Córdoba-ponferradina

Como aquel primer beso (1-0)

  • Un solitario gol de Florin sacado de la pizarra y la solvencia defensiva en un tramo final en inferioridad dan el segundo triunfo consecutivo a un Córdoba que se reconcilia con su afición.

Por mucho tiempo que pase, por más que las experiencias se vayan acumulando en el disco duro de la memoria, hay cosas que difícilmente se pueden olvidar. Esa calle oscura, con el único halo de luz de la farola que medio se enciende y medio se apaga de la manera más inoportuna. El tintineo de las llaves en la mano, que denotan el nerviosismo propio ante lo desconocido. Ese coche que pasa para romper el silencio, recordando que hay vida más allá de ese momento mágico. Al final, un arrebato de valentía, un acercamiento y la pasión que corre. Son sólo unos segundos, pero parecen horas, días. Los labios encontrados para sellar una unión que nadie puede asegurar para el mañana, pero que hoy te deja lo más cerca imaginable del paraíso. El pasado queda minimizado, el futuro... Dios dirá. Y dirá con esa reminiscencia siempre presente, pasados los años. Porque por mucho que luego lleguen más y con otras gentes, más maduros o pensados, esa primera vez tiene algo que lo hace especial, quizás por entrar en una dimensión antes sólo conocida de oídas, quizás por empezar a andar un camino nuevo.

Los que ayer aparecieran por El Arcángel por primera vez esta temporada, bien tentados por el buen tiempo o bien porque hayan podido alargar las vacaciones sacrificando la liturgia dominical, se sentirían en la gloria. El equipo gana, la afición achucha. Una comunión perfecta celebrando la segunda victoria de la temporada en casa, la segunda consecutiva tras el asalto a La Romareda de la pasada semana, que deja al equipo avistando de cerca los puestos de play off. No fue siempre así. Hace apenas unas semanas, el ambiente era muy diferente. Pero aquello ya pasó. Quien más y quien menos se ha percatado de que yendo de la mano, quitando presión y sabiendo que costará mucho repetir el éxito de 2014, el camino aparecerá más limpio de obstáculos. Más si cabe cuando el Córdoba se encuentra en esa fase de conocimiento con el método de Oltra. En esa situación, da igual de dónde venga la chispa que haga explotar la bomba. Falta un mundo para que los mecanismos estén automatizados, y mientras hay que tirar con arrebatos, bien de calidad, bien de rabia, bien de ese arte trabajado que es la estrategia. Tocó esto último, para satisfacción del técnico, que lleva insistiendo en la misma jugada que permitió el estreno goleador de Florin desde los primeros días de pretemporada. Por fin salió y sirvió para dejar tres puntos, igual o hasta más sufridos que los que quedaron a orillas del Guadalquivir en el estreno ante el Valladolid y los mismos que se vinieron en las maletas desde Zaragoza. Porque esta vez el equipo tuvo que jugar más de un cuarto de hora en inferioridad por la absurda y justa expulsión de Luso. Casta y coraje para defender el botín no faltaron, ni en el campo ni en la grada.

Antes de todo eso, como si estuvieran ante un cuadro no visto antes, tanto los blanquiverdes como una Ponferradina que fuera de casa se acongoja, jugaron una partida de ajedrez muy táctica. Ambos esperaban el fallo del rival, exponiendo poco, cada uno con sus variantes pero siempre mirando más hacia atrás que hacia adelante. Los bercianos trataban de tocar más, y no lo hacían del todo mal, si bien tampoco creaban peligro; el CCF esperaba robar para salir en transiciones rápidas, mientras aparece ese juego combinativo que el paso de las semanas y, sobre todo, si los éxitos siguen siendo compañeros de viaje, seguro que se va dejando ver. Pero de momento, ese aspecto va cortito y con sifón. Con ese panorama, los visitantes lo intentaron primero con un cabezazo a la salida de un córner de Melero, su hombre más peligroso desde esa posición de enganche que crea dudas a pivotes y centrales; Raúl de Tomás dio la réplica por partida doble, si bien sólo el segundo de sus zurdazos dio trabajo Santamaría. Florin probó fortuna poco después con un testarazo blandito que no cogió siquiera portería.

El partido estaba para echarse una siesta o wasapear con la pareja. Con todo, la incertidumbre del marcador siempre te deja esas cosquillitas en el estómago que te invitan a saltar, a protestar, a animar... o a maldecir. Pues seguro que más de uno se puso de los nervios cuando Rodas dejó botar un balón largo y Melero ganó la partida a Deivid para quedarse solo ante Razak. Menos mal que el ghanés resolvió la papeleta al leer bien la intención del atacante de sorprenderle por arriba. Fue la más clara hasta que con el descanso ya a la vuelta de la esquina, el Córdoba se animó. Lo hizo tirando de genio individual, con una jugada de Pedro Ríos a la que Florin no pudo dar continuidad o una contra que Raúl de Tomás no supo concretar. Fue la antesala del único gol del encuentro, en una acción de pizarra mil veces machacada y que cogió dormida a la defensa berciana. El Arcángel estalló de júbilo. Tras los últimos malos ratos, ya tocaba una alegría, aunque fuera momentánea y hubiera que trabajar aún mucho para hacerla real.

Porque tras el intermedio, los corsés se quedaron en la caseta. El obligado paso al frente de la Ponferradina permitió que hubiera más espacios. Nando tuvo dos acciones consecutivas en las que no decidió bien, al igual que Florin, que tras deshacerse de Miquel tiró al muñeco. El Córdoba estaba más cómodo, tras ajustar sus líneas otro punto y apostar por una mayor verticalidad; el cuadro leonés se perdía en mediocampo, regalando balones a un equipo local que tuvo el segundo en otra acción de De Tomás con mala finalización y un disparo al palo corto de Nando que ya había sorprendido a Santamaría. Fueron los momentos en los que los de Oltra debieron matar el partido. No lo hicieron y con la entrada del goleador Yuri, la Deportiva dio un paso más. Fue entonces cuando la grada entendió que de El Arcángel no saldría ningún punto. Empezó a apretar con fuerza, la que transmitió a un equipo que se defendió ordenado y con solvencia pese a estar ya en inferioridad. Tanta que la única ocasión clara llegó con un remate hacia atrás de Stankevicius tras un córner y otro envío lateral que también atajó Razak. Por contra, en el ótro área la tuvieron Rodas y López Silva. No acertaron. No hizo falta más que el gol de Florin, que como aquel primer beso, siempre quedará en la memoria.

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