LA TRIBUNA

Salvador Gutiérrez Solís

Basta

HISTÓRICAMENTE, a los españoles, a España, se nos ha encuadrado/catalogado en el género de la tragicomedia, pero me temo que en los últimos tiempos nos hemos abrazado a la tragedia y hemos dado de lado, cuando no insultado y pateado, a la comedia. Seguimos funcionando a golpe de tragedia, forma parte de nuestro ADN. Esa frase hecha de "hasta que no pasa" la seguimos cumpliendo a rajatabla, raramente nos adelantamos a las circunstancias, que normalmente nos azotan y agitan con todas sus consecuencias y daños en estado puro. Somos así. Basta asomarse a la actualidad de las últimas semanas, a la tragedia no tan inexplicable del Madrid Arena que todavía nos mantiene en vilo; aún sin responsables evidentes, nadie asume su culpa o su error, eso nunca. Ahora iremos a la mayor, porque somos así, y crucificaremos, vía la prohibición o la repulsa, cualquier evento que combine a jóvenes, diversión y música. Cuando la combinación es posible siempre que se cumpla con las normas establecidas, siempre que se actúe dentro de las fronteras de la legalidad. Claro que es posible, pero ha tenido que haber muertes para que nos demos cuenta de que no estaban actuando de la mejor manera. Y es que cuando en la combinación anteriormente citada, como en cualquier otra combinación, introducimos los elementos avaricia y dinero siempre obtenemos el mismo resultado, el mismo. O la tragedia inmensa y mareante de los desahucios, hemos tenido que soportar en nuestras conciencias los primeros suicidios para tener constancia y real de algo que le puede suceder a cualquiera, a usted, a su hermano, a su vecino, a mí, perfectamente.

A este respecto, no me vale el argumento que escuché el otro día: "Es que nos hemos metido en muchas cosas, que hay gente con muy poca cabeza, y luego pasa lo que pasa". Claro que hay gente a la que se le fue la cabeza en los años de la "fiesta" -quien la tuviera, insisto- y que, viéndose con una buena nómina, se ha sentido con la capacidad de mantener su estatus económico en el futuro y se ha embarcado en demasiado. Claro que lo ha habido, todos tenemos un ejemplo en la cabeza. Me das trescientos mil y así tengo para amueblar el piso y para un coche alemán con media docena de airbags. Sí, es cierto. Pero también no es menos cierto que nadie se podía imaginar esta crisis brutal con visos de no acabar jamás. Nadie, que los "gurús" deberían estar calladitos para la eternidad en vez de seguir mostrándonos -alucinógenos- brotes verdes donde los demás sólo contemplamos cenizas y escombros. Y, sobre todo, no olvidemos la responsabilidad de los bancos, que concedieron hipotecas, en algunos casos por el 120% del valor patrimonial de la vivienda, con el aval, por ejemplo, de un contrato de trabajo de tres meses. Es un ejemplo real. Negocio asegurado, yo te presto, le presto a todo el mundo, y a cambio me devolvéis unos más que jugosos y escandalosos intereses. Porque le animo a que compruebe en su hipoteca lo que le baja del total la aportación mensual; si no lo ha hecho nunca, le puedo asegurar que se llevará las manos a la cabeza, ya que me parece absolutamente escandaloso.

De la misma manera que me parece escandaloso que después de llevar varios años pagando, en una situación de apuro -que todos nosotros podemos padecer- el entregar la vivienda no sea suficiente para saldar tu deuda con el banco. ¿Qué más quieren? Escandaloso, inhumano, mezquino. Una reflexión muy simple: nos recortan en sanidad, educación, ley de dependencia, cultura para salvar a los bancos, ¿qué ganamos los ciudadanos con eso? Qué burda y absurda la pantomima que nos ofrecen y cuentan cada día. Todos somos responsables, de una manera u otra, pero no cabe duda de que no todas las responsabilidades son del mismo tamaño y dimensión, ni por asomo. Porque detrás de los desahucios, más allá de los impagos, de las cuentas, de las situaciones, existe un auténtica tragedia. No quiero imaginar, tampoco puedo, ese sentimiento de perder tu casa, tu hogar, donde seguramente han crecido tus hijos, a la que les ha dedicado tanto horas de sacrificio y tesón, horas de tu vida, en definitiva. Zozobra, naufragio, tragedia. Puedo acudir a demasiados calificativos, me temo, y tendría que combinarlos, amplificarlos, para acercarme a la dimensión exacta de esta tragedia que se debe solucionar cuanto antes. No caben las medias tintas, no. Como sociedad, por humanidad, por sentido común, por solidaridad o por lo que usted considere, no podemos seguir permitiéndolo. No, basta.

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