies mundiales -que seguro ya existe tal clasificación-. Así, en negrita y cursiva, a lo bestia, ya que estuvieron implicados Obama, el hombre entre los hombres del mundo mundial, el presidente de los Estados Unidos de América, oh yeah, su propia esposa, Michelle, la primera ministra de Dinamarca, Helle Thorning Schmidt, así como el del Reino Unido, David Cameron.

Así, a lo rápido, que todo el mundo las ha visto, las imágenes reproducidas por los medios de comunicación nos muestran a un Obama, muy risueño y efusivo, tonteando con la danesa, que es la que realmente ejecuta el selfie, ya que el smartphone es de ella, y junto a ellos un Cameron que se quiere agregar a la fiesta, más por inercia que por complicidad, ya que tiene cara de qué está pasando aquí que no me entero. Pero la imagen entre las imágenes, es la de la expresión de labios contraídos y mirada afilada de Michelle Obama. Cara de "pero qué tonto es mi marido", básicamente. Por la importancia de los participantes, este selfie -no es que me haga mucha gracia la palabrilla, pero es que mucho peor su supuesta traducción al español- ha sido una de las grandes noticias de esta semana. Tal dimensión ha alcanzando que hasta ha eclipsado a la colección de perlas del ministro Montoro, imagínese, no es cualquier cosa -este hombre debería pensarlo un poquito antes de abrir la boca-. Una imagen, la de los Obama y acompañantes, que no sólo han sido muy vistas, también y, especialmente, muy comentadas. Y lo que me ha llamado la atención son las diferentes "versiones" que he escuchado en los últimos días.

Voy a reproducir las suaves, obviamente, que de todo hay en este patio sin recreo que es nuestro mundo. Hay quien considera que no es actitud en un funeral de Estado, hay quien considera que es de humanos este tipo de bromas, que al final, por muy mandatarios que sean, son personas como nosotros. Hay quien considera que a Obama lo han pillado con el carrillo de los helados y hay quien considera que la líder danesa se muestra muy participativa en el juego. Hay quien considera que Michelle Obama se queda corta y hay quien considera, algo que me ha llamado mucho la atención por su reincidencia, que la Primera Dama no estuvo a la altura, que debería haber tragado con lo que estaba viendo y esperar a encontrarse a solas con su marido para recriminarle su comportamiento. Me temo que, con este tipo de comentarios, tenemos demasiado asumido y presente el papel de la Reina Sofía. También cabe otra opción, más neutra, aunque más desesperanzadora, que considera que todos y todas hacen el vaina en el funeral de Mandela, por ser generosos y no cargar las tintas, y pobrecitos de nosotros, vaya tela en las manos de quienes nos encontramos. En cualquier caso, mi temor ante la eclosión mundial de este selfie es a lo que nos puede deparar el futuro. Deberían plantearse los fabricantes de smartphones incorporar cámaras en sus nuevos productos, vaya que no podamos resistir algunas imágenes. La veda está abierta.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios