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La penitencia de cada semana

  • El cordobesismo acaba hundido e impotente por la triste imagen que volvió a ofrecer su equipo El público pidió responsabilidades al palco y a los jugadores tras la enésima desilusión

Si aún quedaban cordobesistas esperanzados en la resurrección de su equipo en el tramo final, ayer casi todos ellos debieron perder la fe que les quedaba. Córdoba despedía una de sus semanas grandes. Una semana de pasión y recogimiento que culminaba con la llegada del vigente campeón liguero a El Arcángel. No era la mejor forma de recibir al campeón. Desde luego no la esperada cuando el equipo logró el ascenso. Y es que jugarte media temporada obligado a superar al equipo de Simeone es poco menos que suicida. Pese a todo, en el ambiente flotaba cierta esperanza de que al equipo le hubiera sentado bien el descanso y pudiera dar la sorpresa. Todo para seguir enganchados al sueño de la permanencia.

Pero nada más lejos de la realidad. En el feudo blanquiverde, el sufrimiento no acabó, por mucho que la Semana Santa tocara a su fin enfilando el Domingo de Resurrección. Un día para creer, para recobrar la esperanza y la fe. Pero en clave blanquiverde todo se vuelve negro este año. En el coliseo ribereño se revivió la penitencia de cada semana. Esa suerte de lenta agonía en la que se ha convertido una temporada que debía traer al club, la ciudad y la afición precisamente todo lo contrario. No era esto. No era esto lo que esperaba el cordobesismo cuando su equipo le regaló la mayor de sus glorias en los últimos 40 años.

Tardó poco en desesperarse el respetable. Lo mismo que sus jugadores en demostrar el por qué de su puesto en la tabla. Los mismos errores de siempre y un rival que los castiga. Porque esto es la máxima categoría y aquí el que falla queda retratado a las primeras de cambio. Eso, unido a la apatía que desprendían sobre el césped muchos de los futbolistas blanquiverdes, terminó por desquiciar a la afición a las primeras de cambio. Algo que ya ha sucedido durante más de una ocasión en lo que va de temporada, pero que esta vez fue dirigido con más fuerza hacia la zona noble. La impresión general es que en el campo ya hay poco que hacer y la afición quiere responsables.

Porque cuando el descenso se consume, algo a lo que el equipo parece irrevocablemente condenado, lo más grave no será la pérdida de la categoría deportiva, que también. Lo más grave será la sensación de haber dejado escapar una oportunidad única de consolidarse en la élite. La amarga sensación de no haber sido capaz de disfrutar de un año que debía ser inolvidable y que va camino de serlo pero en el plano más negativo. Una victoria es el triste bagaje que el equipo ha sido capaz de brindar a una afición que jornada tras jornada ha cumplido con creces en las gradas de El Arcángel. Tanto que algunos ansían ya despedir la temporada y que el baile de nombres, las entradas y salidas, se lleven la triste sensación del fracaso estrepitoso. En definitiva renovar metas, toda vez que los objetivos en Primera División cada vez están más lejos de cumplirse.

En la tarde de ayer, el enfado fue dejando paulatinamente paso a la resignación más absoluta. Tanto que no se había cumplido la hora de juego cuando los primeros aficionados comenzaron a enfilar las puertas de salida. Sobre el césped ya estaba todo visto y algunos no tenían ya ni fuerzas ni ganas de gritar al palco o a los jugadores. Al menos se ahorraron el engorroso atasco de salida.

Los que aguantaron hasta el final lo hicieron con la tristeza de ver como el barco se hunde irremediablemente. Con la actitud heroica del que se sabe condenado pero aún así aguanta en pie hasta que lo ajusticien, los aficionados de verdad, los que van a seguir junto al equipo esté en la categoría que esté quisieron arropar a los suyos hasta el pitido final. Incluso agradecieron con palmas un intento lejano de Bebé y un remate de Crespo que sacó Oblak con una gran estirada. Qué poco necesita el cordobesismo para dar apoyo a sus jugadores.

Cuando el partido ya languidecía, la afición visitante -un diez en saber estar durante todo el partido- cantó un "Córdoba es de Primera" que sonó a triste despedida. La hinchada local lo agradeció con aplausos. Lo cierto, lo que dicen los fríos números, es que el Córdoba cada semana es menos de Primera y su gente no puede más que resignarse a la espera del desenlace fatal. Por delante quedan nueve dolorosas jornadas que habrá que afrontar con estoicismo. Resignados a digerir la penitencia semana tras semana.

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