La tribuna

Salvador Gutiérrez Solís

Esos días

Aveces, hay días en la vida en lo que todo empieza de nuevo. Porque perdemos el empleo -nada extraño en este tiempo- o comenzamos en uno nuevo -¡bingo!-, porque nos casamos o divorciamos, porque nace un hijo, porque nos enamoramos, porque nos marchamos a vivir al extranjero o regresamos a casa, porque enfermamos o sanamos, porque nos mudamos, porque nos toca la Primitiva -ya quisiéramos-, porque triunfamos o fracasamos, porque nos despedimos de un amigo, de un lugar, de lo que sea, por lo que sea. Hay días, previstos, imprevistos, por sorpresa, en la vida en los que todo empieza de nuevo. Le invito a realizar el siguiente ejercicio: anote en un papel todos esos días que han tenido lugar a lo largo de su vida en lo que todo, o casi, ha empezado de nuevo. Verá como le salen unos cuantos, hasta pueda que se sorprenda de la cantidad y de la importancia o no que le concedió a esos días en ese momento del pasado. Gracias a todos esos días, o por esos días, usted es lo que es y por eso, también, es así su vida. Son días en los que podemos sentir confusión, indignación, felicidad, nostalgia, vértigo, tristeza, impotencia, incredulidad, cansancio, dolor… y así podríamos seguir enumerando los diferentes estados de ánimo. Pero, sobre todo, en uno de esos días en la vida en los que todo empieza de nuevo lo primero que sentimos es miedo. Miedo a lo desconocido, a lo que vendrá, a lo que hay tras esa puerta que se abre, a la nada, a que el pasado nunca vuelva, a que todo vaya a peor, a que no seamos capaces de iniciar ese nuevo camino, a caer, a no alcanzar la cima, a lo nuevo, simplemente. El miedo es una sensación salvaje, no domesticable, raramente controlable, paralizante si no se supera, frustrante, pero absolutamente natural. Queramos o no, lo llevamos dentro, siempre nos acompaña, y de cuando en cuando le gusta mostrarse, afilar las uñas y exhibir su poder. Cuando araña, araña de verdad.

Seguramente, con toda probabilidad, la vida es fascinante, aunque a veces la sintamos brumosa, peligrosa o ingrata, gracias a estos días en los que nos toca, o nos empujan, a empezar de nuevo. Seguramente, con toda probabilidad, en esos días no podamos llegar a sentir esa fascinación -puede que sintamos, padezcamos, justamente lo contrario-. Necesitaremos de tiempo, de recorrer unos cuantos kilómetros de ese camino que comenzamos, precisamente, ese día; necesitamos la ayuda y la sabiduría del tiempo. Sin estos días, nuestra vida sería como uno de esos electrocardiogramas tan cinematográficos, que tantas veces hemos contemplado en la pantalla, mortalmente planos, sin latido, sin pulso. Sin embargo, la mayoría de nosotros ansiamos una vida así, recta y plana, sin grandes alteraciones, de ocho a tres, una semanita de vacaciones en verano, hipoteca y cocina con encimera de granito, comprar tres cosas en las rebajas, tomarse una tapita de vez en cuando. Y nos centramos, y concentramos y empeñamos en transformar, dulcificar, las curvas de la vida en una línea recta con aspecto de tranquilidad, estabilidad y rutina. Convertimos la rutina en nuestro salvavidas, en nuestro suelo, nuestra seguridad. Sentirse seguros.

Hay días en la vida en los que todo comienza de nuevo, y ahora estamos atravesando por una época proclive para repetir hasta la extenuación esta frase y sentirla de manera directa. Días en los que comienzas a entender que tal vez tu vida será peor o mejor que la de tus padres o hijos, pero que con toda seguridad será completamente diferente. Incertidumbre, miedo, desconocido, cambio, podrían ser las etiquetas que mejor resumen esta nueva entrada, que es la misma entrada, en el blog de nuestras vidas. Nada de virtual, real, muy real. Sigo pensando que lo fascinante, el desafío, es el camino, la escalada, si se me permite recurrir a mi Escalador congelado, no renunciar nunca a tus sueños, no encerrarlos definitivamente en la prisión de "cuentas pendientes". Creer que podemos alcanzar o rozar nuestros sueños, que clavamos nuestra bandera en la cima de la montaña es la gasolina que alimenta el motor de nuestras vidas. La fascinación tal vez sea una ilusión, un placer indefinible, la niebla que rodea al miedo, la mentira que nos inventamos, el placebo. No lo sé, y seguramente me gustaría saber, saberlo. En cualquier caso, tengamos claro que hay días en la vida en los que todo comienza de nuevo, y nos toca reinventarnos, inventarnos, lo que queramos. Vivir, anestesiados o a pleno pulmón, pero viviendo.

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