Córdoba - Elche · la crónica

El acta de defunción (0-2)

  • El conjunto blanquiverde se despide virtualmente de Primera División por su incapacidad de competir ante un rival directo. El primer mazazo, con fallo de Juan Carlos, ya fue letal.

Habrá quien aún se aferre a las matemáticas, esa ciencia mentirosa que encubre realidades. Pero ya ni los más optimistas del lugar pueden dar muestras de optimismo. Este Córdoba que yacía moribundo desde tiempo atrás, que apenas si ha podido disfrutar un mes de su regreso a la élite del fútbol español, firmó ayer su acta de defunción. Por si había alguna duda, la sexta derrota consecutiva en casa, otra ante un rival directo que apenas si sufrió el primer cuarto de hora, enterró las ilusiones cordobesistas de seguir en Primera División. El primer mazazo del Elche fue definitivo, letal, para un grupo que fue desmoronándose, engullido por su propia inoperancia y la bronca de una grada que estalló sólo cuando se vio perdida la oportunidad de engancharse tanto al partido como a la batalla por una salvación que ya es cosa de otros, no de los blanquiverdes. 

José Antonio Romero salió con todo. Pocos hubieran diseñado un once de más quilates. Y la puesta en escena fue notable, con el equipo corriendo, peleando y empezando a jugar cerca del área rival. De hecho, la pizarra del técnico ofreció las primeras llegadas claras, con una falta tocada por Pantic que Lombán arrebató de la cabeza a Florin ya en el área pequeña. Acto seguido, el rumano cabeceó pero demasiado alto. El convencimiento y la fe de que ganar este encuentro era meterte de lleno en la guerra por la permanencia era un impulso suficiente para ser mejor que un rival algo más cómodo en la tabla, pero tampoco para hacer florituras. De nuevo la estrategia casi origina peligro, pues el envío de Bebé desde la siniestra se la quitó Luso a Pantic cuando el serbio entraba con todo. 

Esas ansias por querer ganar, por querer meter antes el segundo que el primero, volvieron a jugar una mala pasada a Fede Cartabia cuando se plantó ante Tyton tras un pase interior de Bebé. Era la más clara en un tramo del encuentro en el que el Elche ya controlaba la situación, siempre que el balón empezó a pasar por las botas de Mosquera. Con todo, el primer aviso ilicitano llegó tras una pérdida que evidenció el mal estado físico de Ghilas; Aarón no supo machacar ante Juan Carlos. Esa jugada volvió a reflejar la excesiva endeblez defensiva de un equipo al que el más mínimo soplido le hace tambalearse. Esos nervios casi dejan a Pasalic un balón franco tras un doble error de Juan Carlos y Edimar, aunque el verdadero quebradero de cabeza llegaba con los movimientos voy y vengo de los mediapuntas visitantes. 

Pero el gol llegó otra vez a balón parado y con una jugada sin aparente peligro que Juan Carlos se tragó. Ahí se acabó el partido para el Córdoba. Al contrario que el miércoles en Riazor, esta vez el equipo no fue capaz de levantarse. Quedó herido, yaciendo en el suelo, a merced de un rival que tampoco era capaz de hacer mucho daño más allá del ocasionado. Cada vez que el balón rondaba el área local, la sensación de peligro era mortal. Juan Carlos era un flan y el runrún del público no ayudaba demasiado. Ya había un mártir elegido... aunque esta vez la razón no le faltaba a unos seguidores benevolentes hasta decir basta que explotaron al verse superados por un equipo que uno por uno no es mejor. Lástima que esto del fútbol sea un juego de conjunto, y ahí para hacer un equipo hace falta algo más que poner a once jugadores sobre el verde. 

Después de la pitada de despedida al descanso, el equipo salió con una ligera intención de irse a por el empate. Pero chocó en las individualidades y errores propios, y el buen hacer de un Elche que con balón no sufría. Pasalic lo intentó con un tiro cruzado tras una buena dejada de Víctor Rodríguez en la frontal. Poco después, en una de las artes que menos domina, el juego aéreo, dio en la diana con la grata colaboración de Juan Carlos que desde ese momento fue el centro de las iras y hasta de mofa de una afición que empezaba a desfilar del estadio con la sensación de haber vuelto a perder hora y media de sus vidas. 

Ya por entonces, Romero había quemado sus últimas balas. Primero con un doble cambio que dejó señalado a Ghilas, abucheado por la grada, y que dibujó una defensa casi de experimento. Pero había que ir a por todas ya sin remisión alguna. Luego, Bebé también fue sacrificado para dar entrada a Fidel, en un canto al futuro, dejando paso a los que seguirán el año que viene en el club y mandando fuera a los que están de paso. Porque si con los teóricamente mejores la situación es la que es, con el resto, a peor no va a ir seguro. En esa fase del partido, sólo un cabezazo de Krhin que repelió el poste puso en aprietos de verdad al guardameta Tyton. El Elche aguantó las últimas acometidas de coraje de un Córdoba que ya ha firmado su acta de defunción. La Primera ya es historia, por mucho que las matemáticas puedan seguir diciendo otra cosa. La realidad es cruel y el blanquiverde es, de largo, el peor conjunto de la máxima categoría.

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