Cultura

La raíz cultural de Europa

  • Córdoba reivindica su aportación al legado europeo en la presentación nacional de sus propuestas en un acto en el Círculo de Bellas Artes de Madrid al que acudieron alrededor de setecientas personas

Fue como una ciudad trasplantada a otra. Una amplísima embajada de políticos y empresarios, abogados, profesores, escritores y artistas cordobeses reivindicó desde la segunda planta del Círculo de Bellas Artes de Madrid la irrebatible esencia cultural de una ciudad que se enfrenta al reto más importante de su historia contemporánea: ser declarada Capital Europea de la Cultura. Después de ocho años de trabajo, ayer llegó el día de la presentación a nivel nacional de un proyecto que goza de un amplio grado de conocimiento y apoyo por parte de la ciudadanía y del necesario impulso institucional para salir adelante. Córdoba invocó sus más elevados méritos históricos para postularse como "raíz de la cultura occidental" y justificar un desafío en el que están implicadas otras 16 ciudades españolas.

Dos actores cordobeses de proyección nacional, Fernando Tejero y Macarena Gómez, fueron los responsables de la conducción de un acto centrado en el lema El futuro tiene raíces y al que asistieron, según Carlota Álvarez Basso, responsable de la Fundación Córdoba Ciudad Cultural, en torno a 700 personas. "¿Se puede entender a Shakespeare sin Séneca?", se preguntó la actriz al comienzo de una intervención conjunta por la que desfilaron los grandes iconos de la cultura cordobesa de todos los tiempos (Averroes, Maimónides, Góngora, Julio Romero de Torres, Cántico…), junto a alusiones más livianas pero justas (el salmorejo…) y referencias a la histórica vocación de la ciudad por el diálogo (su capacidad "para integrar lo externo y exportar lo propio") y sus aportaciones a la construcción europea. "El futuro de Europa tiene sus raíces en Córdoba: siempre hemos sido futuro, un río que fluye sin mirar atrás", proclamaron en duelo de frases Tejero y Gómez (sin mucho acento cordobés pero con indudable emoción). El actor traicionó el guión para exclamar, haciendo gala de su cordobesidad: "¡Qué bonita es Córdoba, cipote!".

Córdoba, ciudad de conocimiento. De encuentro. De tolerancia. De creación. Por estos terrenos ya sabidos transitaron los discursos de las autoridades (el rector, José Manuel Roldán; la delegada del Gobierno de la Junta, Isabel Ambrosio; el presidente de la Diputación, Francisco Pulido, y el alcalde, Andrés Ocaña), muy parecidos a los de la rueda de prensa matinal (ver página 45). En la constelación de frases solemnes y líricas destacaron el "desbordado optimismo" que confesó Ambrosio por las opciones de Córdoba (también profesado por el ministro de Asuntos Exteriores, Miguel Ángel Moratinos, del cual se proyectó una intervención grabada en la que se mostró "seguro de que ganará") y la continuada apuesta de Ocaña por centrar el proyecto en las esferas de la diversidad y el mestizaje.

El tono del acto estaba más o menos en la tesitura esperada. Hasta que llegó Antonio Gala. Empezó con un "no sirvo para esto" y concluyó advirtiendo: "Si no le dan la Capitalidad a Córdoba, que se la metan donde yo os diga. Os lo diré. No hoy". Gala estuvo en una versión irónica y desmitificadora, evocativa y transgresora, sublime y obscena, atrevida y autorreferencial. En su mejor versión. Irritado, regañó a Córdoba una y otra vez por "mendigar" un título que históricamente posee sin necesidad de que nadie se lo conceda. Soltó emotivas y feroces perlas para subrayar su enfado: "Después de Atenas -ciudad que ostentó la primera Capitalidad-, a Córdoba la tenían que haber obligado a ser Capital Europea de la Cultura, aunque fuera a patadas"; "Tiene narices que ahora se postule como candidata, que además es una palabra horrible, a algo para lo que fue designada por los dioses"; "Si no ha sido ya Capital Europa de la Cultura es que Europa es gilipollas"; "Córdoba no pide: da. Siempre ha sido así". Recordó párrafos del testamento de Abderramán III para explicar el carácter cordobés, leyó textos propios, habló de la Bética y de Al-Ándalus. "Si hay algo que pruebe la existencia del mito es Córdoba para los islámicos", dijo el autor de El manuscrito carmesí. "Córdoba no puede pedir limosna, no puede entrar en estos juegos; ella está por encima. La silenciosa. La desdeñosa. La que lo ha tenido todo". Si acaso, matizó, la Capitalidad podría servir como "gesto de amistad con los yihadistas exaltados" que tanto la echan de menos. Sin desperdicio. Hasta el alcalde Ocaña se levantó para cogerle un papel que se le había caído.

Un vídeo de resumen del documento En clave 16 y la actuación flamenca de El Pele, Patrocinio Hijo y Niño Seve, a modo de conclusión, completaron un acto que contó con la presencia del Gobierno municipal casi al completo (Rafael Blanco, Marcelino Ferrero, Elena Cortés, Rosa Candelario…) y con otros muchos representantes políticos de la ciudad, entre ellos el secretario provincial del PSOE, Juan Pablo Durán; el portavoz municipal del PP, José Antonio Nieto, y el delegado de Cultura de la Junta, Joaquín Dobladez. La diputada socialista Carmen Calvo y los populares Rafael Merino y Fernando López Amor (quizá en un intento de demostrar que Córdoba no se le ha olvidado del todo) tampoco quisieron perderse una velada a la que la ministra de Cultura, Ángeles González-Sinde, prefirió no asistir para preservar la neutralidad que el Gobierno central debe mantener entre todas las ciudades candidatas a la Capitalidad. Sí estuvo presente la directora general del Libro y del Patrimonio Bibliográfico y Documental de la Junta, Rafaela Valenzuela.

Desde Córdoba viajaron también, entre otros, y junto a la mayoría de los patronos de la Fundación Córdoba Ciudad Cultural y algunos miembros de su comisión asesora (con su presidente, Manuel Pérez, al frente), el director del Gran Teatro, Ramón López; el presidente de CECO, Luis Carreto; el director de la Fundación Antonio Gala, José María Gala; el responsable del área cultural de la Universidad, Octavio Salazar; el arquitecto Juan Cuenca; la presidenta de la asociación Presjovem, María José Baum; la bailaora Inmaculada Aguilar y el cantante y productor Manuel Ruiz Queco. Allí se encontraron con la amplia delegación de cordobeses residentes en Madrid, que incluía a Fernando Tejero y Macarena Gómez, el productor y director de cine de animación Antonio Zurera, los escritores Joaquín Pérez Azaústre, Elena Medel y Lola Moreno (además de Antonio Gala), el diseñador Elio Berhanyer, el artista de Equipo 57 José Duarte, el pintor y poeta Ginés Liébana, el cantante Emilio José, el productor musical Paco Martín y, en representación de la Casa de Córdoba en la capital de España, su director, Nemesio Fernández Gala, y uno de sus directivos, Jesús Asensi Díaz.

La nutrida relación de invitados, que disfrutaron después del acto de una degustación gastronómica ofrecida por la Escuela de Hostelería de Córdoba (en colaboración con el Consejo Regulador de la Denominación de Origen Montilla-Moriles) y adobada musicalmente por dj's, abarcó asimismo a los embajadores de Túnez y Líbano, Habib M'Barek y Chucri Abboud; la asesora de Presidencia del Gobiero María Fernández Bolaños, el ex coordinador general de Izquierda Unida, Gaspar Llamazares (que evitó atender a los periodistas cordobeses, ¿para no responder preguntas sobre Rosa Aguilar?); el secretario general de la Confederación Española de Organizaciones Empresariales (CEOE), José María Lacasa; la galerista Pilar Citoler y los músicos Ismael Serrano (acompañado por su padre, el periodista Rodolfo Serrano) y José María Cano, junto a otros artistas, empresarios y cargos políticos y diplomáticos.

Fue un despliegue de potencia cultural que sin duda intimidará a las rivales por 2016. Pero no todo fue brillo y boato. La selección de protagonistas en el photocall introductorio fue cuando menos singular (demasiada presencia política). Destacar el enamoramiento que algunos directores de cine han sentido por Córdoba y poner como ejemplo a Ridley Scott y El reino de los cielos (al que no dejaron rodar ni un plano en la Mezquita) resulta cínico. Y si la palabra "raíces" hubiera preservado la correspondiente tilde en todos los soportes y lonas promocionales realizados para la ocasión, la cosa habría tenido más lustre.

Con entusiasmo, con orgullo y con la certeza de merecerlo, Córdoba presentó en Madrid sus credenciales para ser designada dentro de dos años Capital Europea de la Cultura en 2016. Una ilusión colectiva que se combina con la singular idiosincrasia estoica y reposada de una ciudad que quiere abrir a Europa sus puertas y su espíritu, ofrecerle sus raíces para que se reconozca y, otra vez, se contagie.

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