la tribuna

Salvador Gutiérrez Solís

Los materiales de una novela

EL sábado pasado, cuando regresé a casa, descubrí un correo electrónico que me llenó de satisfacción, que consiguió emocionarme. Me lo remitía una amiga escritora, y comenzaba con esta frase: "Me he sentido muy identificada con tu novela". Una frase muy simple y concreta, pero que para mí es la mejor noticia, ya que certifica mis intenciones. En mi caso particular, cuando publico una nueva novela, más allá de las apariciones en prensa, que se agradecen porque te visibilizan, más allá de los elogios, que si no se saben degustar en su justa medida te pueden llegar a transformar en un pequeño gran ogro, más allá de la opinión de la crítica, que tiene su peso y que vale lo que vale, mi gran aspiración siempre es lograr la complicidad con el lector. Compartir emociones, insatisfacciones, historias y personajes, una visión del mundo, de sus cosas, soledades, miedos, frustraciones, alegrías, aspiraciones. Es complejo escribir sobre uno mismo, y mucho más hacerlo de tu obra, exponer esas semillas, raíces, huellas o materiales que has empleado para construirla. Puede que haya escritores que se planten frente a un folio o pantalla en blanco y comiencen a escribir una novela desde la nada. No es mi caso. Necesito una chispa, una llamarada, un incendio, mucho mejor, que capte toda mi atención. Puede que se trate de un hecho irrelevante, una de esas cosas que contemplamos sin mirar. Todo comenzó en la pantalla de la televisión, con la imagen de un escalador congelado -no podía ser de otra manera- en una nevada montaña. Se había quedado, en mitad de una blanca y gélida inmensidad, como una estatua; se intuían, solamente, los colores de su ropa, a través del hielo, a modo de señal en el camino. Dos escaladores pasaban a su lado y, tras realizar una especie de reverencia, continuaban con su ascensión.

No he vuelto a ver esas imágenes, jamás he intentado buscar ese documental en concreto, la mía no es una historia de alpinismo, no, es una historia sobre todos nosotros. Me ha bastado con la idea que me transmitía la imagen: un escalador congelado en su intento por alcanzar la cima. En cierto modo, todos somos escaladores, todos tratamos de alcanzar una cima, una meta. No piense sólo en metas terrenales, no todo el mundo quiere ser famoso, tener muchas posesiones, levantar una copa o actuar ante cien mil espectadores. Hay otras muchas cimas, tal vez más importantes, por íntimas y emocionales. Lograr el amor pleno, tener un adecuado desarrollo personal y profesional, sentir el cariño de un hijo, transitar por la vida sin que ésta te duela cada día, levantarse cada mañana, ser feliz aunque sólo sea un instante. Cada cual colocamos la meta, la soñada cima, en puntos radicalmente diferentes, y no nos empleamos de semejante manera en la ascensión. Ritmos y cimas diferentes. Esos son mis escaladores, personas de carne y hueso, personas como usted y como yo. Y esos escaladores los he encontrado en un trayecto en autobús, en una mesa de la cafetería, en la cola del mercado, en una sala de espera, y también en un recorte de prensa, en el fragmento de una canción, en la secuencia de una película, en la frase de una conversación ajena, en una valla publicitaria.

Curiosamente, yo que siempre he mantenido una relación gozosa con la literatura, esta novela me ha costado mucho escribirla, mucho. Porque es la más sincera, aborda nuestros mundos íntimos, nuestras realidades concretas, nuestros días, que son como son. Y, sobre todo, porque personajes que escapan de la normalidad, que son diferentes por sus personalidades o comportamientos son bastante más "fáciles" de construir desde un punto de vista literario. Les puedo asegurar que es mucho más difícil abordar personajes que cuentan con una vida que podríamos definir como "normal". He utilizado muchos y diversos "materiales" para construir esta novela, buena parte de ellos forman parte de mis vivencias, de ese almacén íntimo que cada uno de nosotros guardamos en nuestro interior. Y no, no es una historia de alpinismo, aunque está protagonizada por "escaladores". Escaladores empeñados en avanzar, en alcanzar la cima de sus sueños, o por lo menos en acercarse lo máximo posible. Yo los contemplo ahora desde una distancia relativa y parcial, y coincido plenamente con buena parte de ellos. Es preferible correr el riesgo, congelarse a mitad camino, a no intentar escalar.

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