Almería-córdoba

La magia del trabajo (0-1)

  • El Córdoba cierra una primera vuelta sobresaliente con un triunfo que lo deja colíder. Otro gol de Florin y la solvencia defensiva, aún con diez hombres, fulminan un arbitraje calamitoso.

Tal y como está montada la vida, para alcanzar el éxito sólo hay dos caminos: la herencia, en sus múltiples acepciones, y el trabajo. Ni que decir tiene que el disfrute al llegar a él es muy diferente según toque coger una vía u otra. Cuando uno se ve en lo más alto tras esforzarse para superar mil y un obstáculos, la satisfacción se desborda hasta convertirse en una ilusión por hacer del momento algo eterno.

Es la mejor forma de dar valor a una trayectoria que quien se lo ha encontrado todo hecho jamás podrá entender en su justa medida. No es, para nada, el caso de este Córdoba construido sobre granito que sabe lucir como pocos sus gotas de calidad. Con esa combinación, prohibitiva para otros, el conjunto blanquiverde ha cerrado la primera vuelta como colíder, a sólo unos centímetros del Alavés, que puede presumir de ser el campeón de invierno por apenas dos goles de diferencia. Pero eso es ahora lo de menos, mera anécdota, pues lo importante es que el equipo lleva ya catorce jornadas anclado en los puestos de ascenso directo a Primera, cumpliendo el objetivo marcado, habiendo superado el examen de volver a ganar como visitante para no depender en exclusiva de El Arcángel y sabiendo perfectamente qué debe hacer para mantener ese estatus hasta el final. Porque, después de 21 partidos, parece claro que las filigranas mejor que las disfruten otros.

El bloque de Oltra ya ha mostrado qué se puede esperar de él y quizás no engañe a nadie, pero tampoco le hace falta. ¿Sus armas? La vena goleadora de Florin -otro día será otro- y la solvencia defensiva, a prueba de bombas aún con diez futbolistas sobre el verde y ante un pésimo arbitraje. Malo para los dos, pues si bien evitó que el CCF se adelantara en la primera mitad, luego dio validez a la acción que supuso el único tanto del encuentro. Ya saben, las gallinas que entran, por las que salen.

 

Como quiera que el equipo viene funcionando, Oltra dio continuidad al once con el obligado cambio de Markovic por Luso. Apuesta de nuevo por el serbio para jugar junto a Víctor Pérez. El fantasma de Leganés presente. Pero ni las circunstancias son las mismas ni el estado de forma tampoco. Y el rival, mucho menos. De hecho, este Almería que quiere resucitar Gorosito vive hoy en una fase de indefinición que amenaza con llevárselo por delante. Porque la idea de salir a presionar arriba al rival y hacer daño con tres hombres rápidos está muy bien... si se hace bien. Y no es el caso. El Córdoba superó ya de salida con facilidad la primera línea y encontró unos agujeros tremendos con los que matar a la defensa albirroja. Florin avisó en el primer minuto y luego Markovic, por su ansia, invalidó una jugada que dejaba solo a Fidel.

La puesta en escena ya era mucho mejor que la de viajes precedentes y eso invitaba al optimismo, sobre todo viendo la poca claridad de su oponente. El Almería, necesitado por vivir en zona de descenso cuando estaba hecho para habitar en la misma casa que el CCF, apenas inquietó con un remate lejano de Soriano y un cabezazo de Ximo a la salida de una falta lateral. Fue la única vez que los almerienses conectaron en una acción a balón parado, todas resueltas sin problemas por un equipo que, con sus primeros espadas en liza, tira de contundencia sólo por presencia.

 

El partido estaba feo, con muchas imprecisiones en la medular y pocas llegadas, teniendo las escasas que había una errónea definición. Quizás por eso González Fuertes optó por echarle picante al asulto para soliviantar al personal. Empezó suavón y terminó copando protagonismo. Por ambos bandos y con la colaboración de unos asistentes faltos de vista. Primero castigó al Córdoba al anular un gol de Florin que había dejado a la zaga local con un palmo de narices. Pitó falta, pues el línea no levantó la bandera porque no había fuera de juego. El problema es que el rumano ni rozó a Ximo y el colegiado estaba a un par de metros. De juzgado de guardia. Con ese ambiente enrarecido, el Almería quiso sacar tajada al pedir un penalti por manos de Deivid que no era. Sí lo fue un agarrón de Ximo a Xisco, aunque la bondad del capitán por no dejarse caer sacó del apuro al árbitro en la última jugada de un primer tiempo correcto e intenso de los blanquiverdes, aunque sin lucimiento. Quizás era lo que tocaba.

Pero la cosa estaba para asestar un golpe tirando de calidad. Nada más arrancar el segundo acto, Xisco habilitó a Víctor, pero Casto salió rápido a sus pies. Un primer aviso que tuvo continuidad en el gol, en el que el asistente se comió un fuera de juego de Fidel en el origen; luego, Florin hizo su trabajo en el área tras el servicio de Markovic y rompió el equilibrio. Lo más difícil estaba ya hecho. Quedaba ver ahora cómo se comportaría el Almería, presionado por la situación, la clasificación y su propio fútbol. Con todo, se encontró con un regalo inesperado. Esa compensación propia de los malos árbitros. Stankevicius dejó al Córdoba con diez por dos acciones que no merecían siquiera la amonestación verbal y dibujó un partido nuevo que sirvió para demostrar la madurez del equipo. Dalmau ocupó su sitio y Oltra dibujó un 4-4-1; Gorosito movió sus fichas de arriba, refrescando la última línea, pero sin arriesgar lo más mínimo. 

Eso le bastó para jugar en campo contrario, pero no para acumular ocasiones. Las más claras, en la figura de Morcillo, que se topó con Razak en un libre indirecto y no halló portería en un cabezazo franco en el área pequeña. Quizás fue el único despiste de la defensa en todo el partido. Defendiendo con orden y asustando en alguna contra que desbarató casi siempre el exceso de visión del asistente, el conjunto blanquiverde llegó al final con suficiencia, agarrado a la seguridad de su meta, providencial ya en el alargue a un zapatazo de Pozo para firmar un triunfo que permite llegar al ecuador con los deberes hechos y matrícula de honor en el expediente del primer parcial. Ahora, toca mantenerlo. Y por trabajo, no será.

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