La tribuna

Salvador Gutiérrez Solís

Promesas

ACABAMOS el pasado año con un sinfín de listas, resúmenes y demás catalogaciones. Lo mejor de lo mejor. Las mejores canciones del año, el año en imágenes, las mejores películas, el hombre del año, las pifias del año, los mejores goles, las mejores galas, el ministro metepatas -muy dura la competencia-, los grandes desastres, los mejores libros, doce recetas del año, el once del año y yo no sé cuántas listas más. Listas y más listas, que nos gusta que todo esté bien guardadito en los cajones, antes de volver a confeccionar una nueva lista, que ya comienza a escucharse el runruneo -y eso que esto no ha hecho más que comenzar-. Ya puestos, como esa rama que arrastra la corriente, o por no salirme del tiesto, yo también voy a confeccionar mi propia lista, pero no como resumen, no, más difícil todavía. Una lista de promesas, y que tal vez sería bueno, o al menos recomendable, que redactáramos todos. Una lista con todo eso que nunca hemos hecho o intentado y que pretendemos llevar a cabo en este nuevo 2013 -pero qué fea es la numeración en esta ocasión, horrorosa de la muerte-. Si utilizáramos el ordenador para darle su formalidad al asunto, incluso, notarios de nosotros mismos -sin minuta, que no se entere Gallardón-, cosas más raras se han visto, podríamos denominar el documento "promesas a cumplir", "propósito de enmienda" o, simplemente, "promesas". Me gusta, sí, recortadito, aclaratorio, sencillo, entendible, rotundo -ya no sé si asumible, esa ya es otra historia-. Decidido, lo voy a escribir, es mi programa electoral para este año que comienza, pero yo sí trataré de cumplirlo, claro. Lo escribo, sí, que se nos calienta la boca y nos prometemos hasta lo que nunca hemos querido, y mejor así, testimonio en Word de nuestras intenciones futuras, un compromiso en toda regla, como está mandado.

Podríamos diferenciar las promesas por sus contenidos y naturalezas, por sus diferentes planos. Me explico, promesas con respecto a los hábitos, alimentación, deporte, consumos y demás aristas de eso que conocemos como salud -o bienestar, que es un pelín más-; también están las promesas profesionales/personales/familiares, ese intento/intención/ilusión por ser mejores, en todos los campos, en nuestros trabajos, en nuestros entornos afectivos, con compañeros y/o vecinos; promesas más trascendentales o universales, que más que promesas podemos definirlas como deseos, ya que en la mayoría de las ocasiones no dependen exclusivamente de nosotros o, peor aún, apenas podemos hacer nada -evocamos con frecuencia, en estos casos, al minúsculo granito de arena-. Repase y apunte. ¿Preparados? Yo empiezo a escribir, así, repleto de valentía, y hasta puede que de osadía, y me comprometo a dejar de fumar -y no sólo de comprar- en este 2013, y le añado mi firme intención de practicar más deporte -correr no, que es muy aburrido-, y equilibrar más mi dieta, dejar el impulso y hasta la compulsión, que me dominan en determinadas situaciones. Cosa seria. No prometo coleccionar nada -por raro que sea- ni buscar nuevas aficiones, que de tiempo no ando sobrado y es lo que me faltaba. También apunto, en esta lista de promesas, el ser más constante con la escritura, el intentar dedicarle su tiempo todos los días, aunque sólo sean unos minutos. Prometo seguir estando ausente en los saraos literarios, en las presentaciones con croquetas y canapés, en los cafés de moda y demás poluciones en la estratosfera de la Literatura. Prometo no cerrar los ojos, tenerlos siempre bien abiertos. Prometo reivindicar todo aquello que considere injusto.

Prometo desear unos "buenos días" más sonrientes cada mañana, prometo reír más, mucho más, y lo más acompañado posible, que cuando es colectiva -la risa- puede llegar a ser contagiosa. Prometo no darle tantas vueltas a las cosas. Prometo beber más agua. Prometo seguir siendo un confiado y hasta un iluso. Prometo intentar ser más niño, no maniatar esa parte de mi interior que en realidad adoro. En definitiva, prometo ser más yo -con la contradicción interior que eso me puede acarrear, sobre todo con respecto a mis hábitos alimenticios y fumadores-. También tengo otras promesas, que anoto en el documento de Word pero que no hago públicas, cosas de la intimidad. Punto y final. Si cumplo con todo este 2013 será el año más provechoso de toda mi vida, eso quiero pensar. El más provechoso o el más regenerador o purificador. Tal vez el tener constancia de la intoxicación ya sea un buen indicador, indispensable para poder enfrentarnos a nosotros mismos. Y me despido deseándole un feliz 2013, que como mínimo sea mejor que el pasado 2012 que ya se fue. Tampoco pido tanto.

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