La tribuna

Salvador Gutiérrez Solís

¿Y cómo no hablar?

EN muchas ocasiones, la actualidad mareante esta con la que convivimos te coarta a la hora de redactar tu artículo semanal. No es un censura, a ese extremo no llegamos, pero casi lo podemos entender como una potente insinuación -con visos de imposición-. La actualidad manda, y bajo tu responsabilidad queda la rebeldía o la obediencia. El caso es que te plantas frente a la pantalla del ordenador y te preguntas: ¿y cómo no voy a hablar sobre que el libro de Belén Esteban se haya convertido en un best seller, y que haya sucedido lo mismo con la bazofia esa misógina de la sumisión? Te dicen en la panadería: al final tenemos el país que nos merecemos, que mucho hablar, pero luego todos acabamos en lo mismo, y tú tratas de pergeñar un argumento convincente, cuando otra voz, a tu espalda, dice: si da igual que compres el libro o no, si apretando el botón del mando o hablándolo ya las estás alimentando. ¿Y cómo no voy a hablar de la esa nueva de Ley de Seguridad Ciudadana, que tan bien rima con campana, y que confunde el derecho a protestar con la prohibición de protestar? Tras el anuncio, se vino el señor ministro a Andalucía, para homenajear a la Constitución. Ahora que mi hijo está aprendiendo los antónimos, creo que he encontrado un magnífico ejemplo, Constitución/Ley de Seguridad Ciudadana. ¿Tú sabes que te pueden caer treinta mil pavos si te pillan fumándote un porro? Me comenta un vecino con gesto de incredulidad, el mismo que se me queda a mí. Ni jugar a la pelota en la calle, que también está prohibido, y con multa, exclama mi vecino. Pues eso siempre ha sido muy español, quién no ha jugado un partidillo en la calle, le respondo y los dos asentimos. Y yo pregunto: ¿multarán las bullas de la Feria? Anda que no nos juntamos gente ahí, pero tela, insiste mi amigo. No les des ideas, y me despido.

El blanco de la pantalla me persigue, y se alían en esta persecución las portadas de los periódicos, ¿y cómo no hablar de los últimos datos del paro? ¿Cuál es la intencionalidad de querer maquillar unas cifras que te señalan que vamos a peor, que cada vez hay menos empleo? Que están obsesionados con los 'brotes verdes', pero obsesionados, me dice el peluquero mientras me apura el cogote. Pues como se los fumen les caen treinta mil euros del ala, dice un cliente que espera su turno. Yo lo único que sé es que ahora la gente se pela seis o siete veces al año, cuando antes venían cada mes, y que cada día pago más por todo, por todo, que vaya sablazo nos han metido con el IVA, y noto un trasquilón producto de la alteración -día de rimas-; no protesto. ¿Y cómo no hablar de todas las industrias culturales que echaron el cierre, ya pasan de 2.000. Un buen amigo ha tenido que finiquitar la editorial que tantos años le costó montar desde la nada. Llegó a tener prestigio, sus libros aparecían reseñados en los suplementos literarios más conocidos, muchos de los autores por los que apostó hoy forman parte de la primera fila literaria del país. Nada de eso le ha servido, el IVA puede más que el prestigio, que la calidad, que la cultura, en estos tiempos de permanente invierno en el corazón de la lógica. A este paso, nos helaremos, no me cabe duda, que no hay cuerpo que sobreviva a un corazón congelado.

Parece la sinopsis de Frozen, la última entrega de la factoría Disney, que lo es, pero también es la sinopsis de este tiempo gélido que nos ha tocado vivir. ¿Y cómo no hablar del célebre Informe Pisa? Nos estancamos, apenas mejoramos, pero recortamos en Educación, como que no me cuadra la ecuación -una rima simplona pero ilustrativa al mismo tiempo-. Ya puestos, entregados a la actualidad, atenazado por la blancura de la pantalla, rematemos con un tema más ligero, más frívolo si quieren. ¿Y cómo no hablar del anuncio de la Lotería? Ya me lo dijo mi amigo Pablo mientras lo rodaba: Salva, este año el anuncio va a dar mucho de que hablar. Y tanto que lo ha conseguido. No sólo de hablar, también de faenar y aprender, que más de uno y una se ha metido en el cuerpo todo un master de edición y fotocomposición. Es justo reconocer que algunos de los ingenios que me han llegado al "guasa" rozan el delirio y hasta lo diabólico, terroríficamente divertidos. Jack Nicholson corre grave riesgo de engrosar la lista de desempleados. Acabamos: ¿Y cómo no hablar, si tal vez sea lo poco que nos va quedando? Aunque me temo que con hablar no basta, que nos hace falta algo más, so riesgo de ser multados.

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